No sabemos si abra acogida de políticos y funcionarios de dudoso y mal actuar; si estamos bastante seguros que disminuirán en número, pero no en mañas y el pueblo aclamará a los nuevos y los saludará con la esperanza de que se verán inmersos en una nueva era de reconstrucción del ejecutivo. Ante ese hecho, la justicia y la legislatura, es muy probable que permanezca refractaria a cualquier cambio, así lo quiso el pueblo en el caso de los congresistas y de muchos alcaldes, que darán la espalda a ese júbilo popular. Con tales hechos, la resistencia ciudadana ante cualquier violación a la justicia y honestidad se vuelve imprescindible y estará más que justificada, pues es de importancia capital, para finalmente afianzar una verdadera democracia.
Tener un buen presidente y un buen gabinete es un logro grande y es ya mucho; pero resulta insuficiente si el ciudadano no vigila y actúa como debe y se le pide cuando las circunstancias lo demanden y su autoridad máxima se lo solicite con justificación. Hay que estar claros y conscientes que la maldita corrupción, afectó e infecto muchas capas públicas y sociales y la tarea de descontaminar exige la participación de todos y ante esa evidencia, rendirse equivale a seguir favoreciendo el deterioro político y social.
Cuando se piensa en todas las realidades políticas, sociales y ambientales que vivimos, se debe entender que son producto del actuar de todos y no de pocos. Unos, la mayoría, tolerantes y permisivos y otros, una minoría, aprovechados y destructores. En tales circunstancias, todos estamos obligados a salir de nuestro aislamiento cómodo y a luchar por un cambio, pues ante la oportunidad histórica que se tiene y ofrece, resulta nefasto mantener una abstinencia y conformarse con expresar inconformidad tan solo con ironía pública, como lo hemos solido hacer. Ante nuevas autoridades al mando, es necesario que haya censura cuando se necesite, oposición cuando se justifique, pero la verdadera virtud ciudadana consiste en participar activamente en hacer caer, deshacer y exterminar injustica, corrupción e inequidades, que van de la mano y se suman en las calamidades que forman nuestra historia y que mantenemos en un presente. Ya no queda duda alguna en mentes y corazones de nuestra gente, de que es lo verdadero y que lo falso que hemos dejado y tolerado que pase y que hemos dejado de hacer. El ciudadano honrado ya no puede adherirse a lo que ha prevalecido y que tanto daño causa a la mayoría ¿qué pasará -como ha sido lo usual- si no consentimos en trabajar y vigilar lo que las autoridades que hemos electo hacen?, seguiremos en lo mismo. Toda buena intención de los electos se paralizará y su fidelidad al correcto uso de las funciones públicas y respeto se desvanecerá, si dejamos espacios al actuar del poder corrupto aun cargado de potestad y recursos. Es mandatorio ser contundente, ante la situación clara y decisiva que vivimos, sin control y propicia al saqueo que impide actuar al derecho, la libertad y el progreso, y sin ser contundente, no es posible que se obtengan logros exitosos, y no se será contundente, si se deja que solo unos cuantos se hagan cargo de todo y aunque estos sean admirables por su generosidad y por tomarse la molestia de servir y gobernarnos y sepan con claridad lo que debe hacerse, eso resulta insuficiente para atender la magnitud de tantos males de la cosa pública y la sociedad. Lograr la paz, la justicia, una buena legislación, un buen trabajo, justas remuneraciones e inversiones exitosas del presupuesto, nos interesa a todos. Así que: alea jacta est, como dijo Julio César a sus soldados.