Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Empecemos por desmenuzar la definición que de política nos da la academia española y que presenta varios aspectos y aristas: primero nos dice que es un arte, doctrina y opinión referente al gobierno de los Estados; en otro viso nos habla de que es la actividad de los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos; en un tercer plano, nos afirma que es una actividad de los ciudadanos cuando intervienen en los asuntos políticos y un cuarto contenido, nos comunica que son orientaciones o directrices que rigen actuaciones de alguien y algo.

Lo que primero choca en la definición: huele a mucho. Compromete muchos actores y acciones y claro, depende de la arista que se tome y trate, así será sobre lo que se explique, reflexione o actúe y por consiguiente, no hay manera simple de hablar que la política es arte, disciplina y opinión sobre y de…. Considerándolo así, lo que describen esos cuatro contenidos de la definición de la academia, son actividades artesanales en que se ve envuelta la gente en cuanto a política y es por eso que permite formular puntos de vista contrapuestos y aseveraciones como: esto es así, esto no debe hacerse, esto está bien o mal, así se debe proceder, etc. La cultura en que estamos inmersos, desempeña papel fundamental en las reflexiones y juicios que emitimos sobre política; en nuestras apreciaciones al respecto y en las conductas participativas que asumimos de incon y conformismo.

Reflexionando un poco más profundo, hay algo más que encantó en el producto y ejecución de la política; están también sus efectos sobre quienes la ejecutan y sobre los que son y quedan sujetos a sus efectos y es entonces que surgen las preguntas de carácter universal respecto a gobernantes: ¿qué quiso hacer? ¿qué obtuvo? ¿a quiénes benefició y dañó? ¿La obra para beneficio de quién está hecha? ¿Contra qué lucha el político en todo su planteamientos y ejecución, los grupos sociales? Es entonces que queda claro que para comprender un fenómeno político, hay que tocar muchas aristas, sus actores ejecutores y beneficiarios y dignificados.

Finalmente ante las realidades y fenómenos sociales y los ambientales en que nos movemos, la frontera entre lo que es juzgado como perteneciente a la política y lo que es considerado como ajeno a ésta es, a menudo, muy borrosa y de tinte cultural. Así por ejemplo, los comentarios de la política exterior norteamericana o venezolana sobre los energéticos, conduce a reflexiones encontradas: para un bando atroces y para otro lo contrario y llegan a calificar esa política de verdaderos instrumentos de bondad o tortura. Lo que impresiona a veces en esas reflexiones y juicios y quizá en esto la inteligencia artificial vaya a ser de gran utilidad, es que si uno hace un pequeño recorrido en torno a la actuación política de varios momentos, en temas específicos, para saber cómo funcionó algo, la sorpresa es que en ello es pobre la reflexión o esta está llena de prejuicios y emotividades. Por supuesto, se encuentran algunas excepciones, pero en general son pequeños fragmentos descriptivos a lo sumo, a lo que se llega.

Por consiguiente y para terminar, pienso que tratar de formular una definición de la política, implica dedicarse a un ejercicio profundo. Somos tributarios en pensamientos, reflexiones y emociones al respecto, lo queramos o no, de los valores y las normas estéticas, éticas y morales así como filosóficas y religiosas que están en vigor en nuestra sociedad. Acá usando como analogía lo que sobre la belleza dijo en la enciclopedia Diderot, bien cabe replicarlo para la política y podría revelarse interesante para nosotros. ¿Cómo puede ser —empieza— que casi todos los hombres estén de acuerdo en que existe lo bello; que haya tanta belleza entre ellos que la sienten vivamente donde esté, y que tan pocos sepan qué es? Y entra a definir “Denomino bello fuera de mí”, a todo lo que contiene en sí algo que puede despertar en mi entendimiento la idea de relaciones […]. La percepción de las relaciones es, entonces, el fundamento de lo bello. ¿No sucederá lo mismo con la política?

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