Usted ya habrá tomado consciencia que todos los días su actividad económica, tan sencilla como ir solo a la tienda a comprar azúcar, o bien dedicarse a servir o hacer su trabajo, el que al final se beneficia económicamente más, es el capital existente que comercia, industrializa o explota el ambiente. Ese capital, está en manos de diversas instituciones, entidades y personajes: narcotráfico, la banca, el comercio y la industria, el político, el migrante. En pocas palabras, en manos privilegiadas, que ya tienen y manejan adquisiciones y su repartimiento, sin que eso sea justo y de beneficio para una mayoría; es decir: alejado de cuánto y por qué cada uno de los ciudadanos tiene que percibir determinada cantidad de bienes, servicios y capitales. Si una familia con tres hijos que se dedica a tareas agrícolas, recibe una centésima del beneficio de esas economías y un hogar formado por dos, miles de más de lo necesario y realizando solo una pizca de trabajo eso resulta de escándalo, pero eso en nuestra realidad y en ella, eso no importa; no es el reparto sensato el que guía, ni la actividad, ni la satisfacción y mucho menos en base a necesidades. El acceso y el repartimiento se hace en base a poder y riqueza, sin importar cómo se lograron que por lo general no es en base a una competencia leal, sana, igualitaria en oportunidades, sino en trinquetes, marufias y maldades, que retuercen constantemente la ley.
Todo eso podría ser revocado, si la gente lo desea y vota en consecuencia por sus autoridades; pero, ese comportarse ciudadano, está también restringido por un empoderarse del poder político, de las clases económicas mencionadas, que entre otras cosas, tiene en sus manos el establecimiento de candidatos y ganadores, que están a su servicio y condicionados a no perturbar ni su forma de actuar ni sus beneficios. Cuando uno lee en los periódicos que son miles los desnutridos que deambulan o que mueren, a la mayoría de la gente eso les resulta indiferente y si hay alguna queja al respecto, si la gente se convence que hay algo monstruoso en ello, su origen suelen atribuirlo –y acá el delito en la forma de pensar- a lo natural o sobrenatural y no producto de la forma que esas clases económicas mencionadas se desarrollan y actúan. Cuando uno ve familias obreras y campesinas, cuyos padres han trabajado con ahínco durante toda su vida y que terminan sus días sin nada y en diario sufrimiento y que han creado hijos que apenas les ayudan, pues viven en “sálvese quien pueda” y por sobrevivir, no queda más que aceptar que los derechos del hombre en esta tierra andan pisoteados.
Y ¿a qué se debe todo lo señalado? Sencillo, Guatemala no posee una política económica nacional en el verdadero sentido de la palabra y de la ley; posee una economía múltiple y heterogénea de intereses grupales: narcotráfico, migrantes, contrabando, políticos etc. Si bien dentro de la economía pública o de las remesas, esas condiciones desfavorables a mayorías, se logra atenuar un poco con “subsidios” en educación elemental, atención primaria de salud y cosas así, eso no resulta suficiente, ni de calidad, ante las necesidades que tiene y aflige a la mayoría. Mientras las inequidades económicas sigan permitiendo que pocos reciban mucho inmerecidamente y y explotando sin medida a gentes, bienes y capitales; es decir, mientras más de la mitad de familias tengan solo lo necesario para sobrevivir el día, la diferencia tan injusta es suficiente para poder hablar de un territorio nacional tiranizado. Todos queremos una división y participación más justa, excepto los que salen ganando con ello y lo inconcebible es que, ellos siendo uno de cada diez o menos, sean elección tras elección los ganadores; lo triste de ello es que la solución a corto plazo no será vía electoral, ni mucho menos internacional y seguirán siendo válvulas de escape las remesas provenientes de los migrantes y el narcotráfico, aunque ello solo resuelva situaciones y necesidades temporales. Solo caben las palabras del poeta ¿qué veis? El crimen coronando arriba. ¿Qué veis? El crimen inconsciente abajo.