Ahora que estamos en tiempos de elecciones, candidatos y mil avatares políticos, me ha llamado la atención estas ideas externadas hace diez años por la monja Catalana Teresa Forcades. Ella dijo en una entrevista con Lidia Pujol, lo siguiente que bien cae como buenos consejos en estos tiempos:
Hay que tener más miedo a no hacer nada. El miedo de que si no hacemos nada la situación actual nos empuja, nos lanza a la miseria, tanto si abres la boca como si no. Yo creo que esta conciencia de que si no actuamos nos va a ir muy mal es importante. Miedo a que no actuar sea en negativo. Y, por lo tanto, hay que sumarse a esta voluntad de cambio social, prepararnos a fondo para este cambio. Porque este cambio no solamente es posible, sino que es mucho más favorable de lo que quizás algunas personas ahora imaginan. Un cambio sólido y favorable para los intereses de la mayoría.
Este sistema (se refería al español en 2013, pero calza también en el nuestro) citando la Biblia, es “un gigante con los pies de barro”. Y así ha sido siempre. Impresiona, tiene apariencia, pero no tiene solidez. Por eso, a lo largo de la historia no ha habido suficiente con la fuerza policial, represora, militar, para evitar el cambio social.
Siempre ha sido necesario un segundo factor que podemos llamar ideológico. El factor ideológico ha sido, precisamente, el convencimiento de la mayoría de que el cambio o bien no era posible o que nos saldría más caro que no decir nada. Siempre, a lo largo de la historia, ha habido momentos en que este factor ideológico se ha debilitado suficientemente como para que se produjeran dichos cambios. Y estoy hablando desde la Revolución francesa, a la consecución del sufragio universal. Todos los derechos adquiridos, han pasado por una toma de conciencia de que ese miedo al cambio, correspondía a unos intereses creados y no a una realidad objetiva. El cambio es posible.»
Ha llegado el momento ya no del análisis sino de la acción y de una acción que sea transformadora, no sólo simbólica.
No se trata de reunir a los máximos expertos y que hagan la superpropuesta que luego el pueblo tiene que ratificar, sino que se trata de un cambio de paradigma, de modelo, que solamente es posible con la participación de la gente. Por lo tanto, el punto fundamental para mí es recuperar la subjetividad política. Esa capacidad política de intervenir y responsabilizarse por la calidad de nuestras relaciones sociales, de nuestro vivir conjunto. Y eso requerirá de una organización desde la base, que luego pueda desembocar, en su momento, en un proceso constituyente convocado quizá por una candidatura que pueda ganar una mayoría social con este proyecto.
Refiriéndose a la corrupción y los negocios ilícitos del gobierno decía: Tenemos que cambiar el marco en que esto se produce, pero ahora mismo hay gente en la calle que tiene esta lucha abierta y me parece necesario darles apoyo.
Y es clara su perspectiva de que “El mundo está organizado alrededor de intereses económicos”. Ya lo dice el Evangelio: «No se puede servir a dos señores, no se puede servir a Dios y al dinero». No creo que haya gente que necesariamente nos quiera enfermos, pero sí que hay gente que quiere hacer negocio y cuanto más mejor. Si estar sanos fuese negocio, nos querrían sanos; que estar enfermos es negocio ¡pues, sí! nos quieren enfermos. Que la guerra es negocio, entonces, se pasa por delante de las consideraciones morales y se impulsa la guerra.
El mensaje de Forcades es claro “Hay que tener más miedo a no hacer nada”.