Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Se dijo al principio de la pandemia COVI-19, “Es un poco decepcionante tener este brote y que la comunidad internacional no responda de manera más adecuada a esta amenaza” y es una situación que sigue siendo válida aun ahora.

Aunque la muerte haya disminuido, el número de víctimas mundial sigue a diario sumando alrededor de dos mil y la nueva variante denominada Perro del infierno, su transmisibilidad respecto a cepas anteriores, apunta a que es al menos un 10% superior, otros hablan de un 30%.

Este es un momento (fin de Año) en el que todo es jolgorio festivo, tradicional en todo el país, y en que la enfermedad continúa propagándose en las poblaciones, con una indicación de que la epidemia aún continúa y ya casi nadie está en alerta. Sin embargo, el SARS-Cov-2 permanece en el ambiente, lo quiera o no la ciudadanía, y la advertencia de la OMS de que: “… Estudios epidemiológicos y de laboratorio, revelan aun características en el virus, que sugieren que puede estar evolucionando” es de tomarse en cuenta. De manera que no se puede predecir si habrá comienzo de una nueva pandemia.

Entre los cambios preocupantes del virus, se encuentra un aumento en la persistencia ambiental y la supervivencia del virus, con una gama cada vez mayor de subtipos y algo preocupante, es que pueda tener presencia en otras especies como mamíferos y aves silvestres, que pueden estar saludables, pero excretar grandes cantidades de virus, convirtiéndolos con el tiempo en altamente patógenos. Por ejemplo, la práctica común de criar pollos y patos domésticos de traspatio en áreas rurales, significa que existe un potencial de exposición humana sustancial. Esto puede propiciar un escenario de gran preocupación como sería la coinfección de una persona con el virus humano y ave con la de ella. El resultado podría ser un reordenamiento de genes que conduzca a un nuevo virus COVID adaptado y fácilmente transmisible entre humanos. Si ocurriera tal evento, no se sabría si el nuevo virus sea menos o más virulento, nadie lo sabe. El peor de los casos es una pandemia al estilo de la que pasamos, con un virus altamente contagioso, contra el cual no hay inmunidad natural en los humanos. Si esto sucede de nuevo, estaremos ante un gran problema: la mayoría de las localidades no están preparadas. Y hay que tener en cuenta también, el señalamiento de la OMS «Muchas de las intervenciones de salud pública que lograron contener el COVID-19, no serían efectivas contra una enfermedad que es mucho más contagiosa, tiene un período de incubación corto y puede transmitirse antes de la aparición de los síntomas».

Sigue siendo desalentador, si no » escandaloso «, que no haya mayor sentido de urgencia preventiva proveniente de organismos nacionales e internacionales. Ojalá las condiciones actuales pandémicas, no vayan a empeorar.

A propósito, el seudónimo de la nueva cepa “perro del infierno”, hace alusión a Cancerbero, al perro del dios Hades que tenía de tres a cincuenta cabezas y que protegía las puertas del infierno, como guardián, para que los muertos no salieran y los vivos no pudieran entrar. De ahí su relación metafórica con la nueva variante, a la que es difícil de escapar.

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