Alfonso Mata
Guatemala es un país donde ni siquiera se sabe que va a pasar mañana, mucho menos dentro de un mes. Donde todo lo público y lo privado, consiste en un probemos emotivo, y por eso, el día a día de la prensa, está lleno de trampas, malversaciones y robos, así como de injusticias y actos que atentan contra la moral y la política conveniente a la mayoría.
Me pides la descripción del guatemalteco típico, este no existe, pero ahí te va: Un trabajar, asearse, comprar, ingerir alimentos, dormir y hacer el amor, por treinta o cuarenta años, para luego jubilarse y de arrepentimiento, quién sabe por qué y para qué –algunos dicen es por costumbre- seguir haciendo lo mismo hasta que el cuerpo ya no aguante. En medio de ese mundo de rutina, es habitual que comparta, algún fin de semana, cada vez menos con la edad, con los amigos en el bar, la cantina o el restaurante y con la familia un poco menos, pues duro soportar a una madre quejosa por todo, hermanos latosos y hermanas quién sabe por qué, lloriqueando por ahí o por allá. Y si están de ánimo y posibilidades económicas, una vez al año vacaciones. No sé cómo los patojos, ahora logran endeudarse para vacacionar.
Pero seamos sinceros, en cientos de hogares, muchos padres solo trabajan de vez en cuando y no siempre; a veces porque se hartan de lo que hacen y los hogares de tales sujetos siempre viven alborotados por todo y las mujeres siempre con cara de dolorosas, sin saber qué crimen cometieron para merecerlo y con la edad siempre llenas de criaturas primero las de ellas y luego las de los suyos. Pero hay muchas familias también con hijos lejos en el Norte, trabajando duro y ayudando bastante a los que quedan. Los comerciantes, los funcionarios públicos, los industriales siempre están quejosos de que sus coterráneos tienen poca inclinación por el trabajo y no se percatan que ellos no pagan lo justo ni concientizan de ello; ni tampoco que el que gana mal tiene poco soporte a la autoridad y que eso no les permite sacar la conclusión de que acá la libertad consiste en fumar, beber, alborotar. Que la libertad quizá sea nunca quejarse.
Luego de todo lo descrito arriba me pregunto en esta Tierra qué es lo anormal si siempre ha habido, desnutrición, siempre violencia contra el trabajador, la mujer, el niño; siempre han gobernado funcionarios corruptos, los mismos privilegiados; retorcimiento de la justicia, la ley el que más la viola menos castigo recibe y lo que las autoridades hagan o dejen de hacer, solo importa cuando me afecta. Por acá muy raros son los que se preguntan ¿qué será de mí? no cuenta el futuro, no reditúa como para concederle espacio.
¡Pero lo más increíble! en medio de esa miseria moral que percibo, la gente se siente bien. No cabe duda que hay que saber más sobre esto, descubrir sobre su sentido: cómo por ejemplo, la deuda se ha convertido en un principio básico de la economía doméstica, de no existir, no habría tanto consumo y parece tan natural, como lo es hacer hijos, como si esas dos cosas fueran necesarias para experimentar la vida cotidiana y eso si no deja de darse sin cierto orgullo: me gano mal el pan, pero con el sudor de mi frente y es este decir, el que les llena de esperanza; esperanza que hace doscientos años también tuvo el poeta Heine:
Será un bello día repitió mi corazón con adoración y se estremeció de alegría y melancolía… si será un bello día; el Sol de la libertad calentará la Tierra, con más felicidad que toda la aristocracia de las estrellas; una nueva generación surgirá engendrada en brazos elegidos libremente y no sobre una capa de tareas, y bajo el control del mojigato y malandrín. Con nacimientos libres, nacerán también pensamientos y sentimientos libres.
Nosotros nacidos esclavos, desconocemos por completo ese nuevo mundo y a los de él, les costará imaginar lo horrible que era la noche en que vivíamos y los horribles combates que teníamos con espectros, búhos obtusos y criminales hipócritas.
Sublime, bello y lúgubre país es este, donde aún le quiebra su capitalismo y su socialismo con sus burocracias dogmáticas obtusas y su improvisación perversa; país aún a la mitad de camino hacia la tierra prometida o hacia la barbarie.