Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

post author

Alfonso Mata

Cuando fui niño soñaba con y en ser: presidente, aventurero, capitán, descubridor, científico. Pensaba en que nuestra misión era defender a todos, descubrir cosas para todos, administrar justicia encerrando y eliminando malvados, abriendo felicidad a todos. Había que ser hombre glorioso y poderoso y todo ello bendecido y conducido por Dios.

Cuando fui joven, me fui al extremo opuesto. Ansias y conceptos, fruto de mi experiencia y de lo que oía en casa y en el colegio cambiaron; pues entre mis compañeros, me di cuenta que el que triunfaba, no era el que iba atrás la gloria del deber cumplido, sino el que más poseía y el rico estaba entre nosotros, en posición ventajosa, pues nada le faltaba y todo lo lograba. El resto, teníamos que viajar entre desprecio y limitaciones.

Llegué a universitario y la cosa cambió; empecé a explicarme las razones de las diferencias entre poder y su opuesto, y al final me encontré que todo radicaba en el dinero, y que todos tratábamos de pellizcarlo y tomarlo a como fuera y por consiguiente, si se quería aspirar a algo, era evidente que había que ir tras las monedas y para ello prepararse a luchas, encontronazos, mentiras, codazos, envidias e incluso la muerte. Me era evidente que la felicidad estaba en aumentar el ocio y el placer usando como instrumento el dinero.

Me dediqué entonces a mi profesión de ayudar a recobrar la salud a otros. A eso dedicaba el esfuerzo de mis neuronas y músculos y pronto llegué a una vivencia de lo más contradictoria: A algunos que les ayudaba a recobrar la salud, mi esfuerzo se traducía a llevarles de nuevo a sufrir su dependencia de congojas y amarguras; a seguir viviendo bajo la égida de la pobreza y el desprecio. A otros, fruto de mi trabajo era, mantenerlos bajo la dependencia de sus medios de adquirir y conservar riquezas. A ambos les ayudaba mi intervención, a darle dignidad a su ser: Al pobre con su reiterada labor, por ser rico de cualquier manera. Al rico a encontrar mayor fuente de riqueza y a buscar más poder y fama (a considerarse mejor que los demás) de cualquier manera también.

Al final de mi vida profesional, me era ya evidente la miserable condición humana. Esa dependencia del arbitraje del propio ser, que a unos y a otros nos llena de temor de ser perseguidos por nosotros mismos y los otros y mezcla de incertidumbre, nuestra naturaleza, llenándonos de accidentes fatales, enfermedades, penas y quebrantos, que nos tornan infelices. Ahora de viejo, me doy total cuenta de que la naturaleza no tiene favoritos y pienso que pasamos la vida en buena parte muchos, en robo, usurpación y falsificación de nuestra moral e incrédulos, aborrecemos nuestras potencialidades reales y es todo eso, lo que no nos ha permitido formar nación y sin nación no podemos hablar de Independencia ni los unos ni los otros.

Artículo anteriorIndependencia sin derechos y sin libertades
Artículo siguientePartidos Políticos pierden la oportunidad de limpiarse la cara