Alfonso Mata
Hay cosas en que nunca reparamos y ponemos atención: cada vez que se desata una guerra en cualquier parte del mundo surge el temor: el arma nuclear. Nadie repara que, a las naciones poderosas, creadoras y propietarias de tales armas, jamás les ha interesado deshacerse de ellas. Pero siempre hay su excepción y la que renunció voluntariamente a ello y cuyos líderes actuales ahora se arrepienten, son los ucranianos.
Desde hace décadas, con el poder destructor atómico, en este globo no existe la Nación amiga. La euforia del pacifismo que comenzó con la caída del Muro de Berlín, fue humo. Por supuesto, la buena idea general de paz y respeto a todos, no pasa de ser utopía y así será, ya que está ligada a una pequeñez de ambiciosos gigantes: los grandes capitales. Y ante ellos, todo lo que hagamos como seres humanos, puede pasarse por alto. Incluso se pueden cambiar las constituciones; darle fortalecimiento democrático significativo a los poderes políticos; pero en los tiempos que vivimos, el orden económico prevaleciente, es el arma de control humano, que tiene como llave de cerradura de nuestra existencia, la bomba nuclear. El día que las fuerzas humanas de la desesperación se lancen contra el orden económico, la guerra será nuclear ¡téngalo por seguro! ¡Entiéndalo!, el hombre poco a poco se va quitando la esclavitud de la naturaleza; un poco más lento la biológica; pero cada vez es más su esclavitud sobre lo único en que es creador absoluto: el comercio y las finanzas. Se autoesclavizó a su creación, organización y funcionamiento y ¡trágico! en eso ha puesto y apostado TODA su libertad. La humanidad se perdió estúpidamente, en el momento en que, mientras aumentaba los lazos económicos, se desprendía de lo biológico mental y emocional, como los verdaderos motores de su evolución. Y ya va durando mucho tiempo tal estupidez y al hombre moderno, aún le parece que este esquema funciona bien, sin percatarse que su gran creación, lo sepultará para siempre –según opinión de algunos. ¡Yo no lo creo! le obligará a cambiar, pero lo hará, sacrificando miles de millones de vidas.
Vivimos tiempos que podemos contar por siglos; vivimos tiempos en que las políticas y los políticos de todo el mundo, han salido de la zona de confort de la democracia, reaccionando de forma extremadamente ineficaz, ante un desarrollo humano que pedía equidad y apertura flexible, que el mundo económico fácilmente «ocultó» bajo un estricto control, deteniendo las actividades de organizaciones mundiales influyentes, para que la mayoría pueda acceder a una vida digna y al desarrollo del potencial humano; teniendo como fin tal perversidad, que los lazos económicos formados persistan y aseguren ganancias cada vez mayores a los mismos. Poco a poco, esa idea de jugar acomplejadamente a “Diositos” va acabando y sepultando el concepto de Nación y Estado. Pero, eso tiene su precio, que más temprano que tarde, tendremos que pagar todos: la guerra. La pérdida de la evolución humana está dada y en estos momentos el nivel a que esto ha llegado, es bastante riesgoso para la perseverancia de la vida humana.