Alfonso Mata
Hace menos de un mes finalizó este encuentro. Uno de los conferencistas del evento, hacía ver que para el 2050 habrá 10,000 millones de personas que alimentar y hacer vivir y en medio de ello, lanzaba la pregunta: ¿qué será de la familia, célula fundamental de la sociedad? Hasta hace poco, se suponía que en ella el caos social encontraba un poco de orden, pero ¿está por terminar?
Cuando uno aterriza esas reflexiones en Guatemala se aterroriza. Si en estos momentos una mitad de población vive en la pobreza, un tercio de hogares es unipaternal y uno de cada dos niños ha sufrido violencia doméstica y aprendido de otro tanto, es difícil considerar cambios positivos en estilo de vida, cuando cabe esperar pocas familias que hacen y realizan cosas favorables para un bienestar de sus miembros y si muchas otras que no, y cuando esas dos situaciones se desbalancean, sucede que se vive y tiene un país lleno de injusticias e inequidades; pues en lugar de educar niñas y niños con bienestar físico y mental, logramos lo contrario: garantizamos seres mediocres incompetentes y no garantizamos ni democracia ni un futuro social y ambiental sano y seguro.
En un escenario político y social que favorece todo tipo de caos en justicia, equidad y oportunidades; en un estado que privilegia a unos, a costa de otros; en esas condiciones tan contrastantes, no puede esperarse la formación, crecimiento y consolidación, de una familia sana y feliz, que dé cabida a la democracia y cumplimiento de derechos a sus miembros; eso se vuelve un trabajo cuesta arriba. Esa limitación, es algo que viene siendo señalada en esos congresos: educar a un niño es el arte de las artes y hacerlo en solitario, trae muchas dificultades, grandes sacrificios y muchísimas veces pobres resultados. Eso en nuestro medio es una realidad pues vivimos y nos educamos en un medio cargado de divorcio político y social que potencializa una organización familiar cargada de futuros nefastos. La familia no está hecha, al igual que las naciones, para vivir sola. ¿Qué es la vida en tales circunstancias? Eso genera grandes distancias sociales, económicas y laborales, que se deben recorrer individualmente a solas y que vuelve difícil, si es que existe, captar y darle valor a una unión conyugal con posibilidad de éxito. Claro que no es fácil en ninguna circunstancia lograr eso, pero se torna más posible y permite soportar esfuerzos y sacrificios que conlleva la vida, cuando se vive bajo verdadera democracia pues el verdadero ejercicio de ésta, facilita cumplir con convicción un cuidado continuo, compartido y respetuoso, de las distintas personalidades dentro del hogar y darle el impulso vital que se merece a cada uno.
La familia es apenas una célula dotada de una frágil membrana que apenas sola, puede protegerse de un ambiente externo con estímulos negativos y dañinos. No puede sobrevivir sola en un medio político social como el nuestro, en donde es capaz de ser más agredida que atendida y escuchada, produciéndose en ese entorno, familias agotadas, ansiosas, distraídas, violentas, que llegan a decisiones difíciles, confusas y muchas veces erróneas, generándose dinámicas confusas, contradictorias y confrontativas, que impiden a la larga el desarrollo de los dos pilares de la Democracia: el desarrollo de la persona y del bien común. Sin un sano dar y recibir, sin reciprocidad entre política, sociedad y familia, la construcción de una nación no es posible. Todos los grupos sociales de esas naciones se forman en lucha intensa, basada en intensa falta de relaciones.