Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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El pasado día 6 de julio la Organización Mundial de la Salud informó sobre las nuevas variantes del virus causante del COVID-19 y la necesidad de generalizar la dotación mundial de los antivirales que ya están en uso en algunos países, especialmente los más desarrollados, así como reforzar los esfuerzos de vacunación completa y de refuerzos. Fue una explicación larga y detallada que las autoridades de todos los países debieran tomar en cuenta, aunque ya sabemos que aquí esos “detalles” no resultan para nada interesantes a quienes dirigen la salud pública.

De hecho, el comportamiento ante la propagación de contagios se dejó en manos de los ciudadanos, al punto de que cada quien puede decidir si usa o no la mascarilla que sigue siendo una herramienta útil para limitar la virulencia. Pero ocurre que aquí en Guatemala no disponemos de los más avanzados antivirales y los kits de medicina que se entregan a los pacientes que dan positivo son verdadera y patéticamente básicos y, aun así, no todos los pueden recibir porque, según se comprobó en una citación de funcionarios del Ministerio de Salud en el Congreso, hay sitios donde no se entregan completos.

Yo pienso que a falta de orientación y de información confiable que puedan dar las autoridades, el ciudadano que tiene acceso a consultar fuentes autorizadas debe seguir las indicaciones que dan entidades como la Organización Mundial de la Salud porque se habla mucho, y la OMS lo recalca, de la existencia de condiciones especiales que se adjudican a lo que los médicos llaman “Covid Prolongado” porque afecta de tal manera que algunos de los síntomas afectan por mucho tiempo y se advierte que cuando el mal repite, lo que ahora se está volviendo más común, esa tendencia puede aumentar.

Uno de los problemas de dejarlo todo en manos de la gente es que el mecanismo más sencillo para disminuir los contagios, que crecen pavorosamente con las nuevas variantes, sigue siendo la mascarilla y si bien es muy útil para no aspirar el virus, es aún más efectiva para no propagarlo y hay mucha gente que simplemente no está interesada en usarla porque siente que es una limitación a su libertad individual y por ello se sacrifica la responsabilidad colectiva.

Definitivamente estamos en una situación en la que nuestra salud depende, más que nunca, de nuestro propio comportamiento y de las previsiones que podamos adoptar. Pero insisto en que hace falta información seria, sobre todo en medio de esa cantidad de teorías de desinformación que se producen por el manejo de algunas conspiraciones que se vuelven populares en las redes sociales y que se convierten en verdades absolutas para mucha gente.

Las autoridades debieran de buscar los nuevos antivirales y ponerlos a disposición de quienes se enfermen, aunque seguramente nos dirán que no se puede porque hay cláusulas contractuales que el gobierno interpreta como violación de la soberanía, lo que ya nos ha dejado sin vacunas y, tristemente, nos dejará sin los medicamentos elaborados específicamente para atacar el virus cuando alguien ya está contagiado.

Pero, ni modo, así es la vida en este tercer mundo y peor cuando se vive en un patético Estado Fallido.

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