Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

La existencia de una educación deficiente, no es culpa del COVID-19, ha existido de siempre, pero no cabe duda que la tecnología educativa utilizada en tiempo de pandemia, constituye arma de dos filos. Las tecnologías modernas pueden ser trampa para los niños y jóvenes y para los maestros, pues el ordenador, la Internet, las comunicaciones móviles de enseñanza, entraron inevitablemente en nuestras vidas sobretodo como un mercado y en tales circunstancias, en reto se vuelve. ¿Cómo pueden los sistemas educativos combinar el uso de varios tipos de medios electrónicos para proporcionar la enseñanza que demanda el siglo XXI?
Primero y fundamental: sobriedad en su uso: moderación y mesura. La sobriedad es necesaria para la reflexión y la imaginación que favorecen un aprendizaje analítico más certero. También es necesario para todo aquel que busca escucharse a sí mismo, elemento que contribuye para la reflexión y el análisis y para llevar una vida interiormente alegre y curiosa.

La sobriedad tecnológica va en búsqueda de enfrentar el enemigo más terrible de la vida escolar y universitaria: la distracción de la atención y es evidente que un mal uso de las tecnologías, provoca y llena el sistema nervioso de miles de impresiones, imágenes y mensajes, que rodean al educando por todos lados, así como información diversa, tan abundante, que ya no es posible señalar lo esencial y descartar lo superfluo y reflexionar y analizar. Un niño y joven sumergido en este abismo: pierde la paz, el dominio propio, la oportunidad de mirar y analizar con mirada correcta. Se disuelve por completo en el mundo exterior y se vuelve ajeno a sí mismo y a sus capacidades que dispersas, no le sirven más que para repetir. El mundo con su progreso tecnológico puede crear el paganismo educativo. Por tanto, debe permitirse que el joven amplíe excesivamente sus horizontes en cuanto al uso de los medios tecnológicos, yendo detrás de sólo información y repetición y que al final prefieran atiborrar el trabajo del cerebro con lo ajeno. Muchos dirán que el tema de usar Internet, es un asunto de conciencia, un asunto del filtro interno de cada uno. Seguro que así es, especialmente si no se brindan otras opciones. Cuando la vida electrónica no es más que una desviación del estado de ánimo espiritual y cognitivo en lugar de formativo, se cae en un cautiverio “móvil” y se niega la oportunidad de trabajar con el cuerpo y la mente. Los medios tecnológicos modernos mal empleados, como fuente principal de la enseñanza y el aprendizaje, devastan los procesos de reflexión y análisis del cerebro y esclavizan. Termino mi opinión con esta reflexión: “Durante los últimos años, el ritmo de vida ha aumentado de manera exorbitante y la densidad de la información percibida ha aumentado. Ya en la infancia, un flujo de información cae sobre la conciencia, superando significativamente lo que una persona del siglo XX percibió a lo largo de su vida. Podemos decir con seguridad que nuestros antepasados, ​​no habrían tenido suficiente vida para ver lo que nuestro escolar tiene tiempo de entrever en una semana a través de los medios actuales. Si no cautivamos a niños y jóvenes con diversos tipos de círculos, según su capacidad y disposición, que muevan sus cerebros y sus cuerpos, los esclavos de la tecnología serán muchedumbres con desorden interno, desánimo, devastación y comportamientos ególatras prefabricados. Y estas cosas están interconectadas sumergidas en el alboroto que viola la paz mental, el estado de ánimo y la paz interior.

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