Alfonso Mata
Fin de un año de penas para sanos y para enfermos. Para una mayoría aquejada de males corporales y de espíritu, que consumen vida y ambiciones en espera de la hora de la medicina, de la que depende un poco de alegría o la mengua o el fin de ratos de sufrimiento.
Fin de un año que abre uno nuevo a todos, sin que el estudio, el cuido, el trabajo que deberíamos tener, interese a políticos ni a la sociedad, que no muestran solidaridad alguna para que las cosas se vislumbren para todos de mejor manera.
Fin de un año para una infancia y niñez exageradamente mimada, mal atendida y vigilada, abrumada de tonterías y revestida de cosas vanas, que al menor reproche, contrariedad, discordancia o desacuerdo, se va y abandona la escena sin intención por comprender y superarse.
Fin de un año para una adolescencia y juventud con pensamiento y sentimientos fijos en la búsqueda ansiosa de saberes que les permita ser vistos dignos dentro de su familia y la sociedad. Ávidos por conocimientos que aparezcan en la pantalla del móvil, sin visión para usarlos en conformar mejor alma y espíritu y sin que ello signifique poner un máximo de esfuerzo y exigiendo la máxima promoción, sin tampoco merecimiento alguno.
Fin de un año para hombres y mujeres que día a día, con furor encarnizado en espera del bus, del movimiento del tráfico, rompiendo con los codos el hacinamiento de peatones, desperdician cuatro horas de su día afanados “por llegar” y empezar lo que saben hacer, en un medio arisco y hostil, que enferma sentires y pensares, sin esperanza que eso cambie.
Fin de año, principio y continuidad de sufrimiento para muchos de la tercera edad, abandonados por familia, sociedad y Estado, cuya única misión es un sobrevivir, vegetar y luchar sin que cuido o interés genuino hacia ellos exista.
Fin de un año relleno de angustias y hostilidades, en que la intriga, la corrupción el desacato a la ley y la falta de justicia lo han marcado de inequidades de todo tipo, sin que nos topemos con una sociedad solidaria y un gobierno justo honesto y emprendedor y que no dejó vislumbrar ni sentimientos ni accionar por justicia social.
En realidad, principio de un nuevo año, en que la mayoría deambularemos por sus meses y semanas, preocupados por nuestro porvenir personal y familiar, no nacional, aunque si un poco grupal, pensando en nuevas aventuras de encanto, rellenadas de puras fantasías, a pesar de que eso en años anteriores no nos ha funcionado y resultado costo y en toda serie de males. Bien vale acá usar de reflexión y suplica en un año que termina y otro que empieza, las palabras de Santa Teresa “…Señor, pensad que no nos entendemos nosotros mismos y que no sabemos lo que queremos, que nos alejamos infinitamente de los que deseamos” y que ello nos permita en lugar de sentir lástima de en lo que hemos caído, poner empeño y esfuerzo en cambiar. ¡Próspero año a todos!