Alfonso Mata
Cuando contemplamos nuestra herencia, la combinación de genes, los potenciales que traemos; mis padres: su raza, su forma de ser, de comportarse, nos topamos en mucho con el azar. Entonces ¿Cómo me puedo orgullecer de mi inteligencia, raza, cultura, de una educación o de mis riquezas impregnadas de azar? Pero ¿puedo enorgullecerme de mi medio, de mis semejantes? ¿De la llamada Patria? Creo que eso sí no es tanto azar. Lo que realmente no es obra del azar, es lo que dejamos en y para otros; lo nuestro se esfuma como la nube.
Hay un viejo proverbio oriental que dice: “En vez de maldecir la oscuridad, prende, aunque sea, una pequeña luz”. Eso deberíamos hacer, en lugar de andar lamentándonos y criticar a nuestros antepasados próceres con chismes baratos y calificativos injustos de su obrar, cuando nosotros somos incapaces de seguir lo empezado por ellos y limpiar lo que apesta ante nuestras propias narices. A lo largo de estos 200 años, hombres y mujeres; de orígenes y actividades similares o diferentes, algunas veces con el diablo dentro y otras con el ángel hasta por fuera, han aplanado caminos del terruño. Unos obrando el bien y otros levantando hasta lo que no les pertenece; unas veces con gran preocupación y otras con la mayor desfachatez, tirando cada quien por su lado. De igual forma nuestra historia patria, ha vivido momentos buenos y otros malos, y todas las generaciones que han pisado esta tierra, al final de sus vidas se han encontrado con que la de sus hijos (no de todos pero si de la mayoría) fue un poquito mejor, con más alternativas y libertad, que la de sus padres, sus abuelos y la propia.
Entonces cabe preguntarse ¿Qué hacemos con lo que se nos heredó? Nuestra naturaleza humana, aunque parezca increíble, es una construcción para atendernos los unos de los otros y no para andar en solitario. Con la Nación pasa lo mismo: la patria depende de todos y de cada uno. Sea buena o mala, en ella vivimos y nosotros como ciudadanos tenemos obligación y responsabilidad de cuidarla, de su gobernabilidad y la gobernabilidad de cuidarnos y si esos dos fallan, falla en definitiva el futuro de la mayoría. Parte del mérito de aquellos hombres de hace 200 años descansa, en que se atrevieron a decidir y apostar por un nuevo orden de vivir y convivir. Ahora debemos otra vez más decidir y apostar, pues nunca lo hecho por una generación es bueno y para siempre. Una de las sensaciones que tenemos es que en buena parte de la vida propia y la que os rodea poco influimos, seamos ricos o pobres, ¿no lo cree? ¡Analice la suya y verá sí es cierto!, pero al sumar, eso cambia. Es por eso que agradezco a mi patria lo que me ha dado; en realidad fueron más alternativas que las que alguna vez imaginé. A la mayoría nos envuelve la vida y nos lleva de un lado a otro, por eso necesitamos construir sumando, no añorar una buena Patria. Esa es otra enseñanza independentista: esfuerzo, progresar, para sobrevivir y para gozar.