Hablar del fenómeno de las migraciones y de lo que implican en la práctica humana, entendiendo estas (las migraciones) como ese desplazamiento de personas que dejan su hogar y su lugar de origen buscando asentarse en otro sitio al que con el tiempo también convierten en hogar (a veces lejano, a veces mejor, a veces no tanto), implica, asimismo, comprender que las más de las veces, ese proceso ocurre debido a la existencia de una necesidad que el migrante precisa o desea satisfacer, sea económica, de seguridad, o de cercanía con otros seres queridos que quizá han partido previamente.
En tal sentido, cuando se dan procesos migratorios como los que se han observado en los más recientes años en distintas partes del mundo (y que han cobrado vidas humanas en muchos casos, dicho sea de paso), movimientos que los mismos migrantes han manifestado que ocurren en virtud de la perseguida pretensión de vivir mejor y con mayor tranquilidad, algo que no siempre les es dado conseguir. Resulta evidente que la dinámica de movilización que les motiva obedece a la falta de uno o más satisfactores necesarios para la vida en el marco de la convivencia social pacífica y digna en su propio Estado.
Precisamente esa razón, en la cual se incluye por supuesto la violencia, se constituye en elemento perfecto para un caldo de cultivo en el cual pueden aparecer mezclados movimientos migratorios. Y, más allá de las elucubraciones, hipótesis o consideraciones que pueden incluso cuestionar su legitimidad, ciertamente existe una realidad que es preciso aceptar y abordar con seriedad y de forma contundente, puesto que desnuda padecimientos sociales que no han podido ser superados y en donde la voluntad política es sencillamente fundamental. Las políticas públicas orientadas a la generación de empleo, a la seguridad ciudadana y a la educación de calidad (por citar algunas áreas), son primordiales como medios para la implementación de mecanismos y programas a través de los cuales se genere, no sólo certeza, sino verdaderas posibilidades de desarrollo y crecimiento humano que den a la ciudadanía tranquilidad y, al mismo tiempo, satisfacción de sus expectativas y necesidades humanas básicas. Existen, por supuesto, múltiples factores adicionales que es preciso considerar y que sería extenso enumerar aquí, pero valga exponer brevemente que, en distintos países de América Latina, no se habían registrado previamente desplazamientos humanos masivos como los que ya se han observado, incluso a pesar de la pandemia cuyos efectos aún son perceptibles en distintas áreas de la vida social.
Es evidente e innegable, por lo tanto, la existencia de fenómenos sociales que no han sido atendidos y a los que debe prestarse urgente atención.