Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Hace algunos años, cuando apenas empezaba a hablarse del COVID-19, escuché en un canal internacional de televisión a un presentador de noticias utilizando la denominación “humano artificial”, refiriéndose a una de las creaciones realizadas por una empresa de tecnología que, si no recuerdo mal, estaba por presentar o había presentado en esos días dicha creación basada en Inteligencia Artificial y en imágenes generadas mediante un ordenador (lo he parafraseado). Rápidamente vino a mi mente, entonces, la interrogante de si tal denominación era correcta o no, en virtud de que, sin mucho indagar en el marco de la ciencia y en las formas correctas de expresión, al hablar de “ser humano”, viene a nuestra mente la imagen de un homo sapiens (homo sapiens moderno, si se quiere), un hombre o una mujer, es decir: usted, yo, ella, él, etc. No obstante, en la actual coyuntura global de casi post pandemia que de alguna manera nos ha afectado a todos (o casi todos), una etapa de la vida en la que, por razones obvias, se empezó a utilizar la tecnología sea como medio, sea como herramienta a través de la cual realizamos muchas cosas que quizá tan sólo hace poco no visualizábamos de tal manera. Hoy han empezado a surgir interrogantes al respecto, interrogantes acerca de cómo podrían ser los años venideros en virtud de ese aumento en el uso de tecnología sumado al distanciamiento físico entre personas que pareciera haber llegado para un buen tiempo. Casi simultáneamente se empezaron a escucharse también expresiones como “bioseguridad”, «nueva realidad» y “nueva normalidad”, expresiones que pueden o no gustar, pero que sin duda reflejan ese estado que nos ha obligado a conducirnos por la vida tomando en consideración actos, actitudes o comportamientos nuevos -o poco utilizados hasta hace dos o tres años- a los que tuvimos que acostumbrarnos quisiéramos o no. En ese marco de ideas, el análisis y discusión seria de temáticas como el control social, la automatización del trabajo (y una eventual pérdida de empleos por motivos relacionados, más allá de la actual pandemia inclusive) o el incremento en el uso de dispositivos tecnológicos y aplicaciones digitales, no resulta un asunto descabellado. Todo lo contrario. Y ello, en función del ejercicio de esa libertad de la que supuestamente podemos disponer a discreción los seres humanos en las sociedades actuales (un considerable porcentaje de la sociedad, hablando en términos globales) y que ponen sobre la mesa la existencia del ser humano en tanto que forma parte de un cuerpo social determinado. Ya reflexionaba Foucault al respecto cuando hablaba de biopolítica, también lo hacen en la actualidad pensadores como Byung-Chul Han que han retomado esas ideas, ideas que, evidencian, hoy más que nunca, la necesidad de reflexionar de cara a futuro de “lo humano”.

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