Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

post author

En los días que corren es bastante común escuchar acerca de inquietudes cuya temática gira en torno a lo que muchos han dado en llamar la crisis de la democracia latinoamericana. Ciertamente, no ha resultado ajeno escuchar de los problemas por los que atraviesan o han atravesado en los últimos años distintos países de la región. Brasil, Perú, Bolivia, Argentina, Venezuela, Nicaragua, Honduras o Guatemala, son sólo algunos de los ejemplos que se pueden mencionar al respecto.

Las problemáticas son diversas, y sería un error meter en el mismo saco a unos y otros, por supuesto, pero cualquiera que sea el problema o la crisis por la que los Estados mencionados atraviesen, que pueden ir desde lo económico hasta lo político-social, de alguna manera confluyen en lo que bien podría verse como un denominador común en aumento: descontento popular con respecto a la democracia. Y hago la salvedad (para que no se mal interprete el comentario) de que no estoy negando las bondades o beneficios de vivir en el marco de un sistema democrático, sino todo lo contrario.

Lo pongo sobre el tapete como un sencillo punto de partida para una necesaria reflexión en virtud de que no es un asunto exclusivo del continente americano (es decir, América Latina en este caso), sino como fenómeno que abarca la democracia en términos globales. Claro está que, en tal sentido, surgen ciertos matices diferenciadores dependiendo de la región y del contexto histórico de cada Estado en particular.

En tal sentido, prudente es hacer ver que el descontento de la población y la insatisfacción de las expectativas ciudadanas por parte de la clase política en el ejercicio del poder gubernamental, aunado a campañas de corte populista durante los procesos eleccionarios (tanto de derecha como de izquierda, indistintamente) pueden hacer que en un momento dado el votante se incline por opciones radicales o extremistas que pueden terminar en desastrosas realidades para los Estados, especialmente para aquellos cuyas democracias sean frágiles o transitorias viniendo de regímenes autoritarios o dictatoriales según sea el caso.

Sin duda, en América Latina se encuentra en marcha un proceso a través del cual la democracia está siendo puesta a prueba, tanto en la capacidad y legitimidad institucional del Estado, como en la respuesta ciudadana a los fenómenos que una crisis como la aludida en caso exista, supone, aun cuando muchos tiendan a negarla.

Artículo anteriorÚltimas generaciones
Artículo siguienteCertificaciones del agua para líderes en sostenibilidad