Por Regina Pérez
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Vania Vargas es una escritora quetzalteca que se ha destacado en la literatura en nuestro país. Su primer libro fue “Cuentos infantiles” que publicó en 2010, con Catafixia editorial, el cual describe, no es un libro de cuentos y tampoco un libro para niños, sino un poemario.

Su último libro publicado es “Cuarenta noches” de relatos breves basados en sueños. “Es un libro de fronteras porque trata de explorar la línea entre la vigilia y el sueño, entre la realidad y la ficción, pero también entre la narrativa y la poesía. Creo que es un libro que viene a insistir en uno de los temas repetitivos de mi escritura: la idea del doble, el reflejo, el otro, ese con el que también nos encontramos cuando dormimos. Fue editado a finales del 2018 por SOPHOS e incluye un sobre con doce postales alusivas a la esencia onírica y oscura del libro, que son autoría de Alba Marina Escalón”, explica.

Vargas cuenta que su deseo de escribir nació de la lectura y del contacto con los libros. “Uno se llena, durante el silencio de la lectura, de palabras, de historias, de imágenes, de ideas, y siente que debe responder, que también ha visto cosas maravillosas, que también tiene cosas qué decir y cosas qué contar. Y digo “en principio”, porque luego te das cuenta que también es una respuesta al entorno en que se vive, a lo que se siente todos los días, a lo que se escucha, a todos esos estímulos que recibís cotidianamente por medio de los sentidos. Lo que pasa es que nos han enseñado que las respuestas no pedidas son insolencia, nos han enseñado solo a recibir información y repetir, la escritura es una especie de rebeldía contra el silencio para el que nos han adoctrinado en la escuela, en la familia y en la iglesia”.

La escritora habló sobre algunos de los obstáculos que ha encontrado en su carrera. Cuando recién vino a la capital y decía que escribía, “los escritores asumían que lo que escribía era poesía, y poesía erótica, “porque las mujeres solo escriben poesía”, cuando yo venía del periodismo y lo que escribía era narrativa”.

También en otra oportunidad se enteró de que en una invitación para leer en un prestigioso centro comercial de la ciudad donde habían ofrecido pagarle, habían ofrecido pagarle menos que al escritor que iba a leer una semana antes que ella.

“Claro que leer en un centro comercial no me cuadraba de entrada, y que me pagaran menos sin razón válida aparente, me cuadraba menos Cosas pequeñas que no pasan de encabronarte, nada que no se pueda superar”, indica.

Por otro lado, considera que la ruta para hacerse un nombre como escritora, ya sea en la literatura o en cualquier otro campo, es larga y requiere mucho trabajo y persistencia. “Lo bueno es que ya muchas escritoras que caminaron los mismos rumbos antes que nosotras, nos fueron abriendo el camino y ya solo nos corresponde seguir trabajando con fe. Tenemos una ventaja con respecto al pasado, y tenemos una gran responsabilidad por mantener los espacios abiertos para las que vienen en el futuro” señaló.

 

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