Instituciones gubernamentales y sociales coinciden en que los 2 mil 740 casos de violaciones sexuales contra hombres y niños, registrados por el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), en un período de tres años y cuatro meses, no reflejan la realidad de una problemática compleja, de la cual se habla poco y no se denuncia. De revelarse la realidad, la estadística sería más alta, los casos podrían judicializarse, se atendería a las víctimas y se evitarían enfermedades de transmisión sexual.

POR MARIELA CASTAÑÓN
mcastanon@lahora.com.gt

“Fui violado por un vecino que me dijo que me prestaría sus videojuegos. Yo estaba feliz porque era la primera vez que jugaba con un PlayStation. Nunca imaginé que mi vecino me haría tanto daño. Después de una hora –de jugar–, me puso un trapo en la nariz y quedé inconsciente por –varias horas- Recuerdo que cuando desperté me –amenazó– para que no dijera nada, de lo contrario me mataría a mí o a mi familia. Solo recuerdo que estaba sangrando”, así inicia *Miguel su relato, 15 años después de haber sido violentado sexualmente por un hombre adulto.

Miguel aún está afectado por ese hecho, que ocurrió cuando tenía seis años, actualmente tiene 21. Hablar de nuevo, es recordar el daño que el tío de su mejor amigo, otro niño de su edad, le provocó.

-¿Estás bien? le dijo la madre de Miguel esa noche -Cuando llegó a su casa –Sí- Respondió el niño. Aunque sentía dolor y estaba confundido por lo que le había sucedido. La madre creyó en las palabras de Miguel. Después de una jornada de trabajo extenuante y con la responsabilidad de ser madre y padre de ocho niños varones, la mujer se acostó sin cuestionar más a su hijo. No volvió a preguntar a Miguel.

“Me sentía diferente porque es algo terrible que impacta a hombres y mujeres. Vivimos en una sociedad machista y no le pusieron tanta importancia. Fui creciendo, empecé a estudiar. Tenía problemas de aprendizaje, pero era por cuestiones del pasado, por la violación, porque me lo guardaba. Era un niño solitario, ya no era feliz”, describe Miguel.

La violencia sexual no terminó con ese episodio, su hermano mayor “jugaba con él”, lo agredía sexualmente (lo manoseaba). Miguel recuerda que empezaba a ver campañas contra el acoso en la televisión, por eso se animó a contarle a su mamá lo que pasaba. Al principio la progenitora le creyó, después lo ignoró.

“Eso me estaba incomodando demasiado, le dije a mi mamá que él me tocaba –su hermano- -Le advertí- que si no hacía nada lo iba a denunciar. Ella se puso muy mal, se molestó. En el rato me creyó, pero después dijo que eran cuentos míos”, relata Miguel.

A los 11 años, Miguel confesó a su familia que había sido violentado sexualmente, pero lo culparon y le dijeron que por “su orientación sexual” le había sucedido a eso. A esa edad, Miguel también les dijo que era homosexual, por lo que no lo toleraron, lo enviaron a campamentos espirituales y hasta lo encerraron en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, pero un juez determinó que Miguel no necesitaba medidas de protección y abrigo, porque tenía familia que podía hacerse cargo de él.

“Cuando tenía 11 años les conté lo que me había pasado. Ellos –su mamá y sus hermanos– respondieron que por mi orientación sexual, yo me lo había buscado. Fue un rechazo horrible, no me sentía cómodo en mi casa, me mandaron a campamentos espirituales para que me sanara, me sacara el demonio”, relata.

El joven agrega que cuando volvió a su casa después de estar en el Hogar Seguro, fue rechazado por sus hermanos, que le advertían que debía comportarse como “hombre y no querían que se vistiera como mujer”, a pesar que Miguel nunca quiso vestirse de mujer. En la iglesia a la que asistía también fue rechazado.

“Una vez, escuché a un señor que decía que si le daba la mano, probablemente lo infectaría de sida. Yo nunca había tenido relaciones sexuales con nadie, me habían violado, sin mi consentimiento”, lamenta el entrevistado.

DISCRIMINACIÓN Y HOMOFOBIA

Miguel no contiene las lágrimas. El recuerdo de la discriminación y el rechazo por parte de su madre y hermanos le sigue doliendo. Retrocede en el tiempo y recuerda que a los 15 años lo “echaron de su casa”, donde vivió experiencias difíciles.

“Es horrible quedarse en un parque, donde te pueden robar, matar. Una vez me querían matar, porque no tenía dinero. Ellos –sus familiares– me echaron, tuve que hacerles caso y seguir con mi vida, tenía que ser como ellos querían para no estar en la calle”, indica entre lágrimas.

Para ganarse la aprobación de su familia Miguel inició una relación sentimental con una adolescente de su edad, pero terminó por dejarla, porque creía que no estaba bien seguir engañándola a ella y a sí mismo. Con el tiempo conoció a un hombre de 23 años, con quien empezó una relación sentimental, dejó su casa para vivir con él, pero la espiral de violencia continuó, su pareja lo agredía físicamente.

“Él me golpeaba, yo era menor de edad, no tenía a donde ir. Tenía que aguantar. Él miraba a su hermano golpear a su esposa. Yo pensaba que eso era normal entre parejas, dejaba que me golpeara”, relata.

Su pareja lo obligaba a comer mucho, él no quería. Una vez lo golpeó en la nariz. Lo llevó a una clínica donde lo atendieron, pero no quiso que recibiera atención integral, lo cual le provocó una infección en los pulmones.

“Una vez quería que comiera algo que a mí no me gustaba. Me rompió la nariz en dos con una loción. Me quedé inconsciente. Él estaba llorando. Me llevó a una clínica donde pagó como Q400 para que me pusieran unas mariposas”, dice.

El joven dejó a ese hombre después de todo lo vivido, como cualquier víctima de violencia fue difícil tomar esa decisión, pero lo hizo.

DENUNCIA Y RESPETO

La violación de Miguel fue uno de los casos no denunciados ante el Ministerio Público (MP). Tampoco fue la única víctima de rechazo y homofobia en Guatemala.

Miguel, considera que si los casos se denunciaran se revelaría la problemática. Además, si los padres prestaran un poco más de atención a sus hijos, sabrían lo que les sucede.

Miguel insta a las familias, a aceptar a sus hijos, a la ciudadanía y a las personas de la diversidad sexual a respetar, conocer y empoderar los derechos humanos, sin importar su orientación sexual.

UNA REALIDAD QUE SE ESCONDE

De acuerdo con el Inacif, un total de 2 mil 740 hombres han sufrido violencia sexual entre el 1 de enero de 2015 al 30 de mayo de 2018. A ellos se les ha realizado un reconocimiento médico por delito sexual. (Lea el recuadro Estadísticas institucionales y de CAS).

El Colectivo Amigos contra el Sida (CAS), es una organización de base comunitaria gay, que existe desde el año 2005. El servicio de clínica empezó a funcionar a finales del año 2014. Desde esa fecha a la actualidad ha atendido a 12 mil hombres, homosexuales, bisexuales y heterosexuales, explica el director de esa organización, César Galindo Arandi.

Según el entrevistado han tenido presencia en 14 departamentos del país, pero sus esfuerzos se concentran en la ciudad de Guatemala, porque casi el 60 por ciento de hombres homosexuales viven en el área metropolitana y es la zona que presenta el mayor número de casos de VIH.

De acuerdo con Galindo Arandi, son una de las organizaciones que más diagnósticos de VIH obtienen. Realizan “vigilancia de segunda generación”, que incluye indicadores biológicos que están relacionados con infecciones de transmisión sexual. También analizan indicadores de comportamiento como la violencia. Indagan si en los últimos 12 meses las personas han sufrido violencia física, sexual o verbal.

El profesional dice que tienen un proyecto de “profilaxis post exposición” que es un método de prevención del VIH basado en medicamentos y se les proporciona a personas que tuvieron un accidente sexual o fueron víctimas de violencia, esto está en los protocolos del Ministerio de Salud. El proyecto es autofinanciado por las personas, que pagan por su medicamento, ellos les proveen la atención y ayuda psicológica si es necesario.

En tanto, cuando la víctima ha sufrido violencia lo remiten al Ministerio Público (MP) y le dan acompañamiento si es necesario. Las personas homosexuales pueden hablar de lo que les sucedió, aunque muchas veces naturalizan la violencia y se culpan, mientras que los hombres heterosexuales se callan el abuso y por ello no quedan registros.

“El país debe reflexionar que el abuso en hombres es mucho mayor de lo que pensamos, probablemente los hombres gay si podemos hablar de ello, pero un hombre heterosexual no, porque justamente es un acto de violación a su masculinidad y muchos podrían estarlo ocultando”, refiere.

Por otro lado, Patricia Sandoval, psicóloga de CAS, explica que del 1 de enero al 30 de abril de este año han atendido a 39 usuarios, de los cuales ocho presentaron el evento sexual con trauma físico. Tres fueron violentados por desconocidos y cinco dijeron que convivían con el agresor (familiares, tíos, padres, padrastros y primos).

Sandoval explica que en algunos casos “traumáticos”, los pacientes se han acercado a las primeras consultas un año y medio después de la violación, pero eso no implica que lo denuncien ante el MP, a pesar de que se trabaja con ellos para que lo hagan.

SUBREGISTRO Y PROTOCOLOS DE ACTUACIÓN

El Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) y el MP, señalan que los casos que conocen no reflejan la realidad de las violaciones sexuales contra hombres y niños.

Sergio Martínez, coordinador de la Unidad de Violencia Sexual del MSPAS, explica que del 1 de enero de 2015 al 7 de junio de 2018, han atendido 962 casos de violencia sexual contra hombres y niños en toda la red hospitalaria.

El protocolo de actuación es a través de las 42 clínicas especializadas de atención a víctimas sobrevivientes de violencia sexual, que están en los 38 hospitales en todo el territorio guatemalteco.

La atención inicia cuando la víctima llega a la emergencia de los hospitales. La trasladan a la clínica especializada que está en todos los hospitales. A los hombres los ve el médico internista o un cirujano. A los niños un pediatra. Los evalúan, les dan su tratamiento de prevención y se usa la ruta institucional donde participa el MP, la Procuraduría General de la Nación (PGN) en caso de niños; Inacif participa en la toma de muestras biológicas.

El MP tiene mini fiscalías en los hospitales regionales para atender casos que puedan ser constitutivos de hechos a investigar. En 2015 inició en el Hospital Roosevelt y San Juan de Dios, actualmente hay mini fiscalías en otros nueve hospitales de la República para atender a este tipo de víctimas. En los lugares donde no hay mini fiscalías el MP instruye a Inacif para que realice las pruebas necesarias.

Por otro lado, el MP ha conocido en la ciudad de Guatemala y el municipio de San Pedro Ayampuc, 20 casos de violencia sexual contra hombres.

Rosana Castro, agente fiscal de la Fiscalía de la Mujer del MP, indica que la denuncia la ingresa al Modelo de Atención Integral (este modelo pertenece a dicha Fiscalía). Al hombre afectado lo entrevista una auxiliar fiscal, acompañada de un psicólogo, porque para “un hombre es más duro, ser víctima de este tipo de delitos y requiere aún más valor de denunciarlo”, indica.

De acuerdo con la Fiscal, después un perito de Ciencias Forenses lo verifica para determinar las lesiones que sufrió. Este examen es importante, porque determina las lesiones y hallazgos.

“Algo primordial en una violación son los antirretrovirales –para hombres y mujeres–, ayudan para evitar el contagio del sida y tienen un plazo de 72 horas para ser administrado. Aunque después resulte que no haya hallazgos”, dice.

Después de la prueba científica, los hombres afectados hacen un recorrido con el MP para establecer el lugar de los hechos, o donde aparecieron. Sí hay lesiones más graves o heridas sangrantes, un doctor le hace un hisopado; se continúan con otras investigaciones que demandan los casos.

El perfil del agresor de estos jóvenes o hombres son “tipos que se creen más machos, más corpulentos o fuertes”, porque tratan de someter a su voluntad a otros de su mismo género, usualmente la víctima es una persona débil, menos corpulenta, tímida, o está bajo efectos del licor.

Castro coincide con el coordinador de la Unidad de Violencia Sexual del Ministerio de Salud, sobre que los hombres regularmente no denuncian y por ello rara vez se logran sentencias en estos casos.

“Los hombres pueden sentirse culpables, porque les –cuestionan– su preferencia sexual, evitan denunciar. Son muy pocos los hombres que denuncian y hemos tenido a pocos que han querido llegar hasta una sentencia. En estos casos, uno o dos meses después –de la violación– nos dicen que no quieren colaborar, que no se harán una pericia o simplemente nunca más volvemos a saber de ellos”, indica. (Lea el recuadro ¿Qué no deber hacer un hombre que ha sido violentado sexualmente?).

JUDICIALIZAR CASOS Y EVITAR ENFERMEDADES

Los profesionales entrevistados coinciden en la necesidad de denunciar las violaciones sexuales para lograr sentencias, conocer la magnitud del problema y orientar las investigaciones para deducir responsabilidades.
Agregan que de esta forma también se podrán prevenir enfermedades de transmisión sexual.
*Nombre ficticio para proteger la integridad del entrevistado.

¿Qué no debe hacer un hombre que ha sido violentado sexualmente?

De acuerdo con la Fiscalía de la Mujer, lo que debe hacer un hombre que ha sido violentado sexualmente es:

– No cambiarse la ropa interior y la vestimenta.
– No bañarse.
– No lavarse los dientes, si fue obligado a situaciones denigrantes.

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