Por SONIA PEREZ D.,
SANTA MARIA NEBAJ,
Agencia AP

La noche del martes, decenas de vecinos acudieron a velar los restos de las víctimas a la sede de la Asociación del movimiento de víctimas del norte de Quiché, en Santa María Nebaj a 250 kilómetros al norte de la capital guatemalteca, en donde se colocaron 23 de los 31 féretros. Los otros ocho, las únicas víctimas identificadas, fueron veladas en casas de sus familiares.

En pequeñas cajas de madera fueron colocados los restos de las víctimas. El olor de la pintura reciente de los pequeños ataúdes cafés se mezclaba con el pino colocado en el suelo y el incienso. Velas, flores y música de un violín y una guitarra artesanal fueron parte de la tradición de velación del lugar.

Margarita Hermoso Pérez, no deja de llorar. A sus 69 años ha llorado muchas lágrimas dice, lagrimas por cuatro hijos, sus suegros asesinados en la masacre de Xecax y su esposo desaparecido.

«Me siento muy triste, me quede sola con mi hija-¿Qué culpa tenían mis hijos o los ancianos? ¿Acaso les encontraron arma para que los asesinaran?», se pregunta entre sollozos.

Hermoso cuenta que el 4 de febrero de 1982, llegaron militares del Ejército de Guatemala a Xecax. Ese día había ido a moler maíz a Santa María Nebaj a cinco minutos de su comunidad cuando a la distancia escuchó las detonaciones y bombas que explotaban.

«Eso pasó como a las 10 de la mañana, cuando escuché los disparos quise ir a Xecax pero la gente me detuvo, me decían que no fuera porque me iban a matar. Cuando pude ir, como a las tres de la tarde, ya no quedaba nada, los habían matado, los pararon, les dispararon y luego los quemaron», recuerda.

Los hijos y los suegros de Hermoso no fueron identificados por el deterioro de los restos, sin embargo ella pidió que se colocaran seis ataúdes juntos, en los que puso ropa: güipiles y cortes para su suegra y sus dos hijas, y pantalón y camisa para su suegro y sus dos hijos. Ella sabe que colocar las ropas en las cajas es simbólico, pero dice que era algo que quería hacer.

«Estos es una ofrenda, ¿acaso si tuviera a mis hijos no les daría de comer o de vestir?» reclama Hermoso.

Diego Rivera director de la Asociación explica que cuando se localizó los restos de las víctimas, estos habían sido enterrados en una fosa común, «los mataron y luego los quemaron», dice.

La Fundación de Antropología Forense de Guatemala inició la exhumación hace cuatro años. Del lugar extrajo las osamentas completas de 28 cuerpos, ocho fueron identificados a través de pruebas de Acido Desoxirribonucleico, ADN por sus siglas, también se pudo determinar que existían tres víctimas más, pues entre los restos de los cuerpos calcinados y descompuestos se localizaron tres huesos iguales de una parte de la garganta que son únicos en el cuerpo humano, haciendo un total de 31 víctimas.

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