Foto de archivo. El cuatro de febrero de 1976, un sismo de gran magnitud dejó a Guatemala con 23 mil personas fallecidas, 76 mil heridos, más de 3,750,000 damnificados, entre daños a carreteras, edificios y viviendas alrededor del país y a la fecha, son muchos los recuerdos para cientos de personas. Foto: La Hora / Archivo

Hace 46 años, el cuatro de febrero de 1976 un sismo de gran magnitud dejó en Guatemala a 23 mil personas fallecidas, 76 mil heridos, más de 3,750,000 damnificados, entre daños a carreteras, edificios y viviendas alrededor del país y a la fecha, son muchos los recuerdos para cientos de personas.

 

¿Cómo lo vivió la población?, acá algunos testimonios:

ALEX ANTILLÓN

Recuerda que tenía apenas cuatro años y que cuando esto ocurrió todo estaba oscuro y fue su mamá quien, con angustia y lágrimas, gritaba el nombre de su tía, quien estaba en el primer nivel de su vivienda; ellos estaban en el segundo nivel, y a través de las gradas, su madre decidió dárselo a la tía, él imagina que su mamá no se animó a bajar las gradas, por miedo a que el movimiento los botara.

Entonces, salieron a la calle, él en brazos de su madre y de ahí en adelante se percibieron réplicas, la gente no sabía qué hacer y el vecino de la par, don Mario, tenía los pies ensangrentados, porque se cayeron trinchantes, había vidrios y el pasó por ahí; él tenía 3 hijos pequeños, igual que él; todavía recuerda muy bien que dormían en los carros y había champas frente a su casa.

“Marcó mi vida el tener que vivir el terremoto de 1976”.

RUBÉN RIVERA

Él vivía en Coatepeque, era pastor y recién casado, su hija, había nacido una semana antes.

Para el 4 de febrero su madre, quien era maestra de la escuela y conocida por todos, falleció junto a tres de sus hermanos, “fue algo devastador para mi papá y mis tres hermanos que quedamos, ya que no tuvimos el privilegio de enterrarlos”.

 

“48 horas después, nosotros pudimos llegar a la Aldea Xetzac, Tecpán, lugar donde ellos vivían y la aldea ya los había enterrado”, comentó.

“Los traumas hasta hoy siguen presentes cada año en la misma fecha”, mencionó.

Aún permanecen en su memoria los momentos que llevaron al país a un duelo y a replantearse la capacidad de respuesta del Estado ante un suceso como ese. Foto La Hora

JUAN CARLOS MÉNDEZ

Inicia contando que recordar el terremoto del 76 es un momento oscuro, “obviamente por gente que uno ama”, los recuerdos conforme el tiempo pasa se van yendo, pero recuerda que empezó a temblar.

Su mamá los sacó, todo se movía y era muy oscuro, estaba en el patio de su casa, tenían un jardín bastante grande, ahí fueron a dar, lastimosamente las casas no eran seguras “yo vivía en el altiplano, Patzún, Chimaltenango, fue uno de los lugares donde sí fue desastroso”.

El que su mamá los despertara, les arrancó el sueño; su hermana mayor y él llegaron a salvo al Jardín, “ya no le dio tiempo a mi mamá de agarrar a mi hermano mayor, por ser el mayor, ella creyó que ya había salido y él se quedó dormidito ahí en su cama, falleció ese día”.

Continúa contando que, en la mañana, al ver lo que había pasado, fue devastador, era como si una bomba atómica hubiera explotado en el pueblo, no había ni una sola casa parada, en ese tiempo las casas eran de adobe y eso hacía una construcción bastante débil “ahora cuando veo fotos de ese día, me doy cuenta de que fue muy triste lo que pasó en Patzún”.

Luego se vinieron a la capital, a la casa de unos tíos, a pasar esos días de temblores, porque quedaron rezagos de esos temblores fuertes; ya más tranquilos y seguros, yo todavía no medía el nivel de impacto que esto había ocasionado en el país y obviamente tampoco medía la magnitud por la muerte de mi hermano mayor.

 

Recuerda que muchos países se hicieron presentes para ayudar, uno de ellos fue México, tanto así, que se hizo un lugar especial para que ellos estuvieran ahí con sus primeros auxilios “me refiero a Patzún, Chimaltenango, siempre les recuerda – por allá por donde los mexicanos – tenían su carpa, sus cosas médicas”.

La devastación se debió a la fuerza del terremoto y que por el horario tomó desprevenida a toda la población. Foto La Hora

LUIS TOLEDO

Él narra que tenía 11 años y vivía en zona 6. Aún recuerda que llegaron como a las nueve o diez de la noche de donde su mamá trabajaba, ella siempre miraba sus novelas, esa noche al acostarse se oyó como si hubieran soltado un puño de toneles que estaban cayendo en una bajada y “se meneaba toda la casa, salimos con mi hermano, mi cuñada Ana y Lorenita” y cuando salieron, había una gran conmoción, había mucha gente llorando, gente atrapada.

 

En toda la cuadra estaban tiradas las casas como que se hubieran venido una sobre otras, era bien triste ver todo aquello.

Al otro día en la mañana, cuando amaneció, “fuimos a buscar comida con mi mamita y pudimos ver gente que la estaban sacando de la tierra, algo que nunca he olvidado, es una madre con una bebita como de dos o tres meses, la estaba amamantando y ahí les cayó la casa encima y ahí estaban las dos, la nena todavía pegada a su mamita, eso nunca se me ha olvidado, eso es bien triste, mucha gente murió, estaban tendidos en la calle”.

“No teníamos comida, dormíamos en la calle, en carpas de nylon y después nos fuimos al asentamiento a la zona 5”, destacó.

Mencionó que, fue horrible la sensación “yo sentí los escombros que me caían en la cara, yo abracé a mi mamá, porque yo dormía con ella y la tapaba con la sábana, hasta el otro día nos dimos cuenta de que la pared estaba sobre nosotros, un temblorcito más, nos hubiera caído esa pared y hubiéramos muerto, son cosas que nunca se olvidan”.

“Había escasez de comida y el ejército daba puré de banano, la gente de lo que conseguía hacía caldos”, es el recuerdo que tiene de ese tiempo.

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