En los próximos días será anunciado en nuevo paso de desnivel en la 20 calle. Foto: Muni Santa Catarina Pinula

Faltan pocos días para que la Municipalidad de Santa Catarina Pinula inaugure el nuevo paso a desnivel ubicado en la 20 calle final, el cual servirá para alivianar el paso vehicular de los vecinos que usan esta ruta, que se estima tiene una circulación promedio de 80 mil vehículos diarios.

Un proyecto que fue anunciado desde 2013, pero que permaneció engavetado durante casi una década. La razón principal era que en esta zona se encuentran los últimos vestigios arqueológicos donde da inicio el Montículo de la Culebra y Acueducto de Pinula, el cual todavía puede observarse recorre imponente las zonas 10, 13 y 14 de la capital. Una estructura monumental que conserva los vestigios de dos obras de ingeniería, con más de 3 mil años de historia. Una sobrepuesta sobre la otra, la del periodo prehispánico y posteriormente, la del periodo colonial.

Este monumento, a pesar de estar catalogado como patrimonio nacional, se ha ido destruyendo a lo largo del tiempo, debido a los proyectos de desarrollo urbano y vial que han surgido en la ciudad, por lo que su conservación agoniza, a decir de los expertos.


LOS HALLAZGOS MODERNOS

La realización del paso a desnivel para esta ruta fue posible por la donación de terreno en la planta de agua El Cambray que pertenece a la municipalidad capitalina. Parte del retraso se debió a la negativa de autorización de la obra por parte de la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura y Deportes (MCD), pues en este punto era donde comenzaba el monumento prehispánico.

En el portal Guatecompras se publicaron dos concursos para hacer el estudio arqueológico de la zona, los cuales se declararon desiertos. Esto fue en 2019. Luego, la constructora que ganó la licitación de la obra en diciembre de 2020, Rodio Swissboring Guatemala, a un costo de Q26.9 millones, se encargó de contratar al arqueólogo Irving Omar González Bonilla para los estudios correspondientes.

En un documento de 172 páginas, González Bonilla relata los hallazgos en el trabajo de campo realizado en un periodo de cinco semanas -febrero a marzo de este año- en un área de 140 metros de largo por 7.40 metros de ancho, en la búsqueda de identificar los sistemas constructivos y canales que pudieran existir en la zona. La modalidad de investigación se denominó “salvamento”, según el Acuerdo Ministerial 001-2012 del MCD que en su artículo 6, describe la intervención de emergencia, ante obras de infraestructura o hallazgos fortuitos.

Breiner González, director de Patrimonio Nacional del Instituto de Antropología e Historia (IDAEH) explica que en enero de este año se les detuvo la obra por no cumplir con el reglamento. Posteriormente, acataron la normativa. Los criterios a cumplir se dividen en dos grandes modalidades de investigación: el salvamento y el rescate arqueológico.

Foto: La Hora/José Orozco

El salvamento se da en casos fortuitos, o cuando se tienen hallazgos dentro de un proceso en proyectos que son obligatorios y de necesidad para la población. “Esta modalidad, de oficio, la autoriza la Dirección de Patrimonio. Así se dio este proceso. Pausamos el proyecto hasta que cumplieran con la investigación, y así lo hicieron”, explica González.

En cambio, el rescate arqueológico se define cuando se hace una investigación en cualquier sitio arqueológico, tal como se realiza en cualquier área del país en proyectos nacionales o internacionales.

Las excavaciones de González Bonilla, director del proyecto, dan cuenta de un total de 11 pozos de sondeo y cuatro trincheras. Según indica en su estudio, las investigaciones se centraron en el polígono asignado, en donde pudo registrar varios elementos constructivos, sistemas hidráulicos de manejo y conducción del agua, así como de pequeñas plataformas en el sector norte del terreno. “Se logró recuperar una mínima cantidad de materiales cerámicos y líticos, los cuales pueden aportar información muy valiosa sobre la ocupación del área y sus diferentes etapas del uso de espacio para la conducción de sistemas hidráulicos”, fueron parte de sus conclusiones.


EL MONUMENTO PREHISPÁNICO

El montículo de la Culebra pasó desapercibido para los arqueólogos durante muchos años como un vestigio prehispánico. Fueron los historiadores Carlos Navarrete y Luis Luján quienes hicieron el primer reconocimiento arqueológico en la década de 1960, para percatarse de la antigüedad de esta obra de infraestructura que fue aprovechada un siglo después para construir sobre este, el Acueducto de Pinula.

En la milenaria obra se han localizado estructuras escalonadas, pisos de barro y otras evidencias que identifican tres momentos de ocupación o fases constructivas: fase Las Charcas (1000-500 A.C) en el preclásico Medio; la segunda es la fase Providencia (500-200 A.C) en el Preclásico Tardío; y la tercera, la fase Verbena-Arenal (200 AC -200 DC) para el Preclásico Terminal, de acuerdo con el estudio de la historiadora Yvonne Putzeys de la Universidad de San Carlos.

El montículo fue descrito por Francisco de Fuentes y Guzmán en su obra Recordación Florida, hacia el año 1690, donde cita los materiales de piedra y barro y una obra “de mano de los indios antiguos”. Según Navarrete y Luján, el Montículo tuvo una longitud de 4,100 metros y los últimos 2 mil m está separado. Otros consideran su longitud de 7 kilómetros, pero sí puede afirmarse como el más extenso de Mesoamérica, según el estudio de la arqueóloga Judith Valle.

Con los años, la pérdida de evidencia dificultó el reconocimiento y su relación con la ciudad de Kaminaljuyú. El Archivo General de Centroamérica, fotografías, hallazgos de cerámica preclásica en el camino hacia Santa Catarina Pinula y la observación del terreno por Navarrete y Luján fueron elementos que contribuyeron al rescate del mutilado y alterado montículo, documenta González Bonilla, con base en los estudios de Sergio Ericastilla.


ETAPA COLONIAL

El Acueducto de Pinula vino con el traslado de la ciudad al valle de la Ermita en 1776. Se le encomendó al Fontanero Mayor y Maestro de Obras, Bernardo Ramírez la misión de surtir a la población de fuentes de agua, el cual se traía desde el río Pinula en el llano de La Culebra, hasta el centro de la ciudad atravesando un sistema de acueductos.

La obra comenzaba en donde a la fecha se ubica la planta de tratamiento de agua El Cambray, que administra la Municipalidad capitalina. Su construcción abarcó de 1776 hasta 1786. Bajaba por la 20 calle, continuaba por el Boulevard Liberación hasta el Zoológico La Aurora. Luego se dirigía al norte por la Avenida La Castellana, zonas 1 y 8, concluyendo parte de su recorrido, – a la altura del Trébol, se unía con el acueducto de Mixco- en la planta central conocida como Cuarto de Trompeta (20 calle entre 2ª y 3ª. avenidas zona 1) y finalizaba con la última caja de distribución ubicada en la 10ª. calle y 2ª. avenida zona 1, de acuerdo con Putzeys.

El sistema de distribución de agua colonial se hizo por medio de arquerías a base de ladrillo y la técnica de mampostería. Se estima tuvo una longitud de 8 kilómetros. Dejó de funcionar hasta el año 1938, cuando entró el nuevo sistema para surtir agua a la ciudad con la planta y pozo de Santa Luisa, coinciden Putzeys y el cronista Miguel Álvarez.
En 1966, a instancias de Luján Muñoz, el Ministerio de Educación declaró el Montículo de la Culebra y el Acueducto Monumentos Históricos. Dos décadas después se emitió el Acuerdo 30-86 sobre las Normas para la Protección y Uso de las Áreas Adyacentes Afectas al Montículo de La Culebra y Acueducto de Pinula. A pesar de ello, se ha documentado la mutilación de la obra en varios sectores.

Foto: La Hora/José Orozco

CONSERVACIÓN VS DESARROLLO

La expansión de la ciudad hacia mediados del siglo XX disparó las construcciones en las zonas 10, 13 y 14, así como las vías de comunicación por donde atravesaba el Montículo y el Acueducto. Algunos de estos terrenos quedaron como propiedad privada, restando la puesta en valor del monumento, como lo documenta Putzeys.

Algunos ejemplos son la destrucción por parte de la Municipalidad capitalina en la ampliación sur de la Avenida Reforma y su continuación en la Avenida Las Américas, destruyendo unos 100 metros. También hubo alteraciones en el tramo de la Avenida Hincapié y Avenida Las Américas. “A pesar de ser un área intocable, según el Acuerdo 30-86, fue alterado por la Municipalidad en el año 2005”, indica la historiadora.

Otros proyectos urbanos que alteraron el paso de este monumento histórico son Residenciales Las Conchas, Iglesia El Shaddai, Condominio 20-20, Plaza Ferco, Residenciales Jardines del Acueducto, Centro Comercial Los Arcos y otros más, “que para colmo del sarcasmo llevan el nombre de la víctima”, cita Putzeys.

 

SALVAMENTO Y PUESTA EN VALOR

El arquitecto Breiner González, director de patrimonio, cuenta que después de una visita técnica a la zona, se observó que la construcción del paso a desnivel sí afectaría el monumento. Sin embargo, el argumento para dar continuidad de los trabajos es que el área ya estaba totalmente alterada años atrás, por eso se autorizó el procedimiento denominado “salvamento”.

Respecto a la conflictividad entre conservación y desarrollo urbano, explica que en la 20 calle el crecimiento de la vivienda es vertical. Por lo general, estos complejos dejan el área verde donde se ubica el montículo. “Aplicamos el Acuerdo 30-86 donde se limita construcción en un área de 15 metros en sentido norte-sur”, indica.

González considera que este sector de la población necesita este tipo de proyectos. El criterio para decidir autorizar es que el área había sido totalmente intervenida, con poca evidencia arqueológica. “Se hicieron las investigaciones y se tienen los registros para la memoria histórica patrimonial, para que el desarrollo urbano pueda continuar”, comentó.

González Bonilla recomendó al final de su estudio el proteger y conservar una franja del Montículo de la Culebra, para evitar cualquier tipo de pérdidas hacia el patrimonio.

En cambio, José María Magaña, actual presidente del Colegio de Arquitectos, tiene un punto de vista más drástico, puesto que la Municipalidad de Santa Catarina Pinula optó por la vía más económica para resolver el problema vial. “Se pudo solventar de otra manera, por supuesto más complejo y oneroso, a través de superestructuras aéreas, pero le dieron la espalda a la historia y la cultura”, expone.

Por lo tanto, una vez hecha la agresión, habría que pensar en soluciones. Por ejemplo, exigir a la constructora del proyecto un monumento para evocar la importancia del sitio. “Poner en valor lo que queda, en función de lo que fue. Hay una placa de piedra bastante rústica la cual debería de estar en un punto visible. Podría construirse una plaza, con área verde que incluya una exposición museográfica. Algo que, incluso puedas visualizar desde la carretera”, concluyó.

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