El virus COVID-19 es un suceso que afectó al mundo como casi ninguno se lo imaginaba, al extremo que a un poco más de dos años aún sigue vigente la pandemia, con restricciones en muchos países y que según datos del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de Guatemala, hasta el 11 de abril se han registrado un total de 836,234 casos confirmados.
Lamentablemente, al menos 17,400 personas han perdido la vida debido a esta pandemia, cifra que podría ser mayor debido a subregistro por quienes, principalmente no han acudido a centros médicos.
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— Diario La Hora (@lahoragt) April 13, 2022
A la fecha, también se registran 814,383 recuperados; sin embargo, no todas las personas que lograron salvar la vida han conseguido restablecer su vida cotidiana, ya que han quedado con secuelas que en algunos casos no tienen cura, pese a largos tratamientos y sesiones diversas de terapias.
Con el propósito de brindar mayor información a los guatemaltecos, en La Hora compartimos la historia que cinco personas nos compartieron, y cómo las secuelas luego del contagio les ha cambiado la vida.
DEPENDIENTE DE MEDICINAS
Mayra Orantes recordó que se contagió de COVID-19 a finales de julio del 2020, que le generó fiebre y baja oxigenación, por lo que acudió a un centro asistencial en donde estuvo internada durante 20 días, debido a que sus pulmones estaban muy inflamados y necesitaba oxígeno.
Orantes explicó que luego de su recuperación, a los tres meses inició con pérdida de cabello en grandes cantidades, su presión aumentó, y debido a que es diabética, los esteroides que le administraron le descontrolaron el azúcar. Además, al acudir a un estudio le detectaron inflamación en el hígado, que le produjo mucha toxina y su piel quedó muy sensible.
“Mi salud se distorsionó completamente. El doctor me dijo: usted tiene 53 años, pero hay secuelas como que tuviera 80, porque se inflamó el hígado, el corazón, la presión y el sistema nervioso. Yo no estaba así, nunca había tenido alergias ni caída del cabello”, se lamentó.
Actualmente es dependiente de pastillas para regular la presión, deshacer coágulos, trombosis y circulación, así como para fortalecer el hígado; además, de aumentar los cuidados de la piel.
NECESITA OXÍGENO A DIARIO
Raúl Chanchavac, de 53 años, narró que antes de contagiarse de COVID-19 practicaba deporte y no tenía ninguna enfermedad, pero en julio de 2021 dio positivo. La enfermedad lo llevó a un sanatorio debido a que su oxígeno estaba en 85%; llegó a estar 12 días en coma, y hasta el 8 de septiembre salió del hospital; sin embargo, es dependiente de oxígeno artificial y toma pastillas para regular la presión alta.
Además, comentó que le quedaron secuelas muy graves en los pulmones, ya que presenta dañadas las paredes con cicatrices y eso le dificulta respirar; tiene un pulmón inflamado al 10%; igual que los bronquios, sufre taquicardia, el corazón inflamado, se le incrementó el azúcar, perdió el cabello, las uñas de las manos y pies, bajó de peso, además de una fatiga y cansancio permanente.
“El doctor dijo que no iba a salir vivo porque yo estaba gravísimo, pero gracias a Dios logré salir, me ha costado un montón por las secuelas, porque es difícil que la familia lo vea enfermo a uno”, comentó Chanchavac.
CONSECUENCIAS POR MEDICAMENTO
Una persona que solicitó no mencionar su nombre, compartió su experiencia, que pese a no registrar secuelas del COVID-19, los medicamentos que consumió para el tratamiento le provocaron la quema de su esófago.
Recordó que se contagió el pasado 24 de enero, pero al tener dos dosis de vacuna, solo tenía malestar en la garganta y tos seca, por lo que pensó que era alergia. Sin embargo, al acudir a su médico y conocer que era positivo, le recetó tres medicamentos, entre estos un jarabe para la tos e ibuprofeno.
Luego de recuperarse del virus, aún tenía tos seca y ardor de garganta, así que consultó con un neumólogo, quien le indicó que la tos era por reflujo causado debido al jarabe y el ibuprofeno.
“Hasta el día de hoy sigo en tratamiento de reflujo, con tres medicamentos diarios, eso me quedó de recuerdo del COVID, la consecuencia que tuve no fue propiamente del virus, sino del tratamiento que me dieron”, agregó.
NUEVE MESES CON SABORES Y OLORES DISTORSIONADOS
Ale Gámez, de 36 años, narró que luego de recuperarse del contagio del virus quedó con diferentes secuelas como parosmia, que se trata de una distorsión de los olores y sabores, padece de migrañas frecuentes que le pueden durar hasta dos días y psicológicamente está temerosa de volver a contagiarse.
“Para mi ahora comer cítricos es como que tomara una botella de desinfectante; comer huevo, frijol, incluso el pan, son alimentos que no soporto, es un poco frustrante porque como todos los guatemaltecos frijoles y huevos son alimentos que forman parte de nuestra cultura y dieta, y es difícil no poder encontrar un sustituto para ellos”, expresó Gámez.
Al consultar con los médicos le explicaron que para tratar la parosmia no hay un medicamento que ayude volver a la normalidad, sino se debe acostumbrar a su organismo a los sabores, y que en algún momento de su vida regresará a reconocer los sabores, pero desde julio 2021 a la fecha, aún sigue con las afecciones.
INFLAMACIÓN EN LOS ÓRGANOS
Rosa Bran, de 72 años, es una paciente con comorbilidad, ya que es hipertensa y diabética.
Bran compartió que el 14 de febrero dio positivo a COVID-19, pero no presentó síntomas graves debido a que había recibido las tres dosis de vacuna, y lo único que experimentó fue dolor articular, en especial de las rodillas y tobillos.
Luego de recuperarse del contagio, Bran indicó que el dolor articular continuó a tal punto que no podía caminar, porque no le respondían las piernas, empezó a recibir terapia y estando en su casa sufrió una caída que le afectó la rodilla derecha.
Al presentarse de emergencia al centro asistencial y someterse a una serie de exámenes, los médicos le informaron que por ser postcovid presentaba anemia, ya que los glóbulos rojos bajaron a 9.75 cuando lo normal es de 14 a 16; además de inflamación en todos los órganos internos y articulaciones, debido a que los ligamentos de la rodilla se rompieron, lo cual la convierte en candidata a una cirugía.
COVID DE LARGA DURACIÓN
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la afección posterior al COVID-19 como “COVID de larga duración”, que hace referencia colectivamente a un conjunto de síntomas prolongados después de la recuperación del contagio.
Aunque la mayoría de las personas que contraen COVID-19 se recuperan totalmente, algunas sufren una serie de efectos a medio y largo plazo, como fatiga, disnea, disfunción cognitiva, dificultad para hablar, dolores musculares, pérdida del olfato o del gusto, depresión o ansiedad, entre otras afecciones.
La OMS indica que no se puede predecir cuánto tiempo dura la afección posterior, pero algunas investigaciones en curso muestran que los pacientes pueden presentar síntomas persistentes durante semanas o meses después.
ASISTENCIA DE CLÍNICAS POSTCOVID
La vocera del Hospital del Parque de la Industria, Edna Marroquín, informó que en octubre del 2021 el Ministerio de Salud inauguró las Clínica Post COVID-19, en donde atienden a los pacientes recuperados, pero que presentan secuelas. En esos espacios les brindan exámenes médicos como tomografías, rayos X, además de proporcionar ayuda nutricional, psicológica y terapia física o respiratoria, dependiendo la sintomatología del paciente.
Marroquín comentó que han atendido a más de 1,800 pacientes, y entre las secuelas más frecuentes que han atendido figuran afecciones neurológicas, vértigo, mareo, taquicardia, dolor de cabeza frecuente, cansancio, fatiga, dolores musculares y tos persistente.
Para recibir atención en las clínicas, el único requisito es tener seis semanas después del contagio y solicitar cita al número 2305-4000.
Atienden de lunes a domingo de 7:00 a 19:00 horas, y la dirección 6ª calle, 2-33 de la zona 9 puerta 6. El servicio es gratuito.