Lucrecia Alba Xaminez, muestra una fotografía de su esposo herido en el accidente vial en Chiapas. Foto La Hora/Johan Ordoñez/AFP

POR EDGAR CALDERON/AFP

Junto con sus dos hijas, Lucrecia se ha reunido en casa con sus vecinos para orar en agradecimiento. Su esposo Celso es uno de los guatemaltecos que vio la muerte de frente en el accidente en México que dejó 55 migrantes fallecidos. «Tiene heridas, pero está vivo», dice.

El último martes, Celso Pacheco, de 34 años, dejó su casa, a la orilla de una carretera en la aldea Pamezabal, Santa Lucía Utatlán, Sololá, en el occidente de Guatemala.

Eran las 6 de la mañana cuando se despidió de su familia. Caminando solo se perdió en el horizonte, flanqueado por los maizales que esta comunidad indígena maya-quiché cultiva para comer.

«Su sueño era llegar y cruzar a los Estados Unidos por la necesidad que teníamos. Tengo dos hijas, una de 11 años y una de 2 años (…). Lastimosamente él iba en el camión donde pasó esta tragedia», dice Lucrecia Alba Xaminez, de 28 años.

 

Celso es jornalero del campo. «Lo que ganaba lo comíamos todos los días, por eso él tomó la decisión de viajar».

Ella supo que su esposo entró en México por su propia cuenta, y que allí se puso en contacto con un «guía» o «coyote», como se les conoce a quienes trafican con migrantes que viajan a Estados Unidos.

De allí ya no supo más, hasta que se enteró del accidente.

Mientras Lucrecia habla, su hija mayor lleva en brazos a la más pequeña. «Papá, papá», clama la última, cuando escucha a su madre que menciona a Celso.

Las oraciones no han faltado en las últimas horas. Foto La Hora/Orlando Estrada/AFP

SE ARRIESGAN «POR NECESIDAD»

La tarde del jueves en una carretera de Chiapas, principal punto de acceso de indocumentados, un tráiler que transportaba migrantes hacinados chocó contra un muro, presuntamente por exceso de velocidad. Hasta ahora se cuentan 55 muertos y casi un centenar de heridos.

Las autoridades la llamaron este viernes para decirle que su esposo estaba herido y había sido enviado a un hospital.

«Está fracturado, es lo que dijeron, y hasta allí, no sé más». Lucrecia aún no habló con Celso.

«Es un milagro de Dios que él hizo en su vida. De las 200 y pico personas que iban allí, él sobrevivió, y yo le doy gracias mil veces en primer lugar, a Dios, porque él sigue con vida», agrega.

 

En Guatemala, un país con más de la mitad de su población en pobreza -situación agravada por la pandemia del Covid-19 y desastres naturales- miles de personas intentan llegar sin papeles a Estados Unidos en busca de empleo.

Durante 2020, Estados Unidos expulsó por vía aérea a 21.057 guatemaltecos, una cifra inferior de las 54.599 personas que deportó durante 2019, hasta ahora el récord de deportaciones.

Con el accidente, Guatemala revive el dolor, pues en marzo el municipio indígena Comitancillo, en el oeste del país, lloró la pérdida de 16 migrantes que murieron calcinados dos meses antes en un camino rural fronterizo entre México y Estados Unidos. Una docena de policías mexicanos fueron detenidos por su responsabilidad en lo ocurrido.

Amigos y familiares del migrante han acompañado a su esposa en estos momentos de angustia. Foto La Hora/Orlando Estrada/AFP

En la casa de Lucrecia han armado un altar con la foto de Celso para orar y dar gracias a Dios por su sobrevivencia. Vecinos y amigos han llegado para elevar plegarias.

Pese a la conmoción que el accidente ha dejado en su barrio, Lucrecia no cree que esto detenga el ímpetu de quienes buscan trabajo en Estados Unidos.

«Hay algunas personas que aunque vieron esto (el accidente), se arriesgan a ir por la misma necesidad que tienen»

«PARA CONSEGUIR PAN»

En su carpintería, ubicada en la parte trasera de la casa de la familia, Juan Ángel Xaminez, tío de Lucrecia y Celso, recuerda con nostalgia que sus dos hijos, de 26 y 21 años, también se fueron hace poco a Estados Unidos, donde están trabajando.

«El desempleo en Guatemala ha sido muy grande. La necesidad de nuestras gentes, de nuestros paisanos, nos obligan a ir ‘al otro lado’ para sacar a la familia en adelante», dice.

La cancillería de Guatemala estima que en el extranjero residen unos tres millones de guatemaltecos, 95% de ellos en Estados Unidos, pero solo 400.000 tiene documentos para trabajar.

 

«Uno arriesga la vida para conseguir pan para sus hijos, porque aquí, ¿cuánto gana uno? 50 quetzales (6,47 USD), 40 quetzales (5,18 USD) (diarios), no da abasto para sostener la familia», explica Juan Ángel.

El vecino Eduardo González, de 21 años, llegó a dar ánimo a la familia. «No he pensado en migrar, pero lo que pasa con nuestros paisanos, varios han viajado de acá. Todos soñamos con un futuro mejor y era el sueño de nuestro hermano» Celso, cuenta.

Juan Ángel espera que algún día esto acabe. «Por la tragedia que pasó (…) tal vez el presidente, los congresistas (…) que busquen empleos en nuestra querida Guatemala para que nuestros paisanos no se vayan».

La migración es impulsada por las condiciones adversas de las comunidades. Foto La Hora/AFP
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