Foto ilustrativa. Personas caminan por una de las calles de Barcelona. En esa ciudad se encontraba el negocio de Joan Roura. Foto La Hora/Felipe Dana/AP

Por Marcela Castillo

“A ver si me compran el material que me queda, el que sea”, manifiesta Joan Roura, propietario de un negocio familiar en Barcelona. La familia de Roura ha vendido materiales de construcción por 80 años, pero luego de varias crisis, aunado a las restricciones que se colocaron en su momento a causa del COVID-19, no ha tenido otra opción que cerrar el negocio.

“No tengo ni un euro y la semana pasada los del Sindicato de Inquilinos me dijeron que ya no me pueden dar de comer”, se lamentó Roura.

El propietario del local ha explicado que, durante el confinamiento por la pandemia del COVID-19 y también en las últimas semanas, ha tenido la oportunidad de comer gracias a la ayuda de sus vecinos.

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CRISIS YA HABÍA LLEGADO MUCHO ANTES DEL COVID-19

El negocio familiar ya estaba en números rojos desde el 2006. “Desde entonces, la facturación se redujo entre 30% y 40%”, ha indicado Roura. El negocio sufrió una segunda caída con la crisis del 2008 en España. Según Roura, la mayoría de los clientes dejaron de llegar y se inclinaron por el material de construcción de grandes almacenes.

Sin embargo, no todo el panorama es de color negro para él. Para Joan, tiene la suerte de pagar una renta “simbólica” por un apartamento amplio y muy luminoso al costado de la Ciutat Vella. “La he encontrado andando por la calle, pero esta me la quedo, no la vendo”, manifestó.

Cuando murió el padre de Roura, su madre fue la que continuó llevando el negocio junto a él. Finalmente, la jubilación de su madre en octubre hizo que perdiera todas las esperanzas. “No salen las cuentas Joan”, le repetía su madre constantemente.

Decenas de personas protegidas con mascarilla hacen cola para entrar en una biblioteca, en Barcelona, Catalunya. En Barcelona también se han resentido los efectos colaterales de la pandemia Foto La Hora/Marc Brugat/ Europa Press

La pandemia del COVID-19 vino a destruir cualquier proyecto que tuviera en mente y con pocos ahorros, la oportunidad de recuperar el negocio desapareció de golpe. “Antes yo tenía mucha plata, vivía muy bien. El fin de semana me iba a esquiar, salía a comer fuera cada día…” recuerda.

“Soy muy hábil, puedo arreglar cosas, restaurar muebles y tengo contactos en el barrio para hacer obras de arte” añadió. Después de 10 meses sin ingresos, los familiares de Joan han reconocido que se pudo haber “puesto las pilas” antes de que llegara la pandemia. Lamentablemente, 3,11 euros es la cantidad que tiene en su cuenta bancaria desde ya hace unas semanas.

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