Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior.   Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar.   Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.

 Imagino que, habiendo utilizado todos los recursos en su planeta natal, esas civilizaciones extraterrestres avanzadas se volverían nómadas, buscando conquistar y colonizar cualquier planeta que pudieran alcanzar.       Stephen Hawking

Mencionamos recientemente, en «La paradoja de Newcomb»,que una paradoja es una aparente contradicción, entre lo que se espera que suceda y lo que en efecto está sucediendo.    De hecho, la etimología nos lleva al prefijo «para», que aquí se interpreta como «en contra de», pues en otras ocasiones puede significar «al margen de», y en otras «junto a».    Así, por «paramilitar» entendemos aquello que se desarrolla al margen de las leyes militares, mientras que en «paráfrasis» el prefijo se utiliza para connotar aquello que va a la par, junto a, el texto del que se trata, explicándolo.

Por otro lado, doxa, en griego antiguo, es la opinión que podemos tener de algo.   Por ello, en paradoja (paradoxa) lo que se hace ver es que nos encontramos ante una situación que va en contra de la opinión general, que no corresponde al sentido común.   No obstante, los posibles usos del calificativo paradójico son muy amplios y variados.   En el caso de la paradoja de Newcomb expusimos una aporía, una contradicción lógica esencial que difícilmente podríamos resolver de una manera simple, sin entrar en antilogías o antinomias de algún tipo.   Otra paradoja similar, pero mucho más antigua, es la paradoja del mentiroso.

En esta oportunidad compartiremos una situación un tanto distinta, pues la paradoja no tiene que ver con las estructuras de pensamiento, lógicas, sino con los hechos, fácticos, o lo que es igual, con las observaciones que hacemos del universo.   Como es frecuente, las diferentes paradojas suelen ser reconocidas en forma epónima, esto es, con el nombre de las personas que las proponen o que las plantean, sacándolas a la luz ante el gran público.   La paradoja de Fermi, que ahora nos ocupa, corresponde a esta práctica, pues refiere a Enrico Fermi, remontándose a los años cincuenta, cuando el denominado fenómeno ovni empezó a cobrar fuerza.

Como muchas personas saben hoy en día, ovni es un acrónimo para «objeto volador no identificado» (en idioma inglés: ufo).   No es ajeno reconocer que el siglo XX presenció muchos cambios en distintos órdenes del saber, y la humanidad fue protagonista de varios saltos en la concepción del cosmos que habitamos, así como de la posición que tenemos en el mismo.   Un revolucionario avance, bastante impactante, fue la aviación.   Las nuevas generaciones aeronáuticas abrieron nuevas puertas para la movilización.   Específicamente, la llegada del motor a reacción le llevó al ser humano a plantearse seriamente la posibilidad de escapar completamente del campo gravitacional del planeta.

De aquí que los viajes hacia el espacio exterior dejaron de ser un tema de ficción para convertirse en otro de ciencia y tecnología.   Lo plasmado en una de las novelas de Julio Verne, «De la Tierra a la Luna», se transformó rápidamente en un proyecto tecnológico de primer orden.   Sin embargo, en complemento, esta misma idea, o posibilidad, lo llevó a considerar que otros habitantes de otros mundos visitaran la Tierra, o la hubieran visitado anteriormente.   Entonces se empezó a hablar de los extraterrestres, ahora tan populares en el cine, como aquellos seres provenientes de otros planetas.

Valga decir que, aunque hoy en día el término alienígena es considerado como un sinónimo de extraterrestre, en su sentido más estricto, el término latín alien significa extraño o extranjero, asociado a alter, que significa el otro, lo otro.    El tiro es que estas ideas dieron abundantes frutos en las mentes más creativas de la ciencia ficción, como bien sabemos por las películas actuales, o por los cómics de hace casi un siglo.   Esto nos lleva a 1950, cuando ya el caso Roswell había generado suficiente polvo como para permanecer en el imaginario que derivaría en todo tipo de teorías de la conspiración.

Después de todo, el titular «Las fuerzas aéreas capturan un platillo volante en un rancho de la región de Roswell», publicado días después al 2 de julio de 1947, venía a confirmar lo que medio mundo creía: que los extraterrestres eran reales y que fuerzas obscuras ocultaban sus visitas y hasta su presencia en nuestro planeta.   En la Wikipedia, en extraterrestre, se lee:

En la cultura popular, en la ufología y en la xenobiología, se denomina extraterrestre a todo ser vivo originario de cualquier sitio ajeno a la Tierra.​   La mayor parte de las personas solo tiene en cuenta esta definición al referirse a los seres provenientes del espacio exterior. Por lo general, la vida extraterrestre inteligente se asocia al fenómeno platillo volador.

Con este preámbulo, podemos ahora ubicarnos más fácilmente en el verano de 1950, cuando el prestigioso físico italiano, naturalizado estadounidense, ganador del Premio Nobel de Física, Enrico Fermi, conversaba en el almuerzo con algunos de sus colegas.   El tema, uno en boga, uno que la cultura popular había convertido en tema fundamental, era este de la interrogante sobre la vida alienígena.   En el comedor del laboratorio de Los Álamos, Edward Teller, Herbert York, Emil Konopinski y Enrico Fermi conversaban seriamente sobre la posibilidad de la vida alienígena.    Aunque existían razones estadísticamente sólidas para la existencia de un gran número de civilizaciones en el universo, Enrico Fermi preguntaba: ¿en dónde están?

Y justamente en esto consiste la denominada paradoja de Fermi, en la aparente contradicción que hay entre las estimaciones que afirman, con elevadísima probabilidad, de que existen otras civilizaciones inteligentes en el universo observable, y la absoluta ausencia de evidencia de que dichas civilizaciones están en algún lugar del cosmos.    La pregunta de fondo es: ¿Somos los seres humanos la única civilización «avanzada» en el universo?    El mismo Fermi explicaba sobre esto:

La creencia común de que el universo posee numerosas civilizaciones avanzadas tecnológicamente, combinada con nuestras observaciones que sugieren todo lo contrario, es paradójica, en lo absoluto, sugiriendo así que nuestros conocimientos o nuestras observaciones son inevitablemente defectuosas o en esencia incompletas.

El contexto en el que la paradoja fue formulada es relativamente importante.   Fermi expresaba: «¿Dónde están? ¿Por qué no hemos encontrado trazas de vida extraterrestre inteligente, por ejemplo, sondas, naves espaciales o transmisiones?»   De alguna forma, la respuesta que Fermi daba al asunto era un tanto fatalista.   Es importante mencionar que a Fermi se le concedió el Premio Nobel por sus trabajos sobre radiactividad inducida, y su influencia en la tecnología nuclear es innegable, a punto tal que al físico italiano se le conoce como el «arquitecto de la era nuclear».

El científico comprendía que la aparente paradoja no era otra cosa, sino la evidencia de que toda civilización avanzada desarrollaba, en el tiempo, una tecnología tal que guardaba el potencial para exterminarse a sí misma, como él percibía que estaba ya ocurriendo en la época en la que el Proyecto Manhattan, orientado a la creación de la bomba atómica, estaba en su apogeo.   Sin embargo, esta aparente contradicción no tiene necesariamente como respuesta el trágico final que Fermi imaginaba para la humanidad.   De hecho, existen varias posibilidades que amerita pasar a revisar, aun sea de una manera breve y superficial.

Como hemos mencionado, Fermi era ampliamente conocido por el desarrollo del primer reactor nuclear y por sus contribuciones en la teoría cuántica y de partículas, la física nuclear y la mecánica estadística.   Fue un experimentador nato, y a la vez un teórico de primera clase.   Empero, Enrico Fermi era sobresaliente haciendo estimaciones, basándose en simples hipótesis de partida, situaciones conocidas como «problemas de Fermi».   Destacan, por ejemplo, cuántos pelos tenemos en promedio en la cabeza o cuántos afinadores de pianos hay en tu ciudad.   Se dice que estimó la potencia de la detonación de la primera prueba de una bomba atómica partiendo del movimiento de unos cuantos papelitos.

En la paradoja que nos atañe, existen dos aspectos que se contraponen, que nos dicen asuntos distintos, contradictorios.   Por un lado, los cálculos teóricos de la posible vida extraterrestre inteligente, dicen que esta se encuentra en algún lugar del cosmos, mientras que, por el otro, las observaciones nos dicen que no hay vida afuera de nuestro planeta.   Para ofrecer un primer análisis, deberíamos recurrir a los detalles desde ambas posiciones, las cuales han sido revisadas y vienen desarrollándose desde hace setenta años.   Fermi fue el promotor idóneo de la aparente contradicción, porque implicaba autoridad desde ambos puntos de vista.

Por el lado de los cálculos, se encuentra la ecuación de Drake, que sirve para estimar el número de civilizaciones extraterrestres con las que finalmente podríamos ponernos en contacto.   La ecuación fue concebida en 1961 por el radioastrónomo Frank Drake, presidente del instituto SETI, e identifica los factores específicos que, se cree, tienen un papel relevante en el desarrollo de las civilizaciones.   Es importante mencionar que, aunque no se cuenta con datos suficientes para alimentar la ecuación, la comunidad científica la ha aceptado como una primera aproximación teórica al problema, utilizándose de varias maneras

En el siglo XIX no se tenía una noción del tamaño del universo, puesto que se mantenía la idea de un cosmos infinito.   Ahora sabemos que el universo observable es finito y está conformado por una inmensa cantidad de galaxias. ¿De cuántas galaxias estamos hablando?   Imagínese, el lector o lectora, entre 100 y 400 miles de millones de galaxias, y a la vez, en cada una de ellas otro tanto similar de estrellas, esto es: cientos de millardos de estrellas en cientos de millardos de galaxias.   Resulta virtualmente imposible que no exista la vida como la que tenemos aquí en la Tierra.   Entonces surgen muchas interrogantes: ¿estamos solos en el universo?   ¿creaturas inteligentes?   ¿civilizaciones más avanzadas?

Los anteriores quizá no sean cuestionamientos del todo nuevos, pero ahora, desde Fermi, las interrogantes se han agudizado y han tomado nuevos rumbos.   Quisiéramos abordar todas las respuestas que se han venido dando al aparente enigma que hace setenta años fue desvelado.   O, al menos, a las más importantes.   Sin embargo, no contamos con el espacio para darles un adecuado tratamiento.   Lo único que podemos hacer es esbozar, de manera muy breve, la lógica fundamental de los principales abordajes, en la intención de que quien nos lee se aventure a evaluar las diferentes perspectivas.

Después de esta primera aproximación, podríamos pasar a un análisis más detallado de lo que cada una implica, pero esto lo dejaríamos para una próxima oportunidad.   Como referencia, dejamos aquí este enlace, que te llevará a las 14 soluciones que se encuentran en la Wikipedia.   Algunos hablan de dos decenas, mientras otros reducen la cantidad a cuatro.   A su vez, existen muchos videos, muy didácticos algunos, y te recomendamos en particular este vídeo de wix, que te llevará a la parte primera de los dos vídeos, donde se explica con dibujitos y de manera muy amena, tanto el planteamiento como algunos detalles y las soluciones más relevantes que se han planteado.

La primera solución, la más simple, es apegarse a las observaciones, rechazando, en forma radical, los cálculos y las  estimaciones.   Esto nos lleva a una sencilla conclusión: estamos solos en el cosmos.    En este extremo de la balanza, investigadores de la Universidad de Oxford defendían, en  2018, que la posibilidad de aparición de vida se ha sobrestimado en la ecuación de Drake.  Afirmaban: «la probabilidad sustancial de que no haya otra vida inteligente en nuestro universo observable. [ se encuentra ] entre un 39 % y un 85 %, lo que asciende al intervalo entre un 53 % y un 99.6%, si se trata de nuestra galaxia.     Por inverosímil que parezca… cabe preguntarte: ¿podría ser así?

Una segunda, quizá la más verosímil, refiere al tamaño del universo.   Conviene recordar que las comunicaciones, ni nada material, pueden viajar más rápido que la luz.   Si tomamos en cuenta que el diámetro de (solo) nuestra galaxia supera los 150,000 años luz, eso nos da una idea de lo que tardaría en llegar una señal, o algún visitante, desde los otros confines.   Ni se piense en la extensión de todo el universo.    Nuestras señales de radio llevan poco más de un siglo emitiéndose, por lo que nuestra presencia solo podría ser detectada apenas en un radio de unos 100 años luz.

En otras palabras, aunque el cine y las novelas de ciencia ficción nos tiene (mal) acostumbrados a la idea de los viajes interestelares, a ciencia cierta estas posibilidades no son como nos las pintan.    Por ello lo que se dice en el párrafo anterior es fundamental para comprender de qué dimensiones estamos hablando.   Aun cubriendo un ínfimo 1 % de la galaxia, esto no representaría ninguna base para negar posibles comunicaciones.   Estudios sobre la cobertura de las transmisiones de radio desde distintos planetas establecen que son requeridos miles de años para llegar a un sondeo probabilísticamente aceptable.  Este punto va asimismo en la vía de cualquier tipo de emisiones alienígenas.

Las otras variantes de las hipótesis para el no contacto no son, ciertamente, muy alentadoras.   La primera es que, dado el tiempo de existencia y el tamaño del universo, primero nos extinguiremos antes de entrar en contacto con alguna otra civilización.   Es decir, incluso aceptando una visión optimista, muchos científicos han llamado la atención sobre el hecho de que las estimaciones tipo Drake no tienen en cuenta que las civilizaciones nacen, se desarrollan y mueren.   Así, las unas y las otras no tendrían por qué solaparse en el tiempo… no tendrían por qué encontrarse.   Imagínese a únicamente dos personas habitando el mundo.   Lo más probable, es que nunca se enterarían de la existencia del otro.

Las restantes propuestas de solución a la paradoja de Fermi giran en torno de la que se ha llamado la hipótesis del zoo, que afirma que estas otras criaturas inteligentes, mucho más avanzadas, nos vigilan, sin revelar su presencia, siendo nosotros para ellos como los animales de una reserva natural.   Esta hipótesis adquirió especial importancia en la década de los setenta, con los trabajos de Thomas Kuiper y Mark Morris.   Los investigadores argumentaban que los alienígenas nos preservan, como en cuarentena, hasta que podamos ofrecer algo substancioso y aprovechable para sus intereses.

Finalmente, conviene mencionar que las conjeturas previas, todas, van de la mano con la denominada escala de Kardashov, mencionada en el artículo sobre nuestra supuesta conquista del espacio, en la corta visita a nuestro satélite natural.   En suma, mucho material para indagar y darle continuidad a esta publicación.    Contamos con tu próximo seguimiento y lectura.

Fuente de imágenes    ::

[ 1 a 3 ] Imágenes editadas por Vinicio Barrientos Carles    ::    https://es.wikipedia.org/wiki/Enrico_Fermi     +       https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/paradoja-fermi-y-existencia-vida-extraterrestre_14031     +     https://www.bbvaopenmind.com/ciencia/fisica/cinco-soluciones-a-la-paradoja-de-fermi/     +     https://www.youtube.com/watch?v=Y_NQZvkNahM

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