Max araujo
Escritor y gestor cultural

Uno de mis primeros descubrimientos al asumir el cargo como Director del Patrimonio Documental y Bibliográfico, en marzo de 2018, fue encontrar que  en los sótanos del edificio de la Biblioteca Nacional, pero con entrada propia sobre la 7 calle de la zona 1,  se encuentra una dependencia, que se trabaja de manera conjunta entre la Biblioteca Nacional «Luis Cardoza y Aragón» y el Benemérito  Comité Pro Ciegos y Sordos de Guatemala, dedicada a apoyar con equipo, mobiliario y  un acervo documental, a los no videntes. Un experto, pagado por el Ministerio de Cultura y Deportes, es el encargado de todo lo tecnológico. Dicha dependencia la dirige don Rafael Montoya,  no vidente, contratado como parte de la Unidad de Producción Bibliográfica, de la División de Educación y Rehabilitación, del mencionado comité

Dado que observé, cuando conocí la dependencia, algunas carencias, y que en uno de los salones se encontraba un conjunto de libros, desordenados, entre las primeras acciones que decidimos fue el ordenar el lugar, así como trasladar dichos libros a otro salón de la Biblioteca Nacional. Pintar además algunas de las paredes, la puerta de ingreso y una pequeña baranda. Pusimos también tres pequeñas macetas con flores, dos pequeñas alfombras y algunos cuadros. Lo hicimos para cambiar el ambiente, para que fuera más agradable.  Se contó con el apoyo voluntario de algunos de los trabajadores de servicios generales de la Biblioteca Nacional.

Posteriormente por gestiones de la directora de la mencionada Biblioteca se renovó el equipo de computación y los escritorios que le sirven de soporte.  El ambiente cambió radicalmente. Pude notar la presencia de más no videntes y la alegría que reinó en muchas ocasiones, principalmente para las reuniones de ellos en  donde se puso una mesa larga con sus respectivas sillas. Para uno de mis cumpleaños, en 2019, me invitaron en ese lugar a degustar un pastel y me cantaron el “sapo verde eres tú”.  No tengo palabras para agradecer ese gesto. El buen humor de los presentes inundó el recinto. Casi todos ciegos.

Siempre he manifestado que las satisfacciones no tienen precio, sin embargo cómo agradecer a don Rafael Montoya, quien decidió que mi libro “de balas, de bolos y de bolas” publicado por la editorial Nueva Narrativa, en el 2014, se trasladara al sistema braille por medio del programa que ellos tienen, para disfrute de los lectores no videntes, y que al mismo tiempo un lector haya reproducido el primer cuento de dicho libro de manera auditiva. Pero además, con el apoyo de la Directora General de la Biblioteca Nacional, Licda. Ilonka Matute, se realizó un acto de presentación de dicha edición, en un solo ejemplar, en el Salón Landívar, el más importante de esa dependencia. Los asistentes fueron en su mayoría no videntes.

Meses después, posterior a una conversación que tuvimos con el poeta Enrique Noriega, Premio Nacional de Literatura,  encargado de la Unidad de Fomento del Libro y la Lectura del Ministerio de Cultura y Deportes,  sobre el importante trabajo  que se realiza en la dependencia indicada al inicio de este texto, él le propuso a don Rafa que el proyecto de casetes que el coordinó -es decir Noriega-   a mediados del año noventa del siglo pasado, con las voces propias de escritores guatemaltecos,   se traslade al formato en discos que se utiliza en el programa para no videntes.  Tengo entendido que dentro de poco se presentará ese trabajo.

El acervo documental del programa de la Biblioteca Nacional y el Benemérito Comité Pro Ciegos y Sordos de Guatemala es extenso, y se puede apreciar cuando se visitan las instalaciones. En el mencionado acervo se encuentran algunas  publicaciones  de libros en braille de Editorial Cultura, que se realizaron bajo la dirección del poeta, escritor y crítico literario, Francisco Morales Santos, también Premio Nacional de Literatura, en colaboración con la ya indicada Unidad de Producción Bibliográfica, de la División de Educación y Rehabilitación del mencionado Comité. Los libros son “La magia de siete colores” de Delia Quiñonez, y “El libro de los Habitantes del aire” de Vania Vargas. Las dos ediciones en 2013. Pero también, no recuerdo el año, de unos fragmentos del Popol Vuh, así como de un libro de Carmen Matute. Un trabajo hermoso que ha pasado desapercibido pero que demuestra el trabajo serio, responsable y comprometido de Morales Santos, cuando fue director de dicha editorial.

Como una anécdota personal recuerdo que en los años noventa realizamos, los miembros de la Junta Directiva del Instituto de Cultura Hispánica, en la entonces llamada Plazuela España, una réplica la feria del Día del Libro y la Rosa de Sant Jordi, de Barcelona, con varias librerías que pusieron estands para sus ventas. Para esa ocasión se nos donó por parte de la asociación “La Once”, de España, un conjunto de libros publicados en braille, para ser vendidos y distribuidos en Guatemala. Fue mi primer encuentro visual con dichas publicaciones. En mi ignorancia me sorprendió no ver letras, ni colores, ni dibujos, solo pequeñas perforaciones y puntos resaltados. Una risa se desprende de mis labios cuando recuerdo mi sorpresa. La ignorancia no es justificación.

Artículo anteriorMádaba (2013)
Artículo siguienteLa paradoja de Newcomb