Julio Palencia

Los méritos personales y políticos de Alejandro Cotí exceden los requeridos para escribir uno o varios libros en su nombre, acerca de su vida y su lucha, que fue y es la lucha del pueblo guatemalteco. Hay motivos suficientes para enaltecer y celebrar la vida de este hombre que el próximo 8 de octubre cumpliría 70 años. ¡70 años¡, asesinado a los 27 en 1980.

¿Qué país, qué ciudadanos, qué instituciones, qué intelectuales, esperan a que transcurran 42 años para escribir sobre uno de sus hijos más destacados? 42 años. El olvido, ejercicio de negación. El olvido, práctica de ninguneo. Y por supuesto, no me refiero aquí a la ultraderecha macabra y delincuencial que ha gobernado y gobierna el país. Y tampoco me refiero al olvido obligado, forzado con el transcurrir de los años, al que se ven sometidas nuestras generaciones de jóvenes como senda casi única de sobrevivencia. Me refiero más bien a los restos de lo que logró sobrevivir de la izquierda guatemalteca., siempre fragmentada y sectaria, siempre lastimosamente enfrentada entre sí, blandiendo su razón de parcela diminuta.

Guatemala, así, no tiene destino decente. En 1954 se cerraron unas puertas que no hemos logrado abrir desde entonces. Allí quedó el reguero de cadáveres y desaparecidos que la mafia militar y económica dejó en 36 años de una guerra desigual. Y el vergonzoso beneplácito del gobierno de los Estados Unidos, su visto bueno, su hipocresía rampante.

Allí se agotaron los afanes y fueron truncados los ideales libertarios, de igualdad y justicia, de muchas generaciones, incluyendo la de Alejandro Cotí.

Viene también este libro a recordarnos la promesa que nos hicimos de una universidad autónoma, de una universidad de libre pensamiento, independencia y con vocación democrática, una universidad hoy cooptada y desvirtuada, denigrada.

Es este libro la suma exponencial de muchas voluntades y de muchos esfuerzos. A la vista de todos los participantes era un libro necesario. Muchas gracias a todos los que sí decidieron participar y gracias igualmente a los que participaron de otras muchas maneras. Un esfuerzo colectivo, un resultado final. Gracias a Editorial Praxis por hacerlo posible, gracias especiales a su director, Carlos López, quien nos acompaña en esta mesa. Gracias al FCE de Guatemala por permitirnos utilizar sus instalaciones y por su invaluable ayuda en la organización de este evento.

Guatemala, la sin remedio, quizá tenga una salida, quizá pueda abrir esa puerta clausurada. Pero eso involucra puntos y conceptos que aún hoy son tabú en nuestra sociedad.

Guatemala es un universo político destrozado, cooptado: la derecha decente, el legítimo conservador, la izquierda y sus vertientes, lo que queda de ella, están casi desaparecidas. Nuestro universo político está rebasado y destruido por la mafia militar y económica que se apropió del país en 1954.

Somos un país socialmente desmembrado.

El tejido de una patria decente todavía es una deuda. Difícil, muy difícil siquiera imaginarlo. Una patria que recuerde la tragedia de donde viene y donde se levante una historia hoy imposible. No me refiero a grandes hazañas, a tremendas batallas, a defendernos de enemigos terribles, a la hechura de actos heroicos: hablo del esfuerzo cotidiano, del esfuerzo sostenido, hablo de que la comida no sea ajena en los hogares de este país. Si en lugar de ver  a un hombre, a una mujer, a un ciudadano, al vernos de frente lo primero que vemos es a un indio, a un negro o a un ladino, no hay esperanza, tenemos el alma colonizada. Hoy somos, y hemos sido históricamente, una vergüenza.

Alejandro Cotí, amigo y compañero, impulsor de la unidad universitaria y el trabajo conjunto, gran orador, líder indiscutible, hombre de su tiempo y de los tiempos que aún no llegan, el más humilde de mis amigos, el más grande de mis maestros, esta patria que no levanta te extraña; en tu honor, en tu memoria, estas palabras.

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