Karla Olascoaga Dávila
Mucho tiempo evadí el tema, porque fue un gran desgaste emocional en mi vida y significó huir de mi paraíso construido en Atitlán, arriesgar la vida de mi hijo y la de mi familia , y sobre todo, porque significó una conexión inexplicable con lo sutil y trascendente, que vuelve a cobrar vida hoy, una década después.
Diez años después, la amistad con Sylvia Shaw Arrivillaga (+) que nació de la adversidad compartida, pervive en mi recuerdo. Ella era la coordinadora del Centro Cultural de la PDH que organizó el certamen de cuento al cual yo presenté mi relato Crónica de un asesinato anunciado, obteniendo el primer lugar.
Hoy precisamente, en mis búsquedas casuales de Internet, me asaltó de pronto un artículo de Plaza Pública, una entrevista que me hizo Itziar Sagone en esos momentos difíciles. La crónica de Karla O, le puso de título:Clic aquí Allí se describe el camino que siguió mi narración hasta llegar a tribunales, donde un autonombrado comité de seguridad de Panajachel impugnaba el premio, acusándome de difamación y calumnias con el objeto censurar y castigar mi osadía de denunciar, mediante la ficción, uno de los muchos actos criminales cometidos por ese “comité de seguridad”. Ante esa situación, la directiva de PEN Guatemala liderada por Carlos René García Escobar y Guillermo Paz Cárcamo asumieron mi caso como propio y convocaron a una conferencia de prensa donde patentizaron su postura en contra de la censura y la judicialización de la libertad de expresión.
Hoy, 3 de octubre estando en Suecia como delegada del PEN Guatemala en el 88º Congreso mundial de PEN Internacional, irrumpe casualmente esa nota periodística para recordarme que un día como hoy esos grupos paralelos asesinaron a Luis Gilberto Tián Senté, jóven de 23 años, cuyo caso motivó la escritura de mi cuento. Y también para recordarme que estoy aquí por él precisamente.
Muchas plumas de periodistas y defensores de derechos humanos me acompañaron en 2012 durante el escrutinio al cual fui sometida en un proceso penal (no civil) en el que “los patos le tiraban a las escopetas”. Dos de los autores materiales e intelectuales del asesinato de Senté han muerto de formas terribles y dolorosas los últimos dos años, el tercero cumplió su condena en prisión y vive tranquilo en el pueblo.
Una década después, ya no siento ansiedad cuando veo el pasado, el corazón ya no me late apresurado pensando que amenazaron de muerte a mi hijo, ya no siento angustia por estar arraigada a causa de esa narración, ya no despierto sobresaltada pensando en como la maldad humana encuentra formas para retorcer las verdades y engañar despiadadamente a las masas ingenuas, desinformadas y presas de su fanatismo. Ya he visitado mi paraiso perdido algunas veces y ya me he perdonado por renegar de la palabra. Lo que no puedo perdonar es la fiereza de una jauría humana, el asesinato de un ser humano en manos de diez, veinte cobardes. Eso no tiene perdón de Dios, ni de los hombres, ni perdón Universal. Eso no tiene otro nombre que no sea el de crimen.
Y si, Luis Gilberto, hoy, 3 de octubre, noche en que tu sangre corrió por las calles de Panajachel, tu alma se volvió a acercar a la mía para susurrarme nuevamente que se cumplieron diez años y para recordarme que pese a todo, las cosas no han cambiado mucho. El tiempo ha pasado y tu pequeño hijo ya tiene 14 años y merece saber -o leer algun día- que su padre fue una víctima inocente de las fieras sedientas de sangre.
La maldad existe. A veces puedo verla frente a mi disfrazada de rostros diversos, en preguntas malsanas, egos ridículos y petulantes, noticias terribles y amarillistas, cantos de guerra, discursos de odio justificados, abuso de autoridad, insultos, bulling, golpes, zancadillas, empujones al vacío, hipocrecía y traición, dobles narrativas, envidia, rumores infundados, veneno que cala en el crédulo, manipulaciones que envenenan, acoso y autoritarismo, corrupción. La maldad existe pero también existe la bondad, el muro impenetrable que no debe dar cabida ni prestar oído al comentario insidioso, o al egoísmo, ni a la historia lastimera o a la queja infundada mucho menos al victimismo, o al chisme malintencionado que parece insignificante, porque entre insignificancia e insignificancia va ganando espacio el averno.
Hoy, repaso la nota de Itziar y recuerdo todo aquello con la frialdad que otorga la distancia: “El día de la feria del pueblo, el 3 de octubre (…) , se supo, por testigos presenciales, que un grupo de personas encapuchadas agredieron a tres jóvenes en las cercanías del estadio de Panajachel, dos de ellos lograron escapar de sus atacantes, el tercero nunca más apareció. Sólo se encontraron sus zapatos ensangrentados en las cercanías del río San Francisco. Testigos también relatan que el cuerpo inerte y ensangrentado de ese joven fue arrastrado por las calles del pueblo.”
Ese es el porqué de estas líneas, porque el que calla otorga y porque la memoria de un inocente debe estar presente para honrarla. Porque la oscuridad reinará si nos callamos. La palabra es un arma, dijo la prestigiosa novelista Siri Hustvedt, disertante y conferencista invitada a la apertura del Congreso PEN 2022. Yo tengo la certeza que a ese tipo de espacios no se llega casualmente, al menos en mí sus palabras calaron hondo, muy hondo. Talvez porque no soy oradora ni política, soy escritora y la escritura es mi mejor herramienta, o la única.
Que mis oídos y mis letras sirvan para homenajear tu silencio impuesto con violencia, Luis Gilberto. Que lo sutil siga moviéndose en el mundo de lo tangible para que podamos percibir y sentir más allá de lo que vemos y escuchamos, para que recordemos y homenajeemos a los millones de voces silenciadas a lo largo de la historia de nuestra “civilización”. Que el amor universal o divino nos toque a cada instante y nos marque para siempre de un modo u otro, al menos inoculándonos un milímetro de empatía ante el prójimo. Que los amargados sonrían algún día aunque después les duelan las mandíbulas oxidadas por la falta de costumbre. Que siempre haya un porqué esencial para seguir siendo libres. Que los fanatismos caigan por su propio peso. Que estas líneas lleguen a quienes estén dispuestos a verlas y les permitan pensar y sentir por un momento que la vida es mucho más que comer, dormir, trabajar y sobrevivir, porque la vida también es sentirnos dignos haciendo el bien y -como todo- un día llega y al siguiente se acaba.
Si las vidas pasadas existen, podría llegar a creer que hace diez años intentaron quemarme nuevamente en la hoguera. No lo lograron. Quisieron borrarme, borrar mis escritos, anular mi voz. No pudieron. Aquí una muestra de ello, mi cuento Crónica de un asesinato anunciado: Clic aquí