Max Araujo
Escritor y gestor cultural

De mis visitas a la Biblioteca Nacional de Guatemala, al Archivo General de Centroamérica y al Museo del Libro Antiguo, ubicado en La Antigua Guatemala -tres dependencias del Ministerio de Cultura y Deportes- he constatado la existencia de libros antiguos, de mucho valor histórico, que a su vez son joyas del patrimonio documental y bibliográfico de Guatemala, que son resguardados con mucho cariño y respeto por los encargados.

Dicho lo anterior cuento cuatro experiencias. La primera se relaciona, cuando estando de peregrinación en Israel, en 1984, con un grupo dirigido por el padre Ramón Adán Sturze, fundador del movimiento Módulos de Esperanza. pude ver en un museo, construido especialmente para su exhibición, en  urnas de vidrio, los rollos que fueron encontrados por un beduino en una cueva en Qumrán, cerca del mar Muerto en lo que ahora es Cisjordania. Son manuscritos, en su mayoría en hebreo, arameo y griego. Se cree que datan aproximadamente del siglo III a. C. En ese viaje pude también conocer la región en donde sucedió el hallazgo

El segundo hecho se relaciona con la visita que en 1988 hicimos al Archivo General de Centroamérica, en la cuarta avenida de la zona 1 de la ciudad de Guatemala, con un grupo de escritores chiapanecos, que participaban en el Congreso de Literatura Centroamericana que, con el apoyo del Ministerio de Cultura y Deportes, la Comunidad de Escritores de Guatemala organizamos en el Centro Cultural Universitario de la USAC; antiguas instalaciones de la Facultad de Medicina, en la segunda avenida de la zona 1. Estos escritores fueron Eraclio Zepeda, Elva Macias y Juan Bañuelos. No recuerdo si en el grupo estaban también Oscar Oliva y  Carlos Monsiváis. Este último, no siendo de Chiapas,  vino en la delegación mexicana, que asistió a dicho congreso.

En esa ocasión se nos mostró  el original de   “La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”,  de Bernal Diaz del Castillo. Obra que según Carlos Fuentes es la primera gran novela del nuevo mundo. Una afirmación que expresó en una clase inaugural en la Universidad Complutense de España, a fines del siglo pasado.

Recuerdo con afecto ese hecho. La emoción y los comentarios de los visitantes me impresionaron. Pude ver las lágrimas de Eraclio Zepeda, diciendo al mismo tiempo esto no se puede expresar. Fue la primera vez que vi ese texto.

En el mismo Archivo, en la primera década del siglo que vivimos, pude ver y ojear con varios compañeros del Comité Nacional Memoria del Mundo, el original de “Recordación Florida” de Francisco Fuentes y Guzmán, cuando preparábamos la candidatura de este texto para “Memoria del Mundo”, uno de los programas de UNESCO en cuanto a patrimonios del mundo. La candidatura fue aceptada y en su momento, 2017, se hizo la declaratoria respectiva.

Esta obra ha generado un interés muy particular de la doctora Dora Mancheva de la Universidad de Ginebra, con quien nos hemos mantenido en contacto. Según ella esta obra, escrita en  1690, es una  especie de crónica de los principales acontecimientos de la historia de Reyno de Goathemala hasta el momento en que fue escrita,  Siglo XVII.

Ella, en una conferencia que dio por internet, indicó que  algunas facetas de mayor relieve de la obra son: Apuntes de la Conquista y hechos destacados: Heroicidad de los criollos. Costumbres y ritos de los indígenas; su arte militar, su escritura. Flora y fauna de Mesoamérica, por lo que se puede considerar, sin exagerar, dijo, una auténtica obra enciclopédica sobre esta región.

Y por último, recuerdo de manera entrañable, cuando estando de visita en la casa de la familia, del ya fallecido Jorge Román Lagunas, – el hermano chileno que me dio la vida-,  ubicada en las afuera de Chicago, de esto hace unos diez años, me dio la sorpresa de llevarme a la Biblioteca Newberry, de esa ciudad, para que pudiera ojear, con detenimiento, provisto de guantes, y con todas las medidas de seguridad el original del Popol Vuh, que según se dice fue extraído de las colecciones de la Universidad de Guatemala por el abate Charles Brasseur de Bourbourg, quien lo publicó por primera vez en 1861. La obra es conocida también con el nombre de “Libro del Consejo”.

La vida aún no me dado el privilegio de ver originales de los códices mayas, pero no pierdo la esperanza. Aún me siento joven.

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