Timothy Snyder

Ten una vida privada

Los gobernantes más repugnantes usarán lo que saben de ti para presionarte. Elimina regularmente el malware de tu computador. Recuerda que el correo electrónico es como la publicidad aérea. Considera el uso de formas alternativas de Internet, o úsala menos. Ten contactos personales cara a cara. Por esa misma razón, resuelve todo problema legal. Los tiranos buscan el gancho para ahorcarte. Deshazte de los ganchos.

Lo que la gran pensadora política Hannah Arendt entendía por totalitarismo no era un estado omnipotente, sino la supresión de la diferencia entre vida privada y pública. Solo somos libres cuando controlamos lo que las personas saben de nosotros, y en qué circunstancias llegan a saberlo. Durante la campaña de 2016 dimos un paso hacia el totalitarismo, sin siquiera notarlo, aceptando como algo normal la violación de la privacidad electrónica. Ya sea que lo hagan agencias de inteligencia estadounidenses o rusas, o a ese respecto cualquier institución, el robo, la discusión o la publicación de comunicaciones personales destruye un fundamento básico de nuestros derechos. Si no controlamos quién lee qué y cuándo, no tenemos capacidad para actuar en el presente o planear para el futuro. Quien pueda penetrar tu privacidad te puede humillar y perturbar tus relaciones a voluntad. Nadie (excepto quizá un tirano) tiene una vida privada que pueda sobrevivir a la exposición pública por una orden hostil.

Las bombas cronometradas de correo electrónico de la campaña presidencial de 2016 fueron también un poderoso medio de desinformación. Las palabras escritas en una situación solo tienen sentido en ese contexto. El mero hecho de sacarlas de su momento histórico y llevarlas a otro es un acto de falsificación. Lo que es peor, los medios traicionaron su misión cuando siguieron las bombas de correo electrónico como si fueran noticias. Pocos periodistas hicieron el esfuerzo de explicar por qué la gente decía o escribía las cosas que hacía en ese momento. Mientras tanto, al transmitir las violaciones de la privacidad como noticia, los medios se dejaron desviar de los sucesos diarios. En vez de reportar la violación de los derechos básicos, en general prefirieron satisfacer descuidadamente nuestro interés intrínsecamente lascivo en los asuntos de otras personas.

Arendt pensaba que nuestro apetito por el secreto es peligrosamente político. El totalitarismo suprime la diferencia entre lo privado y lo público no solo para privar de libertad a los individuos, sino también para alejar a la sociedad de la política normal y desviarla hacia teorías conspirativas. En vez de definir hechos o generar interpretaciones, somos seducidos por la noción de realidades ocultas y conspiraciones oscuras que lo explican todo. Como aprendimos de estas bombas de correo electrónico, este mecanismo funciona aun cuando lo que revelan carece de interés. La revelación de lo que una vez fue confidencial se convierte en la historia. (Es sorprendente que los medios sean en esto muchos peores que, digamos, los reporteros de modas o los deportivos. Los reporteros de modas saben que las modelos se quitan el vestido en los camerinos, y los reporteros deportivos saben que los atletas se dan una ducha en el vestuario, pero no dejan que los asuntos privados suplanten la historia pública que supuestamente están cubriendo.)

Cuando seguimos con demasiado interés asuntos de dudosa relevancia en momentos elegidos por tiranos y espías, participamos en la demolición de nuestro orden político. Sin duda, podemos pensar que no hacemos más que ir al paso con los demás. Esto es cierto; y es lo que Arendt describió como conversión de la sociedad en “multitud”. Podemos intentar resolver individualmente este problema, asegurando nuestros computadores; también podemos intentar resolverlo colectivamente, apoyando, por ejemplo, a las organizaciones que se preocupan por los derechos humanos.

Artículo anteriorBenzema, Courtois, De Bruyne, finalistas al Jugador del Año
Artículo siguienteAda Valenzuela