Ramiro Mac Donald
Semiólogo
Presentación del Libro EN EL LIBRO: “ERA BELLO Y MALO COMO SATÁN…”

Buenas noches. Quiero agradecer esta oportunidad que me brinda la editorial Nueva Academia, Serie Periférica, de acercarme y acercarlos a una obra de trascendencia literaria. Me siento honrado por haber sido invitado para realizar un corto estudio sobre el libro de Mario Antonio Sandoval “Era bello y malo como Satán…” y además compartir esta actividad con la admirada profesora, académica y respetada intelectual Delia Quiñonez.  Así también, estar en una mesa al lado del autor y del Director de la editorial, Luis Pedro Villagrán representante de las nuevas generaciones intelectuales de Guatemala. 

Voy a enfocar mis observaciones desde una mirada semiótica, énfasis literario, con la idea de colaborar desde mi especialidad (poco común) que estoy seguro permitirá abrir una perspectiva inédita sobre este texto que recién sale de la imprenta, y que viene a enriquecer la literatura guatemalteca. Además, porque la considero novedosa y refrescante.   Comencemos…

  • Lectura metalingüística de obras literarias asturianas

En la página 185 del libro que ocupa nuestra atención, justifica plenamente la razón de mi lectura semiótica. Por cierto, es el penúltimo párrafo. Cito textualmente: “Es de considerar el aporte lingüístico abundante que Asturias ofreció al país y a los hispanohablantes. La decisión (de Sandoval) de escribir la definición de las palabras propias del guatemalteco se debe a la necesidad de revelar el código de la semántica guatemalense por el Nobel”. Fin de la cita. Mario Antonio Sandoval consideró como una obligación intelectual, interpretar un cúmulo de figuras literarias presentes en estas obras, porque representa la capacidad de Miguel Ángel Asturias de utilizar de manera no tradicional el lenguaje para, de singular manera, dar a luz nuevos significados…y crear belleza. Esto representa, me atrevo a calificarlo, como plantear una paráfrasis especial. Porque Sandoval no hizo una simplificación de algunas partes seleccionadas del texto, sino escogió las que consideró más bellas, profundas e interesantes palabras y frases… y las hizo volver al seno de su propio código: al código chapín.  Su selección fue una decisión personal, pero dado su amor por la literatura y su conocimiento profundo del riquísimo universo asturiano, este libro representa un obsequio para nosotros sus lectores, por significar el buen criterio de un agudo y experimentado punto de vista: el del creador del texto interpretativo.

Y bien, entonces, Mario Antonio se propuso definir muchas de las palabras propias del guatemalteco, que aparecen en cinco obras de Miguel Ángel. Ese ejercicio literario puede ser calificado como una lectura semiótica desde la Función Metalingüística que Roman Jakobson (1977) propusiera en su ya célebre Ensayos de Poética, en el Congreso de Mundial de Lingüística, en 1960 y en el que diera a conocer a nivel mundial su propuesta de las Seis Funciones del Lenguaje, que después¸ mutatis mutandis, se aplican como Funciones de la Comunicación.

¿Por qué metalingüístico? Porque el mismo Sandoval señala su deseo de regresar al código, a ese código particular de donde fueron extraídas cada una de las expresiones lingüísticas. Y buscar el código, es lo que la función Metalingüística promueve. Recordemos a Giraud (2004) cuando sentenció: “La función metalingüística está centrada en el código del mensaje y tiene por objeto definir el sentido de los signos, aquellos que pueden ser no comprendidos adecuadamente por el receptor.”

Amplío un poco teóricamente para justificar mi postura. Esta función pretende explicar los códigos que se utilizan en el propio mensaje, con el objetivo de evitar confusiones o interpretaciones erróneas. Es la función, así bautizada por Jakobson, que remite la comunicación al signo, y como tal, centra su misión en aclarar los lenguajes que utiliza para transmitir una señal lo más clara posible. Se puede utilizar para mejorar la comprensión del mensaje y es posible hacerlo en el instante en que está aconteciendo el proceso, o bien a posteriori, como la utiliza Mario Antonio Sandoval en este bello texto que recupera muchas de las palabras que usamos los guatemaltecos, todavía hoy en día, a más de 100 años que Miguel Ángel Asturias las usara, en el marco de una literatura que tuvo gran impacto en el mundo, al grado de adelantarse a su tiempo… pero que aún en estas fechas pocos le reconocen.

Para abundar más. «La función metalingüística apunta al lenguaje cuya referencia es el lenguaje mismo», considera Urrutia-Cárdenas (1979, p. 195). La semióloga de origen belga Klinkenberg (2006) propuso llamarla metasemiótica, para que su nombre no generara confusión y se creyera que esta función se refiere únicamente al tema lingüístico. Al analizar la propuesta de Klinkenberg, considero que puede tener razón, pero es una idea que no ha calado en los sectores académicos y sigue siendo llamada como Jakobson la bautizó.

Esta función, entonces, permite a la lengua referirse al propio lenguaje, algo que es excepcional. Digno es recordar que el lenguaje humano es el único sistema de comunicación que puede hablar de sí mismo. Ningún otro animal que puebla la tierra puede hacerlo, ni el chimpancé (con su gran capacidad de aprender señas, muecas y sonidos) ni los delfines (lenguaje vastamente estudiado en los últimos años como un prodigio de la comunicación animal) están en capacidad de referirse a su propio esquema de comunicación. El ser humano puede analizar su lenguaje, debatir sobre él, desmenuzarlo, calificarlo, evaluarlo…

Así, pues, la función metalingüística busca aclarar y definir sentidos; puntualizar temas, significados, o referirse a la esencia misma del lenguaje. Es comunicación sobre la comunicación; comunicación en torno a la comunicación. Y considero que es uno de los grandes aportes de libro de Sandoval: representa un ejercicio metalingüístico que expone la belleza de cómo Miguel Ángel Asturias logró retratar el alma del guatemalteco, a través de nuestras expresiones populares, muchas ya olvidadas y otras presentes –todavía- en nuestra cotidianidad lingüística. Ese rescate que genera Mario Antonio es digno de resaltarlo. ¿Es una pasión filológica, inspirada por la herencia del abuelo y, por extensión, de su padre? ¿Corresponderá a ese amor que Sandoval tiene por las palabras, por los conceptos, por las expresiones? Ambas respuestas pueden ser acertadas, más… viniendo de un expresidente de la Academia Guatemalteca de la Lengua, no es nada extraño que alberguen esas pasiones y también se conjuguen con herencias intelectuales familiares.

Pero continuemos, porque el lenguaje es un sistema, un organismo vivo, tan vivo que puede mejorarse a sí mismo. Y Jakobson (1994) también incluye en el estudio del código las peculiares combinaciones entre las palabras. Las expresiones metalingüísticas como las del guatemalteco promedio, las charadas, las formas peculiares cómo hablamos los nacidos en esta tierra… fueron utilizadas por Miguel Ángel Asturias en lo que Mario Antonio Sandoval califica como un acto de orfebrería. Es decir, Asturias cincela cada frase, cada vocablo y les coloca –adentro- que el alma del chapín y las convierte en pequeñas obras de arte. Esta acción permitió que el Nobel diera a conocer al mundo ¡Nada menos que nuestra esencia de pueblo parlanchín, gracioso, ocurrente! Y, para que no se perdieran la connotación de esas denotaciones, Sandoval las rescata, meticulosamente, para la posteridad.  Recordemos que, la función metalingüística centra su atención en el código y también de algunas expresiones de cada región o país (Mac Donald, 2017, p. 93), esas expresiones que, en sus códigos centenarios, representan combinaciones y significados distintivos, porque nos distingue del resto del mundo. Entonces, podemos afirmar que Sandoval crea, con este libro, lo que se conoce con el nombre de metalenguaje –en conjunto- sobre los chapinazos o chapinismos. Que es un lenguaje con el cual se puede explicar el significado de los signos del propio lenguaje, de nuestro lenguaje chapín… y esta frase no es un juego de palabras.

Así, la función metalingüística le suministra a Sandoval enorme facilidad para que se comprendan estos mensajes, que en alguna medida pudiesen ser mal interpretados o poco comprendido y busca enfatizar en algunos términos que resultan difícil de entenderse, por lo cual explica y esclarece su significado. Esta función también la cumplen las reglas del lenguaje, que en muchos casos son violadas por los hablantes, pero que son aceptadas debido a la costumbre. La función metalingüística también permite referir el concepto del código de donde se extrae cada una. Y se desarrolla a través de explicaciones o de ejemplos que clarifican su sentido de comunicación, lo cual representa la esencia del libro de Sandoval, quien con abundantes ejemplos muestra esos conceptos que pueden perderse, olvidarse, extraviarse en las obras asturianas. El autor del libro que hoy ocupa nuestro interés, permite que el lector sea capaz de acceder a numerosos conceptos, matizando el verdadero sentido que se les debe dar… a veces porque estos tienen doble connotación, a veces porque es un lenguaje excesivamente localista y otras por la capacidad creativa de Asturias que no tiene parangón, oscurece sus significados. Además, recordemos que, sí es imposible extraer del signo significante el verdadero significado (semiótcamente hablando) es poco probable que haya comunicación eficaz o efectiva. Y, en ese laberíntico edificio de palabras con alma y acento chapín que es la obra del premio Nobel de Literatura, es fácil que un extranjero se pierda o se confunda. Pero, de ahora en adelante, podrá tener a la mano la obra oportuna de Sandoval para consultar en momentos de duda. Porque él se ha permitido apostillar la obra de Asturias, en el sentido de interpretar, explicar, aclarar, comentar con toda propiedad, muchos de los vocablos proveniente de estos 5 libros seleccionados.

Agrego que, cuando prevalece perturbación en cualquier código, es de donde nacen, surgen y se multiplican los equívocos, las malas interpretaciones, las dificultades entre emisor y receptor, entre lector y autor. De allí la importancia de hacer un trabajo metalingüístico como este, porque va al centro del código y lo desentraña. Porque un código acertadamente interpretado, permítanme una redundancia, válidamente decodificado, sí logra un significado ad hoc. Lo contrario es pura energía mal gastada, tanto por emisor como por receptor. Así, que, Sandoval nos economiza tiempo con esta insigne tarea de reingenería semiológica… de un noble trabajo de metalenguaje. Codificar bien y decodificar igualmente acertado, es el dilema al enfrentarse a obra como las de Asturias, en las que los sentidos de las palabras son múltiples o son desconocidos por un gran público internacional que accede a su obra en distintas partes del mundo o de jóvenes que en los últimos años no han estado en contacto con textos como la del Gran Lengua, en la que los dichos, giros idiomáticos, figuras retóricas y otros recursos literarios… revolotean en cada página, como cola de Quetzal para busca su nido, un asidero para ubicar su verdadero “sentido”. Cada palabra chapina salta al aire y convierte al lenguaje de Asturias en objeto de estudio, como en este caso, para aclarar lo que realmente significan, en una obra de minuciosa factura, como es el propio Mario Antonio.

  1. Novedosa piedra de Rosetta entorno a la obra asturiana

Para ir cerrando, Mario Antonio Sandoval con este valiosísimo libro, logra dar portentosas cinceladas semiológicas, al extraer los códigos del lenguaje guatemalteco, a varias de las obras de Asturias. Al encontrar joyas textuales con naturaleza chapina, reescribe, reedita el bello concepto de la Piedra de Rosetta, tan valiosa para la Humanidad.  Le imprime un nuevo giro literario a esa estela de color negro, de granodorita, encontrada en 1799 por la campaña militar francesa, encabezada por Napoleón en los territorios egipcios, impresa con un decreto del faraón Plotomeo V, que incluía tres textos similares: uno de escritura jeroglífica y dos antiguas. ¿Será considerado este libro de Sandoval como un proceso moderno de decodificación, parecido al que Champollion realizó, cargado de significados y significantes, en esta ocasión de guatemaltequismos? En este libro Sandoval extrae las claves de interpretación de muchas palabras que bien pudieron perderse para siempre. Hoy han quedado impresas en esta bella edición de la Serie Periferia que representa un verdadero homenaje a Asturias. Un merecidísimo homenaje. Y eso es porque el lenguaje de Asturias puede resultar encriptado, oscuro, misterioso para muchas personas. Esta obra me ha hecho reflexionar sobre a que algunas de nuestras expresiones son tan peculiares, tan ricas e insufladas de un riquísimo nivel sonoro… y afortunadamente ahora Sandoval, como amante de la palabra escrita o pronunciada, consideró oportunamente que no deberían perderse, en lo que yo me atrevo a calificar fue un acto metalingüístico puro.

La recolección de cada expresión, por medio de acuciosa observación que hizo Sandoval, por medio de la función jakobosioniana, permite un estudio analítico muy parecido al que ha servido para resolver los jeroglíficos de antiguas civilizaciones, como la egipcia o la maya. Lo que se necesita, en ambos antípodas culturales, es la comprensión del código. Incluso en el título del libro, Sandoval presenta una clave de lectura, como bien explica el semiólogo Pierre Guiraud (2004, p. 16): “con frecuencia, el título de una obra de arte remite mucho más al código adoptado que al contenido del mensaje”. Quien haya leído el Señor Presidente, obra señera de Asturias, seguramente identificará el nombre de Cara de Ángel, con la frase: Era tan bello como tremendo, perverso, malo. Este es un recurso de recodificación creativa, pues Sandoval utiliza este detalle para atraer la atención de quienes conocemos el universo literario asturiano y advertimos que, con esa frase emblemática, designa a uno de sus personajes más célebres e inolvidables de todas sus obras. Un Cara de Ángel que fascina al lector, porque es desconcertante: por un lado, un ser humano con derecho a una vida plena, pero por el otro, el característico aprovechado del poder omnímodo del Sr. Presidente y deleznable por sus actitudes: arribista, adulador, etc.

Ya desde la tapa del libro, pues, Sandoval plantea con antelación la función que va a utilizar en todo el texto y lo hará para descubrir profundos significados chapines. El propio nombre del libro nos remite de manera directa, al lugar simbólico de donde se ha tomado. Y por eso, como afirmaba el propio Jakobson, es necesario que la comunicación pase del emisor al receptor sin mayores alteraciones, y eso solo puede darse si existe un código más o menos común entre ambos. Aunque, Kerbrat-Orecchioni, considera que jamás puede prevalecer 100 %  un código común, o sea en forma exacta o perfecta. Habrá –eso sí– similitudes muy grandes, pero nunca total comunión… pero eso es lo interesante de las bellas artes: que abre los códigos a múltiples interpretaciones, aunque de pistas o señales para decodificar su esencia.

En el área lingüística, Jaques Reboul (1986) analizó metodológicamente las funciones de la comunicación de Jakobson como método para descubrir el discurso ideológico, el discurso del poder que hay detrás y a cada función del lenguaje le atribuye un valor. Según este intelectual francés, la función metalingüística es el valor de la corrección. Lo pertinente sería, entonces, si es correcta o incorrecta cada decodificación que se utiliza como ejemplo, en este libro. Incluso cuando el código está débilmente estructurado, porque es cuando más se pone en duda su efectividad y la función metalingüística resulta necesaria para aclarar los significados correspondientes. Por tanto, según Reobul, la metalingüística es la función de la corrección; aquella que establece no la veracidad, ni la belleza del mensaje, tampoco si este es legítimo o si pretende ser educativo, sino si es correcto el código que se usa en el mensaje analizado. Porque si no, corre el peligro de no entenderse adecuadamente. La corrección, pues tiene un sentido metalingüístico.

Klinkenberg, por su parte, tiene una interesante postura. La búsqueda para clarificar el código de comunicación es parte de la función metalingüística, pero también cumple una función referencial, porque informa sobre el código que se usa para la propia comunicación y se refiere a un sistema. En tanto, Klinkenberg sugiere una cercanía muy estrecha entre las funciones de Jakobson, metalingüísticas y conativas, ya que ambas tienen como objetivo optimizar el funcionamiento del proceso. También, dice la autora, habrá que tomar en cuenta que más de alguna función puede ser asumida por diversas formas de comunicación.

Para finalizar este recorrido teórico, no puedo dejar a señalar que los discursos son tejidos de voces, como bien lo expresaba Barthes (1994): lo que nos hace recordar, también, el concepto de polifonía, bajtiniano. Los códigos se entretejen en el texto, que en latín significa tejido. Un texto es un tejido de significados que se vehiculizan por estos códigos, en capas de sentido, como las populares hojaldras de las ferias cantonales. Hay un riquísimo tejido de múltiples voces guatemaltecas, muy chapinas, que Sandoval logra rescatar de la sinfónica obra literaria de Asturias -el irrepetible- que representa una gran cantidad de expresiones y que se entretejen como pluralidad de voces para representar nuestra nacionalidad, construidas desde una oralidad nacional que seguramente Asturias escuchó en su niñez o juventud en el Barrio de la Candelaria… que es el sociolecto (Barthes,1994) de los guatemaltecos.

Me he permitido utilizar los argumentos filosóficos y lingüísticos de varios intelectuales de alto valor, para demostrar que la función Metalingüística de Jakobson, es adecuada para tratar de descubrir la esencia de los códigos, como expone en el penúltimo párrafo del libro de Sandoval.

Conclusiones

  • El autor practica un refrescante ejercicio metalingüístico entorno a cinco textos asturianos.
  • Se le considera como ensayista de un proceso moderno de decodificación, al mejor estilo de interpretación de los códices mayas o bien jeroglíficos.
  • Este trabajo es, también, vale la pena destacar, un homenaje muy sentido a Miguel Ángel Asturias y su enorme caudal creativo, pero a la vez una muestra de respeto y admiración al pueblo de Guatemala porque su oralidad es como un volcán, que el Nobel encumbra al utilizarlo en su peculiarísimo lenguaje literario, creando expresiones y dichos curiosos, interesantes y llamativos muchos tomados de expresiones populares.

III. Referencias bibliográficas

  • Barthes, R. (1994) El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura. 2da edición. Barcelona: Ediciones Paidós.
  • Guiraud, P. (2004). La semiología (28.a ed.). España: Siglo Veintiuno Editores
  • Jakobson, R. (1977). Ensayos de poética. Madrid, España: Fondo de Cultura Económica.
  • (1994). Lingüística y poética. En Ensayos de lingüística general. Barcelona, España: Seix Barral.
  • Kerbrat-Orecchioni, K. (1986). La enunciación, de la subjetividad en el lenguaje (3.a ed.). Buenos Aires: Edicial, S. A.
  • Klinkenberg, J. M. (2006). Manual de semiótica general. Bogotá, Colombia: Fundación Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano.
  • Mac Donald, R. (2017) Las funciones de Roman Jakobson en la era digital. Guatemala, Universidad Rafael Landívar, Editorial Cara Parens.
  • Reboul, O. (1986). Lenguaje e ideología (Trad. Milton Schinga Prósper). México: Fondo de Cultura Económica. (Langage et Idéologie Presses)
  • Urrutia-Cárdenas, H. (1979). Situación comunicativa y texto Revista Española de Lingüística, 9(1), 191-202.

 

 

 

 

 

 

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