Julio Fausto Aguilera (1928 – 2018), poeta y escritor guatemalteco. Aguilera fue integrante del grupo literario saker-ti y uno de los fundadores del grupo nuevo signo. Recibió el Premio Nacional de Literatura “Miguel ángel Asturias” en 2002. Diploma Emeritissimum, de la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala, 1988. En 1984, le fue otorgado el “Quetzal de Oro”, por la Asociación de Periodistas de Guatemala, por su antología La patria es una casa.
Conciencia y alegría
Quiero vivir, quiero vivir, amo la vida.
Quiero vivir un tiempo más sobre la tierra.
Vivir, amar, gozar con mi poesía
que va a la juventud,
va para todos.
Estoy en mi deber,
mi privilegio
soy poeta
para eso vine al mundo
con un signo de Dios.
¡Jóvenes, aquí tienen mi mensaje!
¡Hombres, mujeres, todos,
mi poesía!
La patria que yo ansío
La patria, les decía, es una casa
donde vivimos todos como hermanos.
Es una hermosa casa, mis amigos,
que todos afanosos levantamos.
La patria, la que sueño, es un plantío
donde triunfa el tractor, triunfa el arado
y un enjambre de brazos no se alcanza
cosechando los frutos y los granos.
Despensa para todos, bien provista:
un granero que siempre está colmado
de trigos y maíces, orgulloso,
en invierno lo mismo que en verano.
Los colmillos del hambre no se ensañan
en esa pulpa espléndida y dorada.
La loba de enemiga, negra historia,
aquí fue condenada y enterrada.
No más acorralarte en los caminos
como plantas endémicas cercándote
los brazos y las bocas que desmayan
pidiendo por sus vientres sin bocado.
No más delincuencial río que ulula
puñales en las hambres engendrados.
No más hermanos en el abandono.
No más honradas manos sin trabajo.
La patria que les digo, la que ansío,
—la que será, pues la defino y canto—,
por el trabajo es pan, es luz, es gozo:
no conoce al mendigo ni al parásito.
Esta patria es taller, telar; es fábrica,
laboratorio, orfebrería, andamio.
Hogar que se construye y embellece
sin un ocioso ni un privilegiado.
Tejedores, bioquímicos, poetas…
Todo el que puede hacer, está obligado.
De músculos y sienes hay tarea
con exceso: ninguno se halla holgando.
Tienen madera todos los serruchos,
hay para todos los martillos clavo.
Para toda canción sobran oídos
y nunca faltan temas a los bardos.
Democracia opulenta: eres racimo,
gajo de azúcar, fruto sazonado.
Beso de miel tu comunión de hermanos,
tu popular, tu colectivo abrazo.
La patria que persigo es la justicia
castigando con blanco, limpio brazo.
Fusil sin mancha; espada limpia, blanca;
no ejerce la venganza ni el agravio.
Rompe el cantil, sepulta su veneno
y para el ciego, para el que ignoraba,
ella es perdón y vida: ella es el alba
de un día sin rencor, día de hermanos.
De todos lados de la tierra vengan
con vino y con canción de todos lados,
y nosotros les demos aborigen
embriaguez de marimbas, por regalo.
Manos tendidas traigan, y se lleven
manos tendidas el avión y el barco.
Puerta es el puerto de la patria, puerta
que a ninguna bandera está cerrada.
Esta es la patria, esta es la que no existe,
la que vive en mi sueño desvelado:
la que atisbo y asedio en mis insomnios
como un puma por hambres asediado.
Esta es la patria, esta es la que me mata.
La que vida me da con estos cantos.
¡Que no sé si son cantos o son lloros,
porque tanto la espero y tarda tanto!
Guatemalteco soy
Por nada de este mundo
dejaría de ser guatemalteco
jamás quisiera otra ciudadanía.
Ya he dicho que amo a mi país
con todas sus desgracias,
y lo amo
con todas sus grandezas.
Con lo bello que tiene,
con lo dulce que tiene
Yo amo a mi país tercamente lo quiero.
Y aquí voy a morir
cerca de sus volcanes, de sus lagos,
aquí voy a morir bajo sus soles,
cerca de su campiña,
cerca de sus mercados,
viendo tantos colores en sus vestidos indios
y escuchando sus bosques resonantes de pájaros.
Río de garras
Río de garras,
la conquista.
Garras, garras,
clavándose en la carne,
clavándose en el suelo,
llevándose el tesoro.
Garras, garras,
robando, esclavizando.
Río de látigos
y hierros candentes
para marcar con fuego
en señal de propiedad.
El hombre fue marcado
con fuego
por el hombre.
Río de dominación
y crueldad.
Hombres crueles
con la cruz de Cristo
llorando sobre el pecho.
Río feroz,
inundando los bosques,
las ciudades
donde habitaba el hombre
y vivían los suaves animales tranquilos.
Para mi amiga amante
Cuántos años llevamos
de ser amigos y vivir en guerra.
Disensiones y reconciliaciones.
Ofensas, duras ofensas
pero olvidos. A veces
hemos dejado de vernos buen tiempo
pero volvemos. Halagos, dulzuras.
Amor.
La vieja taza de café
sonríe: Nos conoce demasiado.
No digas que soy libre
pues no lo soy si te amo
en lo más digno que tienes, estoy,
En tus ojos buscando mi poesía.
En tus luchas de amor que me reclaman,
tampoco tú eres libre.
Por ahí dijo alguien que la gente trabaja
y los poetas hacemos basura,
y quizás muchas cosas son basura en el mundo
las páginas, los pétalos y tantas otras cosas.
¿Pero, es que las palabras del amor
llegará un día en que también serán basura?
Mientras aquí vivamos
con nuestra alma metida en nuestra carne,
estos poemas serán tu alimento,
tu alegría,
tu legítimo orgullo
y este signo constante:
te habla el amor amiga
Poeta
Por mis poemas
yo sufrí amenazas
en oscuros regímenes;
pero yo no hice caso
y persistí en lo mío,
en mi canción rebelde,
aun temiendo a la cárcel
y a los procesos falsos,
al palo y hasta el plomo.
No hay nada como amar,
como ser solidarios
con los que sufren,
hombres, pueblos, hermanos
los de mi Guatemala y los del mundo.
El poeta se yergue,
y denuncia y condena,
grita, llora, golpea,
toca las almas
y está con los que luchan
por la justicia y por la dignidad
humana, pisoteadas.
He ahí al poeta
en lo suyo, su amor y su conciencia.
Soy poeta por la gracia de Dios,
solamente de Dios. Bendito Él.
Amado sea el bien hermanos míos.
Muerte
Almuerzo con la Muerte.
Con ella bebo.
A mi lado se sienta
hablando quedo.
Después, urgidos
del sueño, hacemos siesta:
ambos dormimos.
Ni en el sueño siquiera
nos separamos.
Despiertos o en el sueño,
juntos andamos.
Y como hermanos,
como hermanillos locos
jugueteamos.
Dejo, a veces, de verla
unos instantes.
Burlona se escondía
o me distraje.
Pero del aire,
de mi piel, de mi hondura
surge danzante…
Selección de textos. Roberto Cifuentes