María Cruz, nació el 12 de mayo de 1876, en la ciudad de Guatemala. Hija del doctor Fernando Cruz, jurisconsulto, diplomático, poeta y de doña María Arroyo de Cruz. María Cruz además del español, hablaba francés (que lo conocía como su propia lengua), inglés, alemán e italiano. Tocaba muy bien arpa y piano. En París hizo amistad con los poetas Domingo Estrada y José Joaquín Palma, autor del Himno Nacional del Guatemala.
La obra literaria de María Cruz no es conocida entre nosotros. Sus poemas y crónica fueron publicadas en periódicos y revistas de Sud y Centro América. Posteriormente ha merecido la crítica de distinguidos literatos guatemaltecos como: José Rodríguez Cerna, Antonio Batres Jáuregui, David Vela, César Brañas. La poesía de María Cruz fue recopilada por María Albertina Gálvez G.

CRUCIFIXIÓN
En la cumbre de un Gólgota bravío
bajo un cielo cargado de tormenta
que oculta el horizonte hosco y sombrío;
sobre la frente lívida y sangrienta
la corona de espinas del recuerdo;
afrentada la sed que le atormenta

con la hiel repugnante de lo cuerdo,
y por la lanza del dolor herida
mortal abierta en el costado izquierdo;
sufriendo de la náusea de la vida
y el terror de la muerte; a cada lado
el desaliento y la ilusión fallida;

hasta del mismo Dios abandonado
y hasta sin fe para esperar remedio,
agoniza mi espíritu enclavado
sobre la cruz del Tedio.

 

***
Y ahora que yazgo envuelta en un esplín eterno
Sufriendo la nostalgia de todo lo que fue,
Oyendo la monótona llovizna del invierno
Releo entristecida las líneas que tracé.

Cuán vagos, cuán confusos reviven en mi mente
Los pálidos recuerdos del Tíber y del Po…
Florencia, sus jardines, sus logias y su puente…
Milán, Verona, Piza… ya todo se borró.

Atrás en el pasado, se quedan las colinas
De la Ciudad Eterna, y el golfo y el volcán,
Y alegres tarantelas que al son de mandolinas
Las hijas del Vesubio cantando bailarán.

Tal vez ya nunca vuelvan a contemplar mis ojos
La góndola enlutada que surca el Gran Canal…
De todos mis anhelos, de todos mis antojos,
Me quedan esas líneas con rimas al final.

LA RAQUERA

La tempestad acalla su bramido;
El mar sosiega sus furentes olas;
Enflorecen el cielo oscurecido
Margaritas de diáfanas corolas;

El luciente escarceo adormecido
Despedaza argentadas aureolas;
La brisa como el eco de un quejido
En la playa desierta gime a solas.

En los rayos algentes de la luna
Que endiamantan la arena de la duna
Y quiebran su furor en el alfaque
Donde arrojados por los vientos recios
Entrechocan fluctuando oscuros pecios
La Musa dolorosa viene al raque…

***
En la nocturna soledad propicia
Entre el destrozo y la eversión afana
Do su mirada ardiente de codicia
Persigue rastros de agonía humana;

Sus hieráticas manos de patricia
Cuyo tacto exquisito no profana,
Acumula con mórbida delicia
Suspiro oculto y convulsión arcana;

Y completa su carga de amarguras
Tiende el vuelo a miríficas alturas,
A los realmes del sueño y del encanto

Donde vienen las rimas a cogerla,
Donde es rubí la sangre, el llanto perla,
Ritmo el sollozo y la blasfemia canto.

DESCANSO

Ya cesaron la lucha y el desvelo,
La duda suplicante y el afán,
Y abandono esfumándose en el cielo
Las últimas quimeras que se van.

Cual náufrago aventado en su desierto
Por la furia tremenda del ciclón,
Que en la tristeza adusta de aquel puerto
No viera sino amparo y salvación.

El corazón febril halla reposo.
Exhausto de agitarse y delirar
En un sopor insípido y brumoso
Que le finge sosiego y bienestar.

En un sopor insípido y brumoso
El paúl de letal emanación,

El vértigo que exhalan entre peñas
Abismo de terrífica atracción;

La violenta y sombría marejada
Que el barco no esperó vencer jamás;
La nube que estalló desenfrenada
Y el huracán feroz quedan atrás.

Y en la cumbre, a los lánguidos reflejos
De entremuriente luz crepuscular,
Contemplo de muy alto y de muy lejos
La cuesta hoscosa y el revuelto mar…

Qué importa si es el reino de las sombras
Y trasciende en sus brumas el ciprés
Y marcho sobre trágicas alfombras
De ensueños que murieron a mis pies.

Si evocando aquel hórrido conjunto
Que por milagro el ánimo salvó,
Cual siempre al corazón ¿sufres? pregunto
Y al fin el corazón contesta ¡“NO”!

PERFUME EXÓTICO

(Baudelaire)

Si cerrando los ojos te respiro
en las tardes de otoño calurosas,
radiantes por monótono sol,
miro extenderse ante mis playas dichosas.

Una isla de verdor, muelle retiro
donde hay frutas extrañas y sabrosas;
hombres de esbelta robustez que admiro,
mujeres de miradas ardorosas.

Siguiendo tu perfume voy a un puerto
de velas y de mástiles cubierto
por ondas trabajando todavía;

El aire a tamarindo huele en tanto,
y ese olor que respiro, en el alma mía
se mezcla del marino con el canto.

Selección de textos. Roberto Cifuentes

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