Theodor W. Adorno y Hanns Eisler

     Cuando Hanns Eisler tomó la dirección del Film Music Proyect financiado por la Fundación Rockefeller, T. W Adorno dirigía el sector musical de otro centro de investigación Rockefeller, el Princenton Radio Research Project. Ambos autores asociaron de un modo natural sus experiencias en el plano práctico y teórico musical, y los años pasados en común en Hollywood hicieron posible

que este trabajo apareciera.

 

El texto ofrecido corresponde al prólogo del trabajo entre ambos intelectuales.

 

El filme no puede entenderse aisladamente como una forma artística «sui generis», sino que debe serlo como el medio característico de la cultura de masas contemporánea que se sirve de las técnicas de reproducción mecánica. La noción de cultura de masas no supone un arte que tiene su origen en la masa y que se eleva a partir de ellas. Este tipo de arte ya no existe y aún no lo hemos recuperado. Hasta los restos de un arte popular espontáneo han perecido ya en los países industrializados: sobreviven aún en los atrasados sectores eminentemente agrícolas.

En la era industrial avanzada, las masas no tienen más remedio que desahogarse y reponerse como parte de la necesidad de regenerar las energías para el trabajo que consumieron en el alienante proceso productivo. Ésta es la única «base de masas» de la cultura de masas. En ella se cimenta la poderosa industria del entretenimiento que siempre crea, satisface y reproduce nuevas necesidades. Apenas creemos necesario mencionar que la cultura de masas no es un producto del siglo XX. Solamente se le ha dado una estructura: monopolística y se la ha organizado a fondo.

Esto le ha conferido un carácter completamente nuevo, el de la inevitabilidad. Significa una amplia estandarización del gusto y de la capacidad de recepción. A pesar de la abundancia cuantitativa de las ofertas, en realidad la libertad de elección del consumidor es sólo aparente. Previamente se ha dividido la producción en campos administrativos y lo que discurre por la maquinaria, predigerido, neutralizado y nivelado, lleva su sello.

La antigua contraposición entre arte serio y ligero, mayor y menor, autónomo o de entretenimiento, no sirve ya para describir el fenómeno. Todo arte, tomado como un medio para pasar el tiempo libre, se convierte en un entretenimiento, al tiempo que absorbe temas y formas del arte autónomo tradicional como «bienes culturales». Precisamente a través de este proceso de aglutinación se rompe la autonomía estética: lo que sucede a la Sonata del Claro de Luna, cantada por un coro e interpretada por una orquesta celestial, sucede en realidad con todo.

El arte que resiste inflexible es saboteado y condenado al ostracismo. Todo lo demás es desmontado, privado de su sentido y reconstruido de nuevo. El único criterio del procedimiento es alcanzar al consumidor en la forma más eficaz posible. El arte manipulado es el arte del consumidor.

De todos los medios de cultura de masas, el cine, al ser el que más abarca, es el que muestra con mayor nitidez esta tendencia aglutinante. El desarrollo de sus elementos técnicos, imagen, palabra, sonido, guion, representación dramática y fotografía, como tales, ha discurrido paralelo con el desarrollo de determinadas tendencias sociales para la aglutinación de los bienes culturales, tradicionales una vez, convertidos en mercancías; como ya se apuntaba en toda la obra de Wagner, en el teatro neorromántico de Reinhardt y en los poemas sinfónicos de Listz y de Strauss, proceso que ha quedado completado en el film como la suma del drama, la novela psicológica, la novela por entregas, la opereta, el concierto sinfónico y la revista.

El examen crítico del carácter de la industria de la cultura no significa una romántica glorificación del pasado. No en vano la cultura de masas vive precisamente de la comercialización de la cultura individualista. No se la puede contraponer a la antigua forma de producción individualista y tampoco hay que hacer responsable a la técnica de la barbarie de la industria de la cultura. Pero los progresos técnicos en los que triunfa la industria cultural tampoco pueden ser ensalzados en abstracto. La utilización de la técnica en el arte debería quedar subordinada a su propio sentido, al grado de realidad social que es capaz de expresar.

Las posibilidades que los dispositivos técnicos pueden brindar al arte en el futuro son imprevisibles, y hasta en la película más detestable hay momento en los que estas posibilidades irrumpen de forma patente. Pero el mismo principio que ha dado vida a estas posibilidades las mantiene sujetas al mundo del big business. El análisis de la cultura de masas debe ir dirigido a mostrar la conexión existente entre el potencial estético del arte de masas en una sociedad libre y su carácter ideológico en la sociedad actual.

Las manifestaciones que se recogen en este libro pretenden realizar una aportación parcial en esta dirección, intentando manejar un complejo determinado y perfectamente delimitado de la industria de la cultura, la concreta relación de música y filme con todas sus posibilidades y sus contradicciones técnicas y sociales.

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