Fernando Urquizú
La presente exposición tratará de explicar la evolución de la gala de Viernes Santo de la Virgen de la Soledad teniendo como caso referencial la imagen de escultura de esta advocación de que se encuentra en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Guatemala.
En nuestro medio no se cuenta con ningún estudio científico acerca de la historia del lucimiento de las imágenes religiosas en sus días especiales, razón principal que mueve la presente exposición basada en el análisis de evidencias artísticas sumadas al conocimiento de la tradición oral que trata de ordenar e interpretar detalles del examen de obras dispersas pero que concatenadas de manera lógica a través del análisis iconográfico nos permite obtener una lectura iconológica del tema.
El origen de la devoción a la Virgen de Soledad
La versión dominica de la Pasión de Cristo tiene su principal fuente de inspiración en el Nuevo Testamento, narrado por los evangelistas, ampliado por dos místicas de la Iglesia Santa Brígida de Suecia (1303-1373) y Santa Catalina de Siena (1347-1380), canonizadas en 1391 y 1481, cuyos relatos de sus contemplaciones sirvieron de referencia para la inspiración a los artistas del antiguo reino de Flandes, que incluyeron a Roger Van der Weyden, quien después de 1435, compuso una pintura denominada: “El Descendimiento” para la iglesia de Lovaina, que fue adquirido por María de Hungría, hermana del rey Carlos V de España, quien la cedió a su sobrino a Felipe II de donde pasó a la colección real encontrándose actualmente en museo del Prado en Madrid.
En el desarrollo de esta exposición es importante tener en cuenta que la obra original fue replicada por el artista Michel Coxcie de donde se desprendió un grabado realizado por Cornelis Cort hacia 1553. El proceso de estandarización de la formación de los imaginarios individuales y colectivos, planteó también el seguimiento de las costumbres y ritos de los grupos de poder, que incluían el seguimiento de una procesión del Santo Entierro de Cristo con carácter oficial, siendo la devoción a la Virgen de Dolores y acompañamiento en su Compasiva Soledad parte de la enseñanza y recapitulación acerca de la organización de la sociedad monárquica española por medio de un desfile en el que destacaba la devoción del acompañamiento real al entierro del Rey de reyes.
La presentación de dicho cortejo fue estandarizada teniendo como referencia el Concilio de Trento aprobado en 1563, al que le dio seguimiento el Papa Pio V, en cuyo reinado se obtuvo el triunfo del ejercito católico contra el imperio otomano por el dominio del Mediterráneo el 7 de octubre de 1571, que dio como consecuencia la unificación de la hegemonía del imaginario católico en gran parte del mundo que necesitó de ser enseñado y recapitulado por medio de intricados rituales que reprodujeran la conducta de las personas de diferentes castas en el vasto imperio español, portugués y los reinos de Italia basado en los X Mandamientos de la Ley de Dios.
La concatenación lógica de estas ideas nos explica el ordenamiento de la celebración del Tercer Concilio Mexicano en 1585 y el de Lima para aprobar los decretos del Concilio de Trento y aplicarlos mediante una didáctica específica a cada pueblo a las sociedades del Nuevo Mundo y China donde deberían residir los obispos y arzobispos, así como las demás autoridades eclesiásticas para contribuir a la organización y funcionamiento de lo que en ese momento se consideraba la expansión de la civilización.
En este contexto existe un primer documento fechado en enero de 1598, donde Baltazar Pinto de Amberes funge como mayordomo de las cofradías del Rosario y Soledad y recibe un donativo en calidad de legado, evidencia que demuestra la existencia de dos instituciones religiosas en el antiguo templo de Santo Domingo de Guatemala con reconocimiento jurídico por parte del Estado y la Iglesia.
En la medida que un devoto deja un efectivo mediante el uso de un instrumento jurídico debemos de considerar la existencia de dos capillas formalmente construidas en el templo donde se albergaban ya imágenes milagrosas que cohesionaban un grupo social de alto nivel económico e intelectual deducible del hecho que podían leer e inscribir su voluntad más allá de su vida.
En el instrumental operativo del Concilio de Trento destacó el uso de la imprenta y los grabados para mover el mundo de las ideas por medio de imágenes que fungían con papel cohesionador de la sociedad partiendo de los barrios, los pueblos, las ciudades y metrópolis donde los funcionarios reales y eclesiales completaban su papel vistiendo adecuadamente y portando los símbolos del poder terrenal de los hombres como reflejo de la jerarquía celestial que existía en el imaginario católico difundido por la Iglesia cristiana.
En el año litúrgico destaca la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Cristo propuesta en el llamado Triduo Pascual, que se realiza en forma cíclica anual: el Jueves, Viernes, Sábado Santo, así como el Domingo de Pascua de Resurrección. En la contemplación de esta parte de la vida de Jesús la Virgen María funge en un papel corredentor de la humanidad en la medida que la Virgen sufre a la par de su hijo pero también recibe la recompensa de la vida eterna en cuerpo y alma en gracia y belleza, enseñanza evidente en el análisis del frontispicio de la tercera Catedral de Santiago de Guatemala en lo hoy Antigua Guatemala de donde se irradió al obispado y posteriormente al arzobispado local.
La gala de Viernes Santo de la Virgen de la Soledad
El Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, asocia este concepto a presentación a una fiesta en la que se exige un vestido especial. Trajes, joyas y demás artículos de lujo que se poseen y se ostentan.
La Virgen de Dolores se convertía en Soledad en el momento en que se daban 12 campanadas justo a mediodía de Viernes Santo cuando se procedía a la ceremonia de la Crucifixión de Jesús que se realizaba en Santo Domingo con una escultura de un Cristo de la Penitencia, que presentaba goznes en las extremidades y movimiento en el cuello para representar dramáticamente su muerte a las tres de la tarde, sin antes proceder al llamado: Sermón de las Siete Palabras, que habrían sido pronunciadas por Cristo pendiente de la cruz antes de su muerte, a las tres de la tarde, cuando continuaba el rito del Descendimiento de la cruz, luego organizar una procesión del Santo Entierro para concluir con el depósito de la escultura en un sepulcro donde permanecía durante todo el año debajo de la imagen de la Virgen de Soledad, dicho conjunto escultórico es identificado en documentos relacionados como capilla o retablo del Santo Sepulcro.
Una parte fundamental en el desarrollo de estos ceremoniales es la escultura de la Santísima Virgen que para ser identificada debidamente presentaba características especiales para auxiliar convenientemente el discurso de estos actos sacramentales.
En este orden de ideas el vestuario simbólico apropiado para la escultura de la Santísima Virgen en estos ceremoniales era túnica blanca y manto negro, evidentes en pinturas como las de esta advocación existentes en el Museo Arquidiocesano de la Catedral de Santiago de Guatemala y el templo de Belén, que era común al del arzobispado de México al que estuvo adscrito el de Santiago de Guatemala de 1547 a 1743. En algunas pinturas y esculturas pueden apreciarse ciertos símbolos iconográficos como: tres clavos en las manos de la Virgen, así, como una corona de espinas y un sudario con el detalle de cinco huellas de sangre rojas, que aluden a: “Las cinco llagas de Cristo”, procedentes de las extremidades y el corazón que simbolizan su martirio y muerte. El rostro de la imagen es enmarcado por un resplandor, un corazón y una daga en el pecho.
En el relieve de la campana Lachrimosa en Santo Domingo de Guatemala que data de mediados del siglo XVIII figura una escultura de relieve de la Virgen de Soledad, que no presenta elementos iconográficos, un tanto más parecida una que se encuentra en el interior de la iglesia en distintos ambientes que tampoco presenta estos detalles iconográficos pero es de estofe abriendo la posibilidad que el Cristo de la Penitencia haya sido acompañado en el ceremonial por dicha escultura, mientras que la actual patrona de la cofradía haya estado en un retablo u otro lugar, siendo más útil para acompañar la procesión del Santo Entierro de Jesús aunque originalmente también haya sido totalmente tallada a la que se la colocaba un manto negro y los símbolos iconográficos citados, haciendo constar que esto es solamente una conjetura alimentada de datos concretos dispersos.
En contraste de la realidad; es que la actual escultura patrona de la antigua cofradía de la Soledad se transformó de ser tallada totalmente para usar ropajes de tela después del traslado de la ciudad de Santiago a la Nueva Guatemala para acompañar la procesión del Santo Entierro. Es probable que su imagen haya tenido que alterarse ostensiblemente en el siglo XIX como producto del avance de la ilustración francesa. En el siglo XX ya se cuenta con un registro fotográfico de donde podemos ubicarla, a partir del manuscrito ilustrado titulado: “Liber Aureus”, firmado por Miguel Fernández Concha, fechado en la Nueva Guatemala 1906, donde ya figura en una gala de Semana Santa vestida de luto total.
En esta presentación existe otra interesante fotografía de medio cuerpo donde claramente puede apreciarse un resplandor cuya diadema muestra una labor de valva abierta, cuya raíz simbólica podemos encontrarla en el renacimiento italiano en una pintura titulada. “El nacimiento de Venus” de Sandro Botticelli, realizada hacia 1585, que puede ser asociada al interior de las hornacinas de la tercera Catedral de Santiago de Guatemala, en la medida que enlaza la materia del cuerpo con la vida consiente, que desde el punto de vista religioso de la época, se asociaba al bautismo cuando un ser humanado dejaba de ser natural para convertirse en parte del pueblo de Dios susceptible a la vida eterna, conocimiento que desde entonces se reproducía de una generación a otra con enseñanza de la percepción del bien y del mal, que determina el comportamiento individual y social.
Esta enseñanza se irradió a otros templos de la ciudad de Santiago, actualmente la Antigua Guatemala que se asocia a la incorporación sucesiva de los cristianos inicialmente agrupados por San Juan Bautista, Jesús y los apóstoles que paulatinamente sumaron como pueblo de Dios a todo el mundo a su alcance. La permanencia de esta enseñanza es perceptible en nuestra sociedad aún el Jueves Santo 3 de abril de 1958, cuando la imagen de Jesús Nazareno de Candelaria, fue colocado en su anda de procesión en una gran valva inspirada en esta pintura, vestido con túnica color verde que aludía a la Esperanza, como principal virtud ante la adversidad.
Las referencias anteriores nos explican la relación iconográfica de la valva interior que en la cabeza de la Santísima Virgen, que se extienden las virtudes humanas a su belleza física, comparada con Venus la antigua diosa de la belleza en Roma, como símbolo de la inmortalidad en cuerpo y alma, elemento que explica su apariencia juvenil a pesar de ser madre de Cristo, quien habría muerto por los menos de 33 años justo en el esplendor de la vida, por otra parte debemos tener en cuenta el uso de la valva como símbolo de pertenencia al cristianismo y resguardo de los valores humanos naturales que son como una perla o joya viva al interior de la misma que es determinante a su paso a la inmortalidad del alma.
La concatenación de la evidencia iconográfica nos lleva al entendimiento de los rayos de luz que emergen de esta valva a manera de sol que irradia su luz en la oscuridad del espacio donde termina en 12 estrellas que simbolizan las tribus de Israel, a las que se iban sumando nuevas constituidas por reinos gentiles como los prehispánicos que se iban incorporando al cuerpo de la iglesia, razón que explica la presencia posterior de mantos bordados con estrellas propios para las procesiones de esta devoción.
Esta diadema corresponde en diálogo directo con una daga que presenta una valva invertida que completa el discursivo un tanto más cercano al mensaje original de la escultura de la Virgen de Soledad de Santo Domingo en Viernes Santo. Dicha joya la lució en la procesión del Santo Entierro en 1979 de donde se captó una fotografía impresa en los turnos que se utilizaron en 1986 y que podemos apreciar en la figura 2.2.
En el tránsito del pensamiento renacentista al barroco y ultra-barroco este simbolismo fue ampliado por el uso de filigrana que simulaban encajes con motivos fitomorfos, de laceria y geométricos, que fueron cambiando las diademas y las dagas que luego fueron combinando como es evidente en el presente. El paño de las Cinco Llagas fue sustituido por un pañuelo de lino de Bruselas o bordados de frivolite con motivos alegóricos para verse en el anverso y reverso de las piezas para darle realce a este detalle y que en el caso de esta imagen para ser asociada a la serenidad del neoclásico propio del Señor Sepultado de Santo Domingo, para sobrevivir en el imaginario católico ilustrado del siglo XIX.
Los símbolos constituidos iconográficos de la Crucifixión y Descendimiento representados por los tres clavos y la corona de espinas permanecieron con ligeras variantes de estilo en la escultura de la Virgen de Soledad para tener alguna referencia de las predicas propias de Viernes Santo y sustituir de manera figurativa los dramáticos rituales barrocos de otros tiempos.
El mensaje iconográfico es completado algunas veces con el uso de un fajín que da talle a la túnica, que en las pinturas antiguas como las citadas anteriormente es de color negro que alude a su estado civil de viuda de la Virgen, en este caso del Señor San José, padre putativo de Jesús. En su moderna presentación usa un cordel terminado en borlas en tonos dorados o plateados según el caso para darle realce a la imagen.
Fernando Urquizú. Licenciado en Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala, Doctor en Historia del Arte Universidad Nacional Autónoma de México, investigador IIHAA, Universidad de San Carlos de Guatemala y de CIAG. Comisión de Investigación del Arte en Guatemala del Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala.