Juan Alberto Sandoval
Escuela de Historia
Universidad de San Carlos de Guatemala

La procesión de Jesús de las Palmas en La Nueva Guatemala de la Asunción, al igual que en la península ibérica y toda Hispanoamérica es conocida como de “La Burriquita”.  Se constituye en una de las expresiones más significativas por su referente litúrgico el Domingo de Ramos, abriendo formalmente la Semana Santa guatemalteca, contando con la participación espontánea y multitudinaria de los vecinos de la ciudad que la acompañan, llevando en sus manos los ramos de hoja de palma, flores y corozo, que han sido bendecidos previamente en las misas dominicales conforme la hagiografía propia del día, irrumpiendo con su presencia en las calles citadinas saturadas del ambiente de recogimiento y sentido penitencial, impactándolo con alegres músicas, gritos de júbilo y alegría, aplausos  y abundante quema de pólvora que altera la pesadumbre y la mortificación penitencial de los días cuaresmales.   Por su característica de apoteosis festiva y gloriosa rememora con júbilo la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, que va presentado como rey, sobre las andas que lo portan, montado en la graciosa “burriquita”, precedido de las figuras de los doce apóstoles, en la representación de la acción mesiánica de Jesucristo según las escrituras, con que inicia el misterio de la redención.

En cuanto a la antigüedad de la procesión, la información más cercana de su realización a la fecha de conclusión de la sede del templo y convento  de las monjas franciscanas capuchinas en La Nueva Guatemala de la Asunción,  la proporciona el historiador Don Agustín Estrada Monroy quien afirma en su libro Historia de la Catedral de Guatemala, publicado con ocasión de celebrarse el primer centenario de su inauguración (1815-1915), que por instrucciones del arzobispo Fray Ramón Casaus y Torres, inaugurada la nueva catedral el miércoles 15 de marzo de 1815, para el domingo inmediato siguiente, 19 de marzo de ese mismo año, que es día Domingo de Ramos, “…se trajera la procesión de la  “burriquita” desde la iglesia de Capuchinas hasta la Catedral…”, ganando la procesión su derecho de paso frente a la sede catedralicia por orden arzobispal. Esta noticia no es referente del inicio de la procesión, la cual, se puede inferir, ya se realizaba en los años anteriores a 1815.

Por su parte el licenciado Miguel Álvarez Arévalo cronista de la ciudad nos proporciona un nuevo dato, en su libro De Ramos a Pascua anotando que ya en el periodo republicano, la Guía de Forasteros de Guatemala cita que, el día 28 de marzo de 1858, Domingo de Ramos, “…salió la procesión de Capuchinas de la forma acostumbrada…”. Gobernaba Guatemala el presidente Rafael Carrera. La procesión de la “burriquita” fue suspendida en 1872 y extinta su cofradía en 1873, por decreto del supremo gobierno liberal, reanudándose el domingo de ramos de 1892 con autorización del presidente general José María Reyna Barrios que ese año iniciaba su mandato.

La procesión se continuó celebrando en los 18 años que le restaban al siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, como había sido antes, con una imagen de una vara española de alto, que se sacaba montado en un asno, a escala de la imagen, hasta 1948, saliendo en procesión por última vez ese año, pasando la imagen de Capuchinas a la Catedral de la ciudad de Escuintla en donde fue localizada y que sigue teniendo vigencia para su culto y devoción saliendo en procesión en esa ciudad cada Domingo de Ramos.

1948 es un año clave para el análisis del desarrollo de la procesión, por la sustitución de la imagen titular, que ya no llenaba las expectativas del sector de la sociedad que la producía, influida por la efervescencia política de la década.  Guatemala se encontraba en su primer gobierno de elección popular y democrática, siendo gobernada por el Dr. Juan José Arévalo Bermejo.

La imagen actual sustituyendo la anterior fue incorporada a la procesión el Domingo de Ramos de 1949 presidiéndola desde ese año, a iniciativa de don Ramiro Araujo Arroyo, insigne altarero guatemalteco perteneciente a las capas medias de la sociedad, reconocido como altarero y escenógrafo de las festividades en los distintos ciclos del calendario popular tradicional y litúrgico, tanto en templos como en espacios domésticos de las casas señoriales de la ciudad de Guatemala.

La nueva imagen que pasa a presidir la actualizada procesión de Ramos de Capuchinas, responde a las necesidades espirituales de sus devotos, pertenecientes a los nuevos cuadros medios emergentes de la sociedad, impactando su figura victoriosa y renovada haciendo referencia al triunfo del catolicismo sobre el comunismo, extremo con el que se calificaba al gobierno de turno por sus detractores entre los que se incluye al arzobispo reinante, presentando a la imagen en procesión colocando en el exorno de las andas alegorías de las que emanaba una postura concreta de solidaridad con la iglesia local, evocando además con nostalgia la paz liberal que le permitió resurgir de la prohibición radical en tiempos de Reyna Barrios y la tolerancia que habían tenido con ella los gobiernos subsiguientes hasta el fin de las dictaduras liberales, aprovechando además el amplio repertorio musical de música alegórica triunfal que evoca directamente los gobiernos militares en particular el del General Jorge Ubico Castañeda.

Al hacer lectura de arte de la imagen de Jesús de las Palmas, por su estilo y programa iconográfico puede afirmarse que se trata de una imagen de Jesús resucitado en el momento glorioso de su ascensión, con la cabeza coronada con resplandor, signo de vida, la vista dirigida al cielo al que accede, de talla y encarnado completo,  cubierto únicamente con paño de pureza en la cadera, llevando en su mano izquierda la palma de martirio,  la mano derecha con los dedos pulgar, índice y medio levantados, actitud propia de una imagen ascendente con peana de nubes siendo realizado en La Nueva Guatemala de la Asunción correspondiendo a la producción del siglo XIX, posiblemente en la segunda mitad del siglo, temporalidad en que se considera concluida la etapa inicial del traslado de la ciudad misma en que los maestros escultores vuelven a dedicarse a su actividad creativa y artística con exclusividad, bajo cánones estéticos neoclásicos vinculados al pensamiento ilustrado que encuentra en estas representaciones triunfales cristológicas, el sentido racional reflejado en la escultura que se aleja de modelos cruentos vinculados a la pasión de cristo.

Al buscar referencias sobre el origen de la imagen actual de Jesús de las Palmas, encontramos en las publicaciones ya citadas del Historiador licenciado Miguel Álvarez Arévalo, que la autoría de la imagen le corresponde al maestro escultor don Raymundo Vielman y el trabajo de encarnado y policromía al maestro pintor Manuel Barillas Castilla, ambos vecinos de la ciudad, por encargo del presbítero Mariano de la Coronación Granados.

Se ignora la fuente de la información que proporciona el licenciado Álvarez siendo factible que en su juventud, la haya escuchado directamente en palabras de don Ramiro Araujo Arroyo, promotor de la llegada de la nueva imagen al templo de Capuchinas en 1949, por haber pertenecido al cuadro de colaboradores dirigidos por el Sr. Araujo en su juventud mientras se formaba paralelamente como Historiador.

Continuamos citando al licenciado Álvarez quien aclara que al fallecer el padre Mariano de la Coronación, en 1939, la imagen quedó en posesión del Pbro. e Historiador Celso Narciso Teletor Tecum, quien a su vez la entregó al Sr. Ramiro Araujo Arroyo.

Para comprender cómo la imagen pasa de ser propiedad eclesial a ser propiedad particular del padre Mariano y posteriormente del padre Teletor, si este fuera el caso, debemos aproximarnos a los momentos de crisis nacional provocada por los terremotos de diciembre de 1917 y enero de 1918, que fueron la razón por la que muchas imágenes salen de los templos para su resguardo y vuelven años después a sus sedes o permanecen como propiedad particular de religiosos y seglares, pero desprovistas de información y desligadas de las fiestas que en el ámbito popular presidieron, dejando de cumplir la función para las que fueron creadas, siendo necesaria su sustitución por otras, que se continuaron vigentes entre la feligresía, al proseguir la celebración de las fiestas que en el plano litúrgico y en el calendario popular religioso, subsistieron a la crisis.

Se considera que este es el momento en que la imagen de Jesús Resucitado en su ascensión gloriosa a los cielos es retirada del culto por el padre José Dionisio Aguilar quien reinaugura el templo en 1922.   Lo anterior hace factible y es variable de investigación para el autor de este ensayo, que la imagen actual que se presenta como Jesús de las Palmas pudo haber formado parte del acervo patrimonial de la Iglesia de San José de la ciudad de Guatemala, por ser este templo en el que se desempeñó como capellán el padre Mariano De la Coronación en sustitución del padre Aguilar, concluyendo la rehabilitación del templo luego de los terremotos en la primera mitad del siglo XX,  que había iniciado su predecesor,  opinión compartida por el Historiador Dr. Fernando  Urquizú, quien ha expresado esta posibilidad en diversas publicaciones.

La imagen debió protagonizar las celebraciones pascuales en el templo de San José hasta que la conmemoración fue presidida por el nazareno con la cruz a cuestas, alojado en el templo de San José desde 1850, cuya cofradía también fue suprimida en 1873 resurgiendo en el siglo XX integrada ahora por vecinos del barrio a iniciativa de los señores Leopoldo Sáenz y Romeo Mendoza presidente y vicepresidente de la nueva asociación de devotos, con la dirección espiritual del padre Mariano de la  Coronación Granados, en la tercer década del siglo XX, poniendo de nuevo en práctica las ordenanzas de la antigua cofradía penitencial de Jesús nazareno que tenía como precepto la celebración de la ascensión del Señor, continuando los siguientes capellanes del templo con esta actividad en torno al Nazareno, pudiendo mencionar a los Sres. Presbíteros Gilberto Solórzano, René Flores Rivera, maestro altarero,  Carlos Felipe Gómez Blanco de grata recordación, el canónigo Monseñor Tomás Barrios Sánchez y el Lic. José Luis Colmenares.

De ser posible esta hipótesis, la imagen gloriosa de Jesús Resucitado ascendiendo a los cielos, antes de su realidad actual como Jesús de las Palmas sufre dos transformaciones severas por intervenciones que se le practican en la primera mitad del siglo XX.

Estando en propiedad  particular del Padre Mariano de la Coronación Granados, si fuera el caso,  éste dirige la imagen a una nueva realidad de culto en ese momento y la presenta como El Sagrado corazón de Jesús, que favorablemente continúa la línea de representación de Cristo resucitado, trabajos realizados posiblemente por los artistas citados por el licenciado Álvarez Arévalo, el escultor Raymundo Vielman y el pintor Manuel Barillas, cobrando sustento su acercamiento con la imagen pero alejándolos del mérito de la autoría que les asigna el licenciado Álvarez, vinculándose a la imagen los artistas por ser sus restauradores, no sus creadores, quedando el origen de la escultura de nuevo a la oscuridad del anonimato.

El padre Celso Narciso Teletor recibe la imagen del ahora Sagrado Corazón de Jesús heredada por el Padre De la Coronación Granados en 1939, quien la entrega al Sr. Araujo, promoviendo éste la intervención para modificarla en 1948 y ser presentado de nuevo al culto, la mañana  del Domingo de Ramos del año 1949 en una transformación profunda que lo aleja definitivamente del mensaje iconográfico de que lo dotaron sus autores anónimos en el siglo XIX al concebirlo como Jesús de la Resurrección y del concepto doctrinal del Sagrado Corazón que le había impuesto en las décadas anteriores el padre Mariano para quedar ahora como escultura ecuestre en otro capítulo glorioso narrado por los Evangelios en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.

De la segunda transformación realizada en la imagen, se colige con base en los resultados de la última intervención realizada a la imagen por el maestro escultor y pintor José Rubén Márquez en el año 2008, previo a la ceremonia de consagración, ocasión en que se consolida la imagen para su conservación, retirándole el maestro Márquez los goznes que se le colocaron en 1948 para instalar otros más resistentes y funcionales, encontrando en las piezas que se sustituyen, claros indicios de la procedencia del taller de los hermanos Esteban y Santiago Rojas, ubicado en un sector de la zona 2 de la ciudad de Guatemala.

De ser factible esta hipótesis, los hermanos Rojas retiran el paño de pureza de la imagen para colocar goznes que articulen las extremidades en la cadera de forma que la imagen pueda sentarse en el lomo de su cabalgadura, aplicando un nuevo encarnado en el que se eliminan las llagas de los clavos en pies y manos y se oculta la llaga del costado, por no ser apropiadas para la nueva proyección cultual de la imagen.

Hasta que otros estudios desvelen otra posibilidad en cuanto al origen de la imagen por parte de los Historiadores del arte y la cultura, conformando o superando lo anteriormente expuesto, Jesús de las Palmas quedará unido para siempre a su inigualable y querida “burriquita” tallada por el maestro escultor imaginero Francisco Masaya siendo reconocido ahora por sus devotos y vecinos de la ciudad de Guatemala como Jesús de la burriquita, principal referente de la Semana Santa guatemalteca.

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