Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
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Fabián Dobles

  Fabián Dobles. Nació en San Antonio de Belén, Heredia, Costa Rica, en 1918. Narrador, poeta y periodista. Asociado —junto a otros intelectuales como Carlos Luis Fallas y Joaquín Gutiérrez— a la llamada Generación del Cuarenta. Posterior a la Revolución del 48 desempeñó diversos oficios como administrador, obrero y funcionario público. Fue asistente de prensa en la Agencia Rusa de Información Novosti (de la antigua URSS), corresponsal de la agencia Prensa Latina (La Habana, Cuba) así como redactor y corrector de la revista Adrara y los semanarios Adelante y Libertad. Durante la década de los años 70 trabajó como corrector de pruebas y editor, para EDUCA y para Editorial Costa Rica, de cuyo consejo directivo formó parte, siendo posteriormente jefe de producción. Publicó los libros de poesía Tú, voz de sombra (1945), Verdad del agua y del viento (Premio Centroamericano “15 de septiembre”, 1948), Yerbamar (con Mario Picado, 1965); las novelas Ese que llaman pueblo (1942),  Aguas turbias (1943), El sitio de las abras (Premio Centroamericano “15 de septiembre”, 1950), entre otras.

 

TEMA

Ven, acércate hasta el agua.
Hunde en su fuente de lirios
tu frente y lava tus lágrimas.
Es hora ya de saberlo:
todo lo contiene el agua.
Antes de que tú vinieras
en alta, vegetal llama,
ah, qué abismo de los tiempos,
qué dulce y terrible entraña,
ella se sabía el secreto
de los guijarros y el aura.
Desde la hoja caída
a la esclarecida rama;
por el celaje encendido
y por la espuma más blanca;
del negro rumor de noche
a la sonrisa del alba;
todo estaba ya encerrado
en el corazón de olivo
del agua.
Ven, inclínate ante ella.
Haz la pregunta del alma.

VARIACIONES

Cristalina, tibia y buena,
anda, tómala en tu palma.
Mira su estrella de musgos
encenderse en la mañana.

En el agua, por su río
de espuma y trémula plata,
la amargura se esclarece
y se encuentra la esperanza.
Anda ya, tráele tu pena
y báñala en su palabra.
Amistad como la suya
no has de encontrar en tu casa.
Ah, ese cantarín silencio,
qué canción última, el agua.
Si tú pudieras oírme.
Si tú quisieras hallarla.

Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
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***

Mensajera,
mensajera del viento.
Aunque nadie te ve,
si los ojos te niegan,
yo bien que te tengo.
Llegas en claridades
navegando.
Y tu campana,
flor de temprano céfiro,
repica en las corolas
de pétalo a pétalo.
Yo bien que te estoy viendo.
Fiel ráfaga de venablo
de lo hondo disparado
y dirigido a lo hondo,
yo voy tras de tu secreto.
El rastro tuyo persigo
a lo hondo, a lo distante,
al infinito de tu cáliz rojo,
húmedo, rojo y vivo.
Mensajera del viento,
verdad tú,
verdad de siempre,
dardo de la esperanza
que el horizonte, en céfiro,
me trae porque tú eres
piedra inaugural del tiempo.
Mensajera silenciosa
del viento.

***

El corazón del mar llega en el viento.
Lejana onda se escucha
en las hojas, por dentro,
y un sabor a marisco y sal se siente,
si no en el labio seco, en el oído,
entre rumor de mástiles que vuelan
por ala de gaviota entre la espuma.
Aquí no hay mar, es cierto.
No hay muelles ni silencios de espuma
lineales, asombrosos, entre oleaje y oleaje.
Sólo hay verano, claridad y montes.
Los pájaros que pasan no conocen
el dulzor tembloroso de los peces salobres.
Pero está el viento.
En la piel, en los ojos,
nariz y boca adentro,
caracoles arriba,
cangrejillos abajo.
Y una ocarina inmensa que te anuncia,
ah corazón del mar que está en el viento.

***

Hállalo dentro del trigo,
en la voz y entre tus palmas.
Allí está, invisible y cierto,
el alto navío del agua.
¿Qué sería del claro trino
del petirrojo en las ramas,
y el murmullo de los ríos
y el alma de la montaña?
¿Dónde el limpio sufrimiento
del verano entre las plantas?
¿Por qué tú, por qué la angustia
de hallar tu sombría cauda
en la raíz de las tardes
y el eco de las palabras,
si no existiera el milagro
de los mástiles del agua?
Desde ellos yo te presiento
agua ya, y el mundo de agua.

***

Te buscaré dentro del agua.
Desde el amanecer sin sombras de su cauce
el ansiado prodigio de tu voz sólo espera
que tú encuentres tu imagen renacida, en su espuma.
Bajo la húmeda piedra, en alga y savia,
en fugitivo musgo del silencio,
sombría, inexplorada de la vida
y de la muerte aún desconocida huella,
tú estás, involuntaria gota del rocío.
Si aún no has descubierto

el raudo norte de la estrella entre la noche,
tú tienes en el agua
tu morada tranquila y el ignorado mundo.
Estás en ella, diáfana y permanente
sonoridad del grito y la esperanza,
cristalino torrente y submarina
alga del inmutable sueño.

***

Y hay el dolor del viento.
Gemido entre la noche
que no termina, llega
cabalgando por sobre
ese recuerdo ilímite
de minutos salobres
perdidos entre techos
y entre ventanas… Oye;
su voz está cantando
antiguas canciones
debajo, en las raíces
que hay en la piel del hombre.
Hay el dolor del viento.
Tú lo sabes. ¿En dónde?
Él te dirá su signo,
te contará su norte
en esa oscuridad
que no termina. Corre.
Que hay el dolor del viento
esperando tu nombre.

***

Llámala tan sólo «el agua»,
así, con la sencillez
de un pájaro en la mañana.

¿Por qué tienes que pensarla
crucificada en los lirios
o adormecida en palabras?

Suéñala gentil y blanca
desde su clara cintura,
verde perfil de sus algas.

Si quieres hallarle el alma
toda en los cuatro universos
de sus letras de esmeralda,

ábrete plena a su llama
sonora y viva, ya tú
temblorosa hoja de palma.

De aquí se fue la nostalgia.
No estamos ni tú ni yo.
Está, simplemente, el agua.

Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
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***

Ayer nuevamente vine
a acompañarme del agua.
¡Qué lindero para el pájaro,
qué palma abierta que estaba!
Ya casi, de estar viviendo
conmigo, en ciudad sin alas,
su tibia rosa de tallos
inasibles y de ramas,
sendero verde a la estrella,
confín de la pena intacta,
olvidado se me había
en un rinconcito de alma.
Pero ayer, como era grande
la amargura, fui a mirarla.
La verdad estaba en ella…
¡La verdad, siempre, en el agua!

FINAL

Para poder hallarte, permanente
en tu esencial sustancia verdadera,
búscate en flor del agua, hazte madera
sin mancha de palabras, transparente.

No te llames ya el nombre de la gente
con sus letras vacías, sé sincera y
hállate entre su rama volandera
y un manantial te nazca de la frente.

Que en su torrente la verdad, cautiva
del silencio de savias de la tierra,
se encuentra y te dará sangre que viva.

Y así, redescubierta en la deriva
del agua silenciosa que te encierra,
yo te querré, más firme y fugitiva.

***

En viento vienes y en dulzor de viento
llegas, de mi verdad apetecida,
toda encendida en nubes y erigida
transparente alminar de sufrimiento.

Me miras con tus ojos de tormento,
clara y precisa en tu dolor dolida,
y no sé si es tu imagen revivida
desde ti o de mi propio sufrimiento.

Pero en el viento estás de sombra y bruma
surgida como faro de una pena.
Y yo te busco en el fragor del viento

tras de la amarga miel de tu colmena
porque el dolor de ti que en mí presiento
me envuelva en su dulzura y me consuma.

Selección de textos. Roberto Cifuentes

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