Víctor Muñoz
Premio Nacional de Literatura
—Pues qué te parece —le dije a Gedeón— que estaba yo en una de esas cafeterías de comida rápida que se mantienen bastante llenas de gente, tomándome un café, cuando por alguna causa me quedé mirando a un individuo que entró a la cafetería, miró para todos lados, se dirigió a uno de los depósitos de basura y sacó un vaso que ya alguien había usado, acto seguido se fue hacia las dispensadoras de bebidas y llenó el vaso con bebida de cola, después se fue a una mesita , colocó el vaso y se puso a mirar, como vagamente, hacia ninguna parte, luego de un momento se levantó y se fue a pedir que le dieran un sobrecito de salsa de tomate y uno de mayonesa, cuando estuvo de regreso sacó de una de las bolsas de su saco, bastante raído, por cierto, un par de panes franceses, los partió por la mitad, les echó la salsa de tomate y la mayonesa, se quedó mirando su pan como con pena y se lo comenzó a comer. Me sentí muy triste, por lo que me levanté de mi silla, me fui a pedir una hamburguesa de las más grandotas, un café, pagué lo que me indicaron, recogí el azafate con la comida y me dirigí hacia el hombre. Lo saludé y él se me quedó mirando como asustado, le expliqué que había visto lo que había hecho, que deseaba invitarlo y que por favor me aceptara lo que le llevaba. El individuo abrió los ojos desmesuradamente, miró la comida, luego se me quedó mirando, después bajó la cabeza y comenzó a llorar quedito. Le pregunté si me permitía acompañarlo y me indicó que sí.
—Mire —me dijo, en cuanto se hubo calmado—, no tengo palabras para agradecerle. Esta es la primera comida que tendré desde ayer. Yo me dedico a hacer trabajos de pintura de casas, de albañilería, de electricidad y de cualquier cosa que haya que arreglar en una casa, pero con esto de los bloqueos tengo ya dos semanas de no tener trabajo. Estoy desesperado, le agradezco mucho. Apenas ayer me dieron trabajo para pintar un rótulo y todo el dinero se lo entregué a mi esposa para que comprara comida para mis hijos, pero no alcanzó para mí.
Y dichas estas cosas, de nuevo comenzó a llorar. Cuando se tranquilizó le dije que lo sentía mucho, que tanto a él como a mucha gente le ha afectado la situación actual, pero que tuviera paciencia, que me dejara su nombre y su número telefónico y que yo, la primera cosa que haría sería avisar a las amistades por si alguien necesitaba de sus servicios. El hombre me dio sus datos, y pues viendo así las cosas hasta le dejé algún dinero para que pudiera ayudarse un poco. Y en vista de que yo andaba trabajando nos despedimos, no sin que antes me dijera que Dios me habría de bendecir por haberlo ayudado. Aquí entre nos me sentí muy bien por haber hecho esa pequeña buena acción. ¿Vos que pensás?
Gedeón, que había seguido muy atentamente mi relato, se tomó su tiempo, respiró duro y me dijo:
—Pues yo creo que hiciste muy mal. Ese individuo ingresó subrepticiamente a un lugar a donde la gente acude a comer, se robó un poco de bebida, se robó un poco de salsa y otro de mayonesa, cometió tres delitos que están claramente tipificados en las leyes.
Ante su respuesta, que me dejó sumamente sorprendido, le pregunté qué habría hecho él estando en mi lugar.
—Pues lo primero que hubiera hecho habría sido ir a denunciarlo inmediatamente ante el encargado de la cafetería, acto seguido me habría ido al MP a poner la denuncia para que alguno de los fiscales que atienden estos casos le hiciera un apercibimiento al individuo para que nunca más cometa esa clase de delitos, con la advertencia de que, de hacerlo nuevamente, le caerá encima todo el peso de la ley.
—Bueno —le dije—, visto así, tenés razón, pero hay que considerar que en este caso existen atenuantes y que no se puede juzgar tan drásticamente a una persona que comete tales delitos bajo los efectos de la desesperación y la angustia.
Gedeón se me quedó mirando, mientras meneaba la cabeza para los lados.
—Por eso es que este país no progresa, porque la Ley la tomamos como cualquier trapo sucio. No señor, estamos muy equivocados y vamos muy mal. El imperio de la Ley debe ser estrictamente respetado, se trate de quien se trate y sea quien sea, así sea el señor presidente de la república o cualquier hijo de vecino. Solo así podremos salir de este atraso que tanto nos agobia.
Viendo las cosas como se dejaban venir cambié el tema de conversación, convencido de que con este Gedeón a veces no se puede.