Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
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Mariela Tax

Mariela Tax. Salcajá, Quetzaltenango, 1991. Mujer maya k’iche’. Educadora popular. Algunos de sus poemas han sido incluidos en la fanzine Chonchón, Lebú, Chile, 2021; en la fanzine Chiapaneca Yomarán Jäyatzame, Mujeres Poetas de Xelajú, 2022. Publicada en: Salir del engaño ¿200 años? ¡Nada que celebrar! y Lienzo de Fuegos, Parutz’ Editorial, 2021. Su poesía también integra la segunda temporada de la novela Amanda López, Editorial Semilla Creativa, Argentina, 2021. Está incluida en la Antología inclusiva escrita en Braille y audiolibro publicada por el Ministerio de Cultura y Deportes y el Ministerio de Educación, 2022.

 

Geranios
Mi corazón es un pedazo de tierra,
al sembrar mis dolores
nacen los geranios blancos de mi abuela.

Linaje
Habita en mí
el tiempo de las abuelas,
el deseo de sus almas.
Habita en mí el
concierto de sus voces,
el sonido de sus llantos.
Habita en mí
cada uno de sus pasos,
cada uno de sus sueños cobra vida
a través de sus hijas.
En mí germina una semilla
sembrada desde el linaje
de mis ancestras.

Rituales
Los hilitos de plata
que trenzaban mis abuelas
son parte de un ritual de afecto
que mi madre también heredó.
Cuántas veces peinó mi cabello
en tanto yo jugaba
a trenzar el pelo del maíz,
como cuando se honra
la memoria de un pasado
y se entreteje
la esperanza de un futuro.

Otras formas de escuchar
¿Ya escuchaste el canto de los zanates, mijita?
¿O solo los apedreás porque te dijo una mazorca
que son aves de mal agüero?
¿Ya escuchaste el canto de los zanates, mijita?
¿O solo los maldecís porque son negros,
negros como la noche y cubren el cielo como un
aguacero?
Escuchá el canto de los zanates, mijita.
¡Escuchá!
Abrí tus oídos a su hambre y a su naturaleza,
igual que los gorriones y las golondrinas,
ellos también quieren sentirse libres,
libres de ser.

Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
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Muxu’x
Se me cayó el ombligo en estas tierras,
por eso,
por más que intente irme
siempre me quedo
y cuando por fin me voy
aunque muy lejos esté
siempre regreso.
Se me cayó el ombligo en estas tierras,
mi cordón umbilical quedó amarrado,
lo enterraron bajo aquel cerezal.
Atada estoy a estas tierras
pero, mi alma vuela
así como vuela el polvo
de aquel arenal.
Se me cayó el ombligo en estas tierras.
¡Ay, si pudiera yo volar!
Si pudiera mi cuerpo volar
arrancaría de aquel árbol las raíces
donde enredado quedó mi nahual.

Somos
Somos un tejido de hilos de colores,
un tejido hecho con amor.
Nuestra indumentaria cuenta historias,
cuenta nahuales.
Somos una semilla
que germina lento
aún en medio del zacate.
Llevamos en la piel
una historia milenaria,
una historia marchita,
una historia florida.
Llevamos en el pecho la comida,
la leche de cada día.
Cargamos a escondidas el universo.
Sobre nuestros hombros, cada noche,
miles de lunares florecen como estrellas.

Azucenas
Y florecimos como las azucenas:
en medio de la lluvia,
en medio de la canícula,
en medio de todo y nada.
Y florecimos,
en medio de las espinas,
bajo la caricia del rocío,
aguantando el frío o quemándonos bajo el sol,
en medio de todo y nada.
Así como las azucenas,
nuestros pétalos se abrieron a la existencia,
conscientes de la muerte y de lo efímero de la vida.
Los gorriones que se posan sobre nuestro néctar
se deleitan con nuestro existir.
Así florecimos como las azucenas,
en medio de todo y de nada,
compartiendo la miel o viviendo la amargura.

Manos
Si los hilos blancos en la cabeza de mi madre
son capaces de contar historias
¿Cuántas más habrían de contar sus manos?
Esas manos con arrugas pronunciadas
que trazan caminos de espera,
angustia, alegría, tristeza y desolación.
Esas manos adornadas
con pequeños mosaicos de color café,
manos cansadas y agobiadas,
con las palmas surcadas de tanto trabajar.
Manos obligadas a ser fuertes,
impartidoras de justicia
y conocedoras de la ternura.
Si sus cabellos blancos han de contar historias
¿Cuánto más podrían contar sus manos?
Yo me siento a su lado,
cierro los ojos y abro los oídos,
me amarro el corazón,
escucho y transcribo.

Ser la trama
A veces,
me quedo varada entre la bruma
sin poder distinguir el camino.
Entonces,
recuerdo a mi niña desenredar con paciencia
esas madejas de hilo para obtener la trama,
es ahí cuando la bruma se esparce
y aparece nuevamente el camino.
El camino es ser el hilo sin importar el enredo,
el camino es ser la trama.

Una red
Soy una historia tejida.
La vida es una red
donde los hilos se tejen
de poco en poco.

Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
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No mienten
Mi piel no miente, pecosa y morena
no esconde la herencia que la tierra me dio.
Mi cabello no miente,
suelto y enredado guarda en su negrura
la esencia de un pueblo consumido por el hambre.
Es verdad que mi piel no miente,
pero mis ojos ya no saben leer el mensaje oculto
en el cielo surcado por las nubes
o en el vaivén de las golondrinas
anunciando el invierno.
Es verdad que mi piel no miente,
pero mis ojos ya no saben leer la luna cuando se tiñe
de sangre
esperando el sonar de los tambores y los cantos,
ni los cielos estrellados de diciembre
anunciando las heladas.
Es verdad que mi cabello no miente,
pero mis ojos ya no saben reconocer la canícula,
la sequía, ni los ciclos de la siembra,
o diferenciar el invierno de una lluvia efímera.
Mi piel no miente,
pero mis ojos ya no saben leer el cielo
el tiempo se va robando la ancestralidad.

Neblina
Traigo la neblina entre las manos.
No sé de dónde viene mi nostalgia,
no sé de dónde viene mi tristeza.
Entre la espuma blanca que vomita la vida
se esconde un sueño, una palabra,
se esconde un jirón de emociones
contenidas en amargura.
Un par de caricias tendí bajo la niebla
blanca, espesa y pura.
Cómo duele la neblina, cómo duele.
Traigo la neblina entre los dedos,
cargo el dolor entre los huesos.

Ecos
La cigarra le canta a la luna una melodía de
despedida.
La noche se disfraza con el espesor de las nubes
y se funden en silencio con la neblina.
Entre los cipreses se cuela el viento componiendo una
sinfonía,
el rasgado sonido de una brisa por la mitad
se convierte en un leve destello que silva entre las
ramas.
Entre el polvo caminando sobre el suelo,
miles de hormigas escriben una partitura.
Pequeños trozos de vida
que plasman las notas de un compás.
Cuán autónomo y liberador es para este corazón
el sonido que emana esta profunda obscuridad.

Olor a muerte
La noche huele a lluvia,
se escucha el cantar de los grillos
y la tierra que no puede más
expide el olor de la muerte.
El viento no se ha llevado
las lágrimas de aquella viuda,
es su rostro un charco donde reposa
la añoranza de la pérdida.
Ocultos están, tras un velo negro,
sus ojos que no pueden llorar más.
La noche huele a lluvia,
la noche huele a muerte,
siento en mi boca su sabor
mientras corre por mi piel
ese frío que la invoca.
Siento el sabor de la muerte
y esa mezcla de lamento y dolor
anidando en mi pecho.
La tierra sabe a muerte
se impregna en mis recuerdos
y se entierra en mi piel sin vacilación.

Selección de textos Roberto Cifuentes Escobar

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