Edgar Francisco Mata Ulloa
Edgar Francisco Mata Ulloa —poeta costarricense—. Ha dado a conocer su obra en la radio, revistas, periódicos y festivales nacionales e internacionales. Es fundador y cofundador de diversos talleres de poesía. Sus poemas se han publicado en el libro Los Silencios del Anhelo, así como en las antologías poéticas En-tra-Mar, y en la antología del Primer Festival internacional de Poesía en Antigua Guatemala —FIPAG—. Los versos aquí presentados, son tomados del libro Tu nombre en todas las cosas. |
La esperanza
se acercó a la ventana
para observar la tarde
desde tu habitación.
El viento respira
todo tipo de llanto,
incluso el que rueda
con párpados de arena.
El dolor
es un cristal de piedra dura;
un gesto insensible
que nunca se aleja;
penetra y fluye
a escondidas de tu voz.
***
Con hambre es posible
devorarse el dolor.
Ignorante del libro
con imágenes de alegría;
del abrazo que no encuentra
destino.
Desear una noche
donde la soledad no mienta;
creer que el olvido
escucha y tiene palabras.
Pensar que con hambre
se pueda respirar igual
que una bocanada de mar.
***
He de callar
el último llamado de la noche;
esa voz con lengua oscura,
empapada de epitafios.
Aprender el idioma
de los vuelos;
lo mismo que aprende el tiempo
con su actitud de calendario.
Espero tener miradas claras,
tan claras que podrán convertirse
en campos de trigo.
***
La abuela siempre fue el río;
silenciosa, igual su nombre
de transparencia fluida.
Ella y la piedra de aporrear
las alegres ropas,
en la corriente arremolinada
presurosa de orillas.
Con la serena herencia de los pobres
nos lavamos las miradas;
para compartir los paisajes
de cada día.
***
En las celdas existen palabras de sobra
para llenar doce canastos;
que pudiesen ser repartidas.
La verdad de los cuerpos enmudecidos
con las gargantas saturadas de imágenes felices;
frases ocultas en los blancos dientes de los amantes.
Cada quince días, llega una hermosa llamada
igual que un abrazo cantando;
la curiosidad salta; aunque luego
le invade un árbol de luto.
Otras llamadas son solo sombras
sin amanecer de pájaros.
El teléfono se desvanece, la vida no suena
sin la respiración de los acentos amados.
***
El gorrión del amanecer
se ausentó por siempre;
cuando el mañana
se quedó en la noche.
Solo la mano de la luna
dio señales de vida;
en consuelo
con el extático sueño del tiempo.
La quietud añora
el vuelo,
en el reflejo de los ventanales.
Las sombras nacidas sin luz;
pertenecen a los brotes luminosos
del regreso;
empapados
de la nueva claridad
de las lluvias.
***
Cerrar los ojos
acerca el llanto
cuando la soledad
es la sombra del corazón.
Entonar
la canción preferida
en nombre
de tu ausencia;
es el único recuerdo
en esta habitación vacía.
Hoy,
el tiempo de esperar
se convirtió
en un frío café.
***
Una mancha en la pared activa incógnitas:
Puede ser el contenido de una botella
lanzada por un ángel estéril, con enojo celestial.
Plaga de moscas con apariencia de moho;
o el golpe de un grito.
Parece estar marcada, por un impulso vivo,
el de una mano enferma, al borde del tropiezo.
Cerca habitan jóvenes,
juguetearían con alguna calcomanía
de corazón afligido;
ante el impulso de abrazar paredes amables.
El vuelo que prefiere estar colgado
aunque aparente epitafio;
como una cicatriz más,
en esta urbanización solitaria.
***
El tiempo es una aguja
en un rincón oscuro
con el tejado roto;
bajo la lluvia que tiende a parir
infinidad de gotas.
El quebranto cruza de noche
en un desfile de palabras con frío;
les quema la incertidumbre
y el bombillo de ojo parpadeante.
Cuando el sollozo esconde sus heridas;
la penumbra se recoge
como un perro de agua lodosa.
***
Viajar a un buen futuro
en un mañana
que siempre se encuentra hoy;
con más nave que la imaginación.
Quitarse los harapos
y hacer con ellos una tienda de sombras.
Darle hospedaje
a los habitantes de la noche;
a los que viajan en busca de un sendero
decorado con barcos;
verlos emerger
de los pastizales del agua;
semejantes a los árboles verdes de la lluvia.
Donde la luz es una puerta
abierta sin motivo.
***
Quedarse en casa
un viernes por la noche;
con la luz parlante del televisor
fantasmeando en mi cara;
mientras pienso en el jardín del sábado.
Llega a mí
el cielo de los que duermen
y en el tiempo
dos agujas en la oscuridad.
El viento aprende las canciones
del ser humano;
transfigura sus notas
en mi respiración.
En los sillones del óseo
se oxidan los motivos
de estar vivos;
la posibilidad de regresar al júbilo
reabriendo puertas del pasado.
Cosecha de café
Desde la fragancia blanca,
a la altura de un musical,
los arbustos suspenden la florea.
Los recolectores descubren en el cerezo:
el verde, amarillo, y rojizo de la caturra,
el catuaí y el catimor.
Junto al origen amargo de la tierra
surge el fuego líquido
en la miel de la semilla.
Los granos expuestos, entre el ramaje
y el manojo de las sombras,
ofrecen su exquisitez en el humeante sorbo,
en una taza de café
Selección de textos Roberto Cifuentes Escobar