Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural

Karla Olascoaga Dávila

Me encanta venir al mercado Colón. Llevo años de visitarlo. Hoy compré flores en tonos  naranja y amarillo  para darle vida a mi casa. Cada semana se me antoja un color distinto y aquí -o en el Mercado Central-  cumplo mis sueños de colores. Y  claro, hay otra cosa que me gusta del Colón y es el Car Wash Real de Catorce, que queda frente a una de sus entradas. Así se llama: Real de catorce.  Y la verdad, hace “añales” que lavan mi carro en este lugar.

Por el car wash Real de catorce han pasado infinidad de jóvenes lavacarros, algunos han durado más, otros, menos. Hoy, por ejemplo, llegué y pude darme cuenta de que no conocía a ninguno de los nuevos muchachos. Sin embargo, lo que me encanta del lugar es que siempre trabajan bien y hoy no fue la excepción. En cuarenta y cinco minutos salí de  regreso a  casa con flores, frutas frescas, antojitos y carro impecable gracias al Real de catorce.

Como suele suceder los domingos, el movimiento de automóviles empieza después de las 10 de la mañana. Lo noto mientras conduzco por las cercanías del Colón. Incorporarme a la 12 avenida me cuesta un poco pero finalmente lo logro y cruzo a la derecha. Ya veo a lo lejos  la entrada  al Cerrito tantas y tantas veces recorrida desde este ángulo. Las calles  antiguas con memoria histórica y llenas de relatos personales que se  repiten en proporciones aritméticas.  Giro completamente y desde la acera izquierda algo llama mi atención: una mujer alta, joven y vestida en color fucsia con sombrilla también fucsia mira con interés hacia mi carro.   No puedo evitar pensar qué hará en estos parajes grises una mujer tan guapa. Pronto me doy cuenta que es una “chica de la calle”, diría mi abuelita, y si, podría ser una trabajadora sexual. Y aunque su atuendo y apariencia sean poco comunes, esa mañana ella le imprime un color distinto al gris del Cerrito. Sonrío pensando en las casualidades, en el cruce de instantes que nos llevan muchas veces al absurdo,  sin pasar por lo sublime, para nada.

Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural

Por este lado de la zona uno capitalida es común ver en las esquinas a señoras, un poco entradas en años con ropa ceñida, esperando clientela sentadas en las banquetas, conversando entre ellas, serenas, sin prisas. Ellas son parte de la geografía humana-vital de esta ciudad, por ello los transeúntes y  automovilistas que recorremos las calles del Centro Histórico, estamos acostumbrados a su presencia. La chica de fucsia llamó mi atención porque su talla y atuendo no encajaban con el común del día a día en las calles del Cerrito.

Voy dejando atrás la alta silueta de la joven y mi vista topa de frente  con un enorme y amarillo bus escolar, junto a él  creo ver  dos peémetes correctamente uniformados (PMTs: Policías Municipales de Tránsito). Justo en ese instante me distraigo con el musicón que  traigo a todo  volúmen en el  carro para  que  todo  suceda con soundtrack. ¡Fabuloso! Chica alta, bus con scouts, PMTs confusos… y yo, feliz viendo el corto desde mi nave con llantas.

Los peémetes llegaron temprano  hoy, llegaron como a  eso de las cinco y estacionaron sus motos a un lado de la entrada  del Cerrito.  Uno de ellos ha permanecido de pie y atento sobre la avenida durante toda la mañana. Es  su primer día aquí y se siente algo inseguro y no conoce el lugar. Está de pie al final de la avenida  y desde allí domina todo el panorama. Son como las 10 de la mañana  o más y a lo lejos ve la silueta alta y delgada de una joven. También a lo lejos ve un carro grande que intenta ingresar a la avenida sin éxito y sobre esa misma avenida viene acercándose un bus escolar con las luces intermitentes encendidas que parece buscar dónde parquearse.

Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural

-Valerio, Valerio, uno dos tres, hay por acá un 38, dice hablando atropelladamente por radio a su compañero que  no está muy  lejos.

– Valerio apurate vos que vienen los scouts.

– Aquí Valerio. No tengás pena. ¿Qué chingados es un 38?

– Acordate que soy nuevo. Tenme paciencia.

– Voy pa allá. Llego en tres-  contesta Valerio.

-Estos tacones… ya sabía yo que no eran para hoy. Que calor, creo que tampoco escogí bien la ropa, bueno, aún no conozco el clima de acá. Esa señora que está en la esquina me mira demasiado. ¿Será que le estoy haciendo sombra? Hablando de sombra, solo veo arboles a lo lejos. Ni un arbolito que refresque acá, pero bueno, aquí me dijeron y aquí será. Aquí me quedo-  y Niurka dibuja  una amplia sonrisa para el señorón que pasa  bajando el vidrio de la ventana  de su Jeep.

Los escauts han madrugado hoy para llegar temprano al parque. El vehículo que los lleva al lugar, se acerca a la entrada de la 12 avenida del Cerrito. Algunos pasajeros se despiertan del letargo.

-Ya vamos a llegar, grita el piloto.

– Vos Alex mirá a esa mujer. No se parece a las señoras que vemos por acá.

– En lo que te fijás. ¿A ver? … Nooo, si, tenés razón, parece de la tele.

– Chófer chófer, ahí vienen los peémetes, grita Alex para disimular que ha estado viendo con demasiado empeño a la joven de la calle.

El bus se detiene y de inmediato van bajando en fila los veinticuatro scouts con  sendas mochilaspañoletasgorritos y demás aditamentos. Uno de ellos codea al de al lado y con la boca y la barbilla le señala en dirección de la joven que aún permanece de pie a unos treinta metros sobre la acera de enfrente. Y así como en una carícatura, uno a uno van volteando sus cabecitas con mochilitaspañoletasgorritos y hasta anteojos  para verla. Algunos sonríen, otros no entienden y al resto poco les importa, siguen en su algarabía buscando ingresar al enorme parque con todos sus bártulos.

-¿Vos, vas a decirme qué es un 38? ¿O eran pajas? Yo no veo conflicto por acá. Mmmm bueno, hay una joven allá en la esquina que parece ser “de la vida  alegre”. Pero eso no es delito, ¿no? ¿o si? Que jodés con esa cara de susto. ¿Vamos? ¿Tenemos que abordarla? Pérame, voy a indicarle al chofer del bus de los scouts que pueden bajar  y que después se vaya porque aquí no hay chance de parqueo.

La chica ve correr los minutos y piensa un poco  decepcionada que la espera será larga. A lo lejos ve a dos uniformados y siente inquietud porque no sabe cómo son aquí los policías,  pero lo que si le dijeron es que los verdes son municipales y los negros, nacionales y a esos si hay que tenerles miedo.

Ciudad de Guatemala, en las cercanías del Cerrito del Carmen, julio 2023

 

Artículo anteriorEntropía, estructura e información
Artículo siguienteGerardo Guinea Diez y Un cisne salvado del diluvio: Un mundo adentro, un mundo afuera