Andrea Ponce
Amílcar, mi novio, estaba muy feliz pues su hermano mayor había comprado carro nuevo y le había vendido el viejo. Era un Mazda 323 coupé modelo 94, color rojo, y por cariño lo apodamos «Chiltepito». Por ser el primer vehículo que adquiría decidimos unir esa celebración con la de nuestro tercer aniversario e ir a almorzar. Cuando llegó salí, lo saludé y me dirigía a la puerta del copiloto cuando me detuvo y me dijo:
̶Esa puerta no abre.
̶¿Y eso?
̶No sé, ayer se arruinó.
̶¿Y entonces?
̶Tenés que entrar por esta…
Me señaló la puerta del piloto. Entré con dificultad, pues el asiento no se podía mover hacia atrás. Me acomodé e intenté ponerme el cinturón de seguridad.
̶No me lo puedo poner. Está como trabado.
̶¡Ah! Es que eso también se arruinó.
̶¿Y entonces?
̶Pues agarrate de donde podás.
Observé mientras él se ponía tranquilamente su cinturón y le dije:
̶¡Ah no! Si yo no me pongo el cinturón, vos tampoco.
̶Es que si no me lo pongo salgo volando.
̶¿Cómo así?
̶Porque esta puerta no cierra, y si no me pongo el cinturón, en las vueltas se abre y salgo volando…
Sin decir más, empezamos la marcha. Estábamos en pleno tráfico cuando empezó a salir humo del capó.
̶Vos, ¿ya viste el humo?
̶Sí, ya se calentó el motor otra vez. Hay que echarle agua.
̶Mirá, allí adelante hay una gasolinera.
Nos detuvimos y le echamos agua. Estábamos listos para irnos cuando en eso:
̶¡Alagrán! Ahora no quiere encender.
̶¿Y ahora?
̶Vamos a tener que empujarlo.
̶¿Vamos?
̶¿Sabés arrancarlo en segunda?
̶No.
̶Entonces vamos a tener que empujar.
̶¿Con estos zapatos?
̶Sí, mi amor, lo siento.
̶Va pues…
Me bajé y empecé a empujar. Amílcar corría con la puerta abierta y cuando sentía que llevaba algo de aviada se metía de un salto al carro e intentaba encenderlo. Después de tres repeticiones, lo logró.
Íbamos en camino de nuevo cuando empezó a llover recio. Amílcar me dijo:
̶Pasame aquel trapo que está en el asiento de atrás.
̶¿Para qué?
̶Para limpiar el parabrisas. Es que el limpiabrisas no funciona.
̶¡Alagrán! ¿Pero cómo lo vas a limpiar por fuera, si vas manejando?
̶Cuando haya semáforo en rojo me bajo…
Y así lo hizo. En cada alto saltaba del carro para limpiar el vidrio, y subía cada vez más empapado.
Cuando al fin llegamos al restaurante había dejado de llover. Sin apagar el carro se bajó a escurrir y me dijo:
̶Entrá vos y pedís para llevar. Es que tengo miedo de que se me vuelva a apagar el carro.
Así que me bajé furiosa, pedí algo y dí por terminada nuestra cita romántica.