Marcela del C. Rodriguez Uceda
Escuela de Historia-USAC

Sin afán alguno de ofender al selecto grupo de cucuruchos, quienes, en carácter de asociación de devotos, tienen a su cargo el boato a Jesús de San José, de los Milagros o Rey del Universo, cito a Balsells Rivera diciéndoles: “…acuérdate de que tú con el sol, el calor y la fatiga, eres diez mil veces más feliz (…).” Como vastas son las advocaciones de la imagen, vasta es la característica de estos “josefinos”, he aprendido. Por supuesto, no los conozco a todos, si mucho a un 5%. Pero Balsells resume mucho en poco y ustedes, josefinos, encajan a la perfección. Entre el argot nuestro, la identidad nos la define la devoción. Y tal parece que ustedes nacieron con ella. Desde los estandartes, los romanos, las águilas, el lazo (estreno) y la enorme banda de música, San José es San José.
Lo envidiable de usted, señor o joven josefino, es esa identidad tan suya, como un tipo de nacionalismo. Es ese su estandarte de reconocimiento ante nosotros y muchos de ustedes lo portan con autoridad, otros con elegancia, otros con ascendencia, otros con respeto, otros por moda y otros con seguridad. No, no todos ustedes son iguales. Y eso es lo que los hace tan diferentes al resto de asociaciones o hermandades. Lo que sí sé, a ciencia cierta, es: quien NO nace josefino, difícilmente se puede hacer o adaptar y aguantar. Si alguno ya no pertenece, como “hermano”, y ahora pertenece a otro lado, NUNCA fue josefino, no se le puede llamar como tal.

Los josefinos son celosos, no hay otro Jesús, no hay otro San Juan, no hay nada que no sea el Domingo de Ramos. Y tienen razón, en su realidad, claro está. Imagino que ese celo, hace que se busque engrandecer (como todas las hermandades, bueno casi todas), el culto. Es ese sentimiento que hace tan peculiar a sus adornos, a sus cortejos y a sus participantes. Y es el éxito muchas veces, de la magnanidad en la antesala a la semana mayor. El engrandecer el culto, el posicionar al “Rey del Universo”, como esa advocación. Y, al mismo tiempo, el feligrés de calle tiene ese celo, de salir al encuentro del “negrito”. Asumo que recuerdan el incidente de la cruz, todos lo recordamos. Pues bien, si no saben, hubo personas que se quedaron esperando horas -no minutos-, ¡horas!, a que pasase Jesús por el punto en el que siempre le ven. Horas. A parte de ser eso amor, devoción y fe, es el celo del devoto y devota de ese día, que se roba las palmas.

Basta con vivir una salida de Domingo de Ramos, para entender a ese cucurucho de San José. Nunca, había visto hombres llorando con tal emoción, como que fueran niños; quizás por un recuerdo a un ser querido, o solo por estar allí. Vi hombres abrazándose con mucho aprecio y cariño. Y vi como todo gira alrededor del Jesús de los Milagros. Dejando de lado el fin de una procesión y su catequización, hay cosas humanas como las lágrimas y la emoción que nada tienen que ver con la religión. Vi hombres sensibles, humanos al final. Las mujeres por todo lloramos, así que no hay punto de comparación. Y vi hombres excelentemente vestidos, elegantes, limpios, dedicados. Esto, respetable josefino, habla mucho de la importancia que le tiene usted al día, a su Jesús. No hay como la túnica negra, pero no hay como el morado en domingo o viernes, son particularmente algo precioso.

“Yo podría no salir Domingo de Ramos, no es mi día.”, dije una vez ingenuamente a un gran amigo. Casi se infarta. Por supuesto, hablando en sentido figurado. En otra ocasión expresé en una red social que no me gusta cargar con “La Mater”. Ese mismo día me encontré a uno de ustedes y me preguntó el por qué, -algo sentido-, a lo que respondí, y esto sí es cierto: “Es que solo suena bien domingo de ramos.” Ahora sí camino domingo de ramos, un poco más que antes y… sigo pensando que “La Mater” solo suena bien domingo de ramos, por lo que es únicamente en la salida; la entrada ya es lunes. ¿Ven cómo son ustedes de pasionales con San José? Favor entender pasión en el sentido vehemente, de algo que se ama de forma sobrehumana. Pero por allí los veré, en domingo de ramos.

Cortesía

¿Qué es más importante que San José? Solo San José. Oído por varios de ustedes. Espero, que sus familias entiendan, que es una locura la que viven; pero una locura muy suya, una devoción como ninguna, un amor incondicional. ¡Malaya supiéramos todos querer como ustedes lo hacen! Los peculiares josefinos de todos los viernes, recostados en la pared del negocio de en frente. Esos peculiares, ustedes, quienes buscan convencerlo a uno para que vaya cada domingo de ramos a la procesión. Esos únicos, verdaderos josefinos, que lloran a la salida y a la entrada. Esas lágrimas, tan verdaderas por haber sacado al Señor a la calle, para que la gente lo vea, para que la gente le rece, para que la gente lo adore. Esos, ustedes que mantienen sus convicciones, nos enseñan cada año, su aspecto humano, mortal. Son ustedes dignos de admirar, aunque ustedes no lo crean.

Sí, ¡qué envidia tenemos muchos con ustedes! ¿Qué más que sentirse identificado con un igual? ¿Uno que sé que me entiende? ¿Otro que sabe que siento? ¿Qué anécdotas pueden tener en cada grupo de adorno? ¿Qué vivencias pueden tener fuera de la institución, al verse identificados por otro cucurucho de calle? ¿Qué gracias tienen gracias a Jesus de los Milagros? ¿Cómo ha obrado en sus vidas? ¿Qué milagros han tenido? Cada uno de ustedes, ojalá escribiera que han recibido o que han perdido. ¿Qué poder entre fe y devoción tiene la imagen sobre ustedes? ¿Qué los hace tan peculiares? Pienso, que, aparte de la identidad que tienen, un tipo de nacionalismo, la forma en que han llegado a San Jose tiene mucho que ver. Ese llamado que se siente y que no se explica, tiene mucho que ver con su lealtad al domingo de ramos; y a las otras celebraciones que puedan tener. Pero nada se compara como el cucurucho josefino de domingo de ramos, no es el mismo que el de primer jueves, ni el mismo los otros trescientos treinta y tres días restantes del año… y sigan así; solo una vida tenemos.

Despídome de ustedes, con el mayor de los respetos, con la mayor de las admiraciones y con la mayor sinceridad en las líneas anteriores. Agradezco sus testimonios, esos que hay que escribir en memorias para el recuerdo y la historia futura. Agradezco la confianza en compartir algunas anécdotas, vivencias e intimidades. Aprecio su sinceridad y la humildad con la que comparten con nosotros a su Jesus. Hay tantas cosas que se puede hablar de San Jose y de ustedes, pero optan por anteponer a Jesus y todo lo que gira por el. Ese el que ustedes tienen como amigo, confidente y dios. Esa imagen que los aglutina y ensancha cada vez que hablan de él. Sus ojos son el reflejo del amor al Rey del Universo. Y, por último, olvidar no deben que muchos los admiramos, por el tiempo y la vida que invierten en eso, eso que ustedes llaman “San José”, no en el sentido de iglesia, en el sentido de su CASA. “Eres uno de los pocos individuos interesantes que quedan en el mundo (…)”. No lo deberían de olvidar nunca.

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