Claudia María Quintanilla González
La Cuaresma y Semana Santa implican diversos aspectos que tocan los sentidos: olores, sabores, sonidos, colores, sentimientos e interpretaciones que mezclados crean un escenario inigualable que puede ser observado, vivido y concebido desde distintas perspectivas.
Es así como este tiempo incide indiscutiblemente en muchos aspectos de la vida mediante los diversos actores que de ella y en ella participan, conformando así un tejido social en el que, directa e indirectamente, la cotidianidad no solo del pueblo católico sino de un amplio grupo de personas se ve involucrado.
Es así como en este entramado de sujetos sociales se generan aportes y se construyen muestras de fe, devoción y religiosidad popular que permanecen y trascienden con el paso del tiempo y se transmiten de generación en generación.
Y cómo no habría de serlo si todo gira en torno a la celebración y conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
En estas líneas, se compartirán las percepciones y vivencias de 2 personajes que han formado parte de las procesiones y que generan elementos sensoriales característicos de los rituales propios.
En el pasado “Jueves del Silencio”, a las afueras de la Iglesia de San José, a la espera de la salida del “Nazareno de los Milagros”, y luego para la Procesión Infantil del mismo templo, tuve la oportunidad de encontrarme y conocer a Doña Alicia, mujer que se ha dedicado a la venta de accesorios que forman parte de la indumentaria propia que deben vestir los cargadores: guantes, mantillas y ahora también mascarillas. Para la procesión infantil, llevaba vestidos de niña inclusive.
Aunque podría parecer superficial, la uniformidad que se debe cumplir es uno de los elementos que, además del respeto y pertenencia que implican, complementan el impacto visual de los cortejos.
De manera espontánea e inesperada, surge una conversación que gira entorno a su trabajo en la venta de dichos artículos. Lo que parecería una cuestión de trabajo en el campo del comercio informal, resultó en un interesante relato que contiene fe y devoción y que pone en evidencia la importante participación de la mujer en todas estas actividades.
Doña Alicia, lleva alrededor de 28 años trabajando bajo esta dinámica en las procesiones tanto de Cuaresma como de la Semana Santa y considera que es la época más bonita del año. No suele llevar carreta con productos porque desde su perspectiva, le complicaría su movilidad, aquella que le permite caminar en las procesiones ya que prefiere y es “muy bonito caminar con el Señor” que ir “hasta adelante”. Y es que lo concibe de tal manera que no suele llegar a las procesiones por vender, sino también por esperanza y fe.
Entonces, opta por llevar una bolsa con sus productos en el hombro y disfrutar de caminar detrás del anda porque siente paz. Esa misma paz que fue tan necesaria cuando ocurrió el fallecimiento de su esposo e hijo hace algún tiempo. Esta situación, relata, la hacía a veces detenerse a llorar; pero también reconoce que conforme fue pasando el tiempo, sabe que Dios la fortaleció para seguir adelante.
Y esa misma conexión con lo divino, la lleva a reconfirmar en su relato que siempre se siente bendecida cuando participa dentro de los cortejos:
- “pero en especial en la procesión del Domingo de Ramos con Jesús de los Milagros, porque la gente en todas las otras procesiones – refiriéndose a los vendedores –, se queja de que hay poca venta… pero ese domingo, son milagros… con la procesión de aquí, nadie se queja… Él es milagroso…”
- “hoy si van contentas les digo yo, tuvieron venta… y es que es porque Él nos bendice… – su voz se enciende y se nota la emoción –, a mí me encanta el Domingo de Ramos… es bonito. Vengo a las 4 de la mañana y la dejo ya cuando va a entrar la noche, por los amigos de lo ajeno verdad… y después Candelaria.”
Dice que “a Candelaria” llega a las 3 de la mañana para esperar la salida y se queda a la entrada… Luego se va a “La Merced”, donde duerme un rato pero sale con Él también. Lleva 5 años de hacerlo: “Tan bonito que es salir de madrugada. Cansado, pero Él le quita el cansancio a uno”.
Dice doña Alicia que el Viernes Santo, le gusta la procesión de San Sebastián y San Francisco y aunque siente que “lleva piedras” en su bolsa, talvez por el cansancio, cree que son “lindas y preciosas”.
Sus ojos denotan ilusión y dice que le gusta mucho “el de Beatas” y “la procesión de las Flores” (La Reseña). Está emocionada también porque al día siguiente, es la procesión “del Gallito” que es su barrio y habrá velada.
Cuenta alegremente que una nieta ha empezado con la práctica de cargar y que le ha dicho que espera llegar a grande, siguiendo con la tradición. Ella la anima a que siga adelante.
Comparte también que al terminar la Semana Santa, dice “Siempre le digo: Señor si Tú me lo permites aquí estaré el otro año, Tú sabrás.”
Su relato, está lleno de emoción. Denota esfuerzo, alegría y esperanza que trasciende la labor comercial.
A su comentario de encomendarse para el siguiente año, le menciono a Don Emilio, tamborilero… y lo ubica y lo recuerda muy bien. Supo de su partida.
Don Emilio, reconocido en el mundo de los cortejos procesionales partió de este mundo terrenal el pasado 5 de febrero. Sin duda, una de las grandes ausencias en todas estas actividades, pues era característico escucharle con su tambor.
Vaya para él un homenaje a su memoria. Los sonidos de su tambor marcaron el ambiente cuaresmal, de Semana Santa, pero también de muchos otros cortejos a lo largo del año. Por ahí estará con “pasos pausados” pero constantes y siempre presente…
Porque la Cuaresma y Semana Santa son lo que son, por de quien se trata y todos formamos parte de ella.