Con el soplo de la tradición

Juan Fernando Girón Solares

 

TERCERA PARTE

 

El rigor de las faenas de los dos cortejos procesionales del primero y segundo domingo, en su orden, empezaba a hacer mella en la humanidad de nuestro sencillo y a la vez valiente músico de la Cuaresma. Efectivamente, Nicolás se sintió cansado durante toda la semana, pues no era para menos. Habían sido dos recorridos extensos, pero de mucha satisfacción. Cuántas veces su morado uniforme de penitencia, ahora desteñido por el paso de los años y tornado en un lila profundo de batalla, había sido testigo de su devoción por las empedradas calles antigüeñas, soplando tu tzijolaj y golpeando su tun, que abría paso de esa manera muy emotiva por cierto, al Cortejo procesional del Nazareno seguido por el de la Dolorosa.

Pero a pesar del cansancio, era viernes y había que cumplir con el sagrado compromiso y la penitencia, que le había ofrecido a Dios Nuestro Señor desde sus años de juventud. La jornada laboral de aquel día hubo de extenderse, debido a las tareas propias y dificultades esporádicas, de aquellos que cultivan el grano del café; y en la finca donde presta sus servicios en Santa María de Jesús, no era la excepción. Casi a las cinco de la tarde logró subirse a la camioneta que lo llevaría hasta la alameda de Santa Lucía, y de allí superar el parque de San Sebastián, el Estadio Pensativo, la calle ancha de los Herreros y por último el municipio que indudablemente, era el más distante de su terruño: JOCOTENANGO. Sin embargo, el sitio antes indicado, ocupaba un lugar preponderante en su corazón, porque siendo niño, los fines de semana, en más de una oportunidad sus padres lo llevaron de paseo a las tierras jocotecas, y luego del almuerzo frente al hermoso templo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, jugaban un partido de pelota con el resto de la familia, a un costado del templo, sin olvidar cómo disfrutaba de contemplar las esculturas que allí se ubican desde hace tanto tiempo, en particular la de la enorme fruta en tonos verde, rojo y amarillo que inspiraba el nombre de aquel lugar tan querido en el departamento de Sacatepéquez.

Esta vez, se le hizo de noche en la caminata con rumbo a la Velación, de la imagen de un Jesús con semblante sumamente dulce, que hace algunos años fue nombrado por sus devotos como “EL DULCE RABÍ”.  El tráfico de la carretera que comunica a ambos municipios, tanto de personas pero especialmente de vehículos, se hacía cada vez más denso. Y no era para menos, JOCOTENANGO es un municipio que ha crecido muchísimo. Por fin a la distancia divisó el templo de fachada color palo rosa, y en sus alrededores; las ventas callejeras con el característico humo que emanaba de las mismas; los cientos o quizá miles de devotos, y por supuesto, claro está, la ordenada fila de penitentes que ya se estaba formando en la plazuela jocoteca, para ingresar al edificio religioso y contemplar la hermosa velación que en su interior se desarrollaba.

Nicolás saludó a los miembros de la Hermandad, a quienes presentó sus disculpas por la demora, y uno de ellos le replicó:

  • Ya nos estábamos preocupando que no fuera a venir, ¡bienvenido querido amigo!

Se sentó al lado de la puerta principal, y empezó su ofrenda amorosa para Jesús Nazareno de Jocotenango. Sin embargo, en esas estaba, cuando se percató que no era el único que había llegado tarde.

Efectivamente, en un camión de parrilla con dimensiones considerables, piloto y ayudantes le referían al Presidente de aquella institución, que por un problema de atasco no habían podido pasar por la carretera, pero que procedentes de la costa sur y de Yepocapa, traían en su vehículo su ofrenda anual para el Señor y desde luego para la solemne velación que en el interior de la Parroquia, se estaba llevando a cabo esa noche. Y verdaderamente, qué grandiosa y especial era la ofrenda que en breve, desfilaría ante los ojos de nuestro personaje. Efectivamente, este último por ser trabajador agrícola, tenía conocimiento de las innumerables frutas y verduras que pasaban frente a sí y engalanarían el “HUERTO”, que como en todas las ocasiones que se desarrolla una velación, se colocan rodeando la alfombra de aserrín. En algunos casos, como una muestra de gratitud especial por la abundante cosecha y las lluvias del año pasado. En otros, la emotiva y en algunos casos desesperada plegaria porque las lluvias lleguen al campo, y la tierra nos brinde frutos y vegetales de calidad. Y también hay casos, en que el huerto es un regalo de amor para la sagrada imagen, como agradecimiento por una bendición o un favor especial recibido desde el año pasado.

El Directivo tranquilizó y agradeció a los apenados oferentes de aquellas maravillas, y aún y cuando la velación ya llevaba varias horas, de inmediato se formó una “fuerza de tarea” entre transportistas y miembros de la Hermandad, quienes hicieron un espacio entre la gente, y en perfecta fila india, sus manos transportaron al interior lechugas, tomates, cebollas, aguacates, pepinos, elotes, ejotes, repollos, quiletes, berenjenas, macuyes, remolachas, güisquiles, cocos, piñas, mangos, papayas, marañones, anonas y cushines, y desde luego, no podían faltar los jocotes. Estos productos de la naturaleza, del suelo chapín y de las esforzadas manos de nuestros agricultores, poco a poco fueron agregándose a los arreglos florales, los candelabros con velas encendidas, y las jaulas con canarios y aves que, a pesar de las horas nocturnas, cantaban en el interior de aquel sagrado lugar como si se tratase del mediodía, sin lugar a duda por la obra de Dios.

Por fin finalizó la entrega. Los tripulantes de aquel camión, a quienes costó un verdadero triunfo estacionar a un costado del templo parroquial, se santiguaron a manera de agradecimiento ante el DULCE RABÍ, a quienes le hicieron la formal promesa de volver con su carga de oferentes productos agrícolas, el año entrante, si estaba dentro de sus planes. Nicolás hizo lo propio, entre interpretación e interpretación de tun y tzijolaj, le pidió al Señor para que de igual forma, los cafetales de su sitio de trabajo allá en Santa María fuesen bendecidos con lluvias y una buena cosecha, lo que igualmente le serviría para llevar el pan a la mesa de su familia y de sus compañeros de trabajo.

A veces los gestos espontáneos de amor a Jesús y la Virgen en estas conmemoraciones religiosas pasan desapercibidos para las personas, pero sin duda alguna, Dios los tiene muy presentes.

Avanza la noche, transcurre la Velación del Tercer Viernes de Cuaresma, y en la puerta de la Parroquia dedicada a la Virgen de la Asunción, se escuchará en forma constante y nutrida…

Tiririiiiiiiiii, tiriririrá, tiriritiriririrum… ¡TUM! ¡TUM! ¡TUM! …