Y así, llegó la tan esperada Semana Mayor de aquel año de Dios 1968. Las jornadas de Domingo de Ramos con su bendición de palmas, Lunes y Martes Santo, transcurrieron con nerviosismo en la persona de nuestro valiente Sacerdote, por lo que se vería y viviría en los días grandes del triduo pascual, y sus actividades paralitúrgicas para las cuales había trabajado y se había afanado con tanto empeño.
Eso sí, el Lunes Santo a primera hora, llamó por teléfono al número de cinco dígitos que oportunamente obtuvo de parte de doña Hilda -la costurera-, correspondiente a una vecina de su cuadra, ya que aquella no disponía de línea directa y fue hasta media tarde, que logró la tan ansiada comunicación.
El Martes Santo por la noche, la oración del religioso ante Jesús Sacramentado en el interior de la Parroquia Guadalupana de la zona diez, fue más intensa que de costumbre.
Pero las oraciones, como el alma y respiración de la fe, se vieron coronadas a la mañana del día siguiente, es decir el miércoles, cuando los padres y hermanos de Salvador, se hicieron presentes en aquel sitio religioso a bordo de un camioncito, siendo portadores de los objetos que semanas atrás, le habían sido ofrecidos y para gloria y bendición de Dios, no le fallaron: a la sazón, don Beto el herrero había hecho un trabajo extraordinario, e incluso con ciertos toques de orfebrería, que fueron colocados en el delicado crucifijo que al final de la vara que se acostumbra para este tipo de manifestaciones paralitúrgicas, se constituiría de ahora en adelante por la “cruz alta” flanqueada por los porta-ciriales que de
manera elegante, anunciarían el paso de la procesión. La entrega fue complementada con el abrazo y beso sincero de sus progenitores, muy orgullosos del trabajo de su hijo.
Y por la gracia de Dios y luego de retornar de ver la entrada de la Procesión de Jesús del Rescate de Santa Teresa en el centro, aproximadamente a las veintiuna horas con cuarenta minutos, tocaron con insistencia la puerta de la casa parroquial.
Hacía acto de presencia doña Hilda, la gentil costurera que también cumpliendo con su palabra, una por una extendió las túnicas y demás piezas que le fueron encargadas por el Padre Cruz Revolorio, el que poco a poco, pasito a pasito se estaba convirtiendo en el paladín de las manifestaciones de religiosidad popular de la “Villa”. Revisado todo en cuanto a exactitud de medidas y colores, en las que dicho sea de paso también doña Hilda se lució, haciendo acopio de lo recaudado en el bingo y demás ventas de alimentos efectuados por la feligresía, procedió a entregar el dinero con el cual se pagó aquel servicio. Sintiendo un gran alivio e inspirando despacio gran cantidad de aire para oxigenar al cuerpo, era
hora de ir a visitar a Mateo y a su equipo de trabajo, al aula que servía como improvisada bodega de andas, donde se le daban los últimos toques al adorno que lucirían las andas al día siguiente.

Desde luego la visita fue complementada con un obsequio consistente en sabrosos franceses con jamón y queso, algunas empanadas de leche, y por supuesto un termo conteniendo un exquisito café caliente que a esas horas de la noche y por el cansancio, a los esforzados devotos les supo a gloria, y además con palabras de aliento y agradecimiento por parte del abnegado Sacerdote.
El Jueves Santo por la tarde, que dicho sea de paso liberó un calor sofocante en horas de la tarde, fue testigo de las nuevas cruz alta y ciriales, que dieron paso a la solemne procesión de la Venerada imagen de Jesús Nazareno, la cual luciendo su túnica nueva en color verde, bendijo a los cientos de almas de vecinos, residentes y visitantes de aquel barrio, en las nuevas andas procesionales que adornadas con sencillez, presentaban una hermosa alegoría eucarística propia del día. Con suma alegría, se recibió a la banda de músicos
militares de la “Politécnica” quienes cumplieron con su promesa de acompañar con marchas fúnebres el paso procesional del Nazareno.
A Salvador le llamó la atención que muchos de los penitentes que acompañaron aquel cortejo, lucían en su morado uniforme penitencial las paletinas y cinturones de color blanco, y el casco que son utilizados en aquel día, por los cucuruchos de Jesús de Candelaria, algunos de los cuales iban o venían de aquella procesión por el centro de la ciudad. Al ingresar la procesión a las siete de la noche, se colocó a nuestro amo a su adoración en el Sagrario.
A temprana hora del Viernes Santo, se rezó un emotivo viacrucis en la manzana que circunda a aquella sede Parroquial, concluido el cual, a media mañana, la sagrada imagen del Yacente fue colocada en su altar de veneración, para que a las doce en punto del mediodía se procediera al imponente acto de
crucifixión.
A las tres en punto de la tarde se rezó el Credo, se leyó el sermón de las siete palabras, se celebraron los oficios propios de la pasión, y en punto de las dieciséis horas con treinta minutos dio inicio la solemne procesión del Santo Entierro, con las sagradas imágenes del Yacente y la Virgen de Soledad, con el mismo acompañamiento musical que le dio un toque de solemnidad y espiritualidad. El cortejo hizo esta vez un recorrido mucho más extenso que el del día anterior, y retornó a su Parroquia pasadas las veintidós horas.
El Sábado de Gloria, tremendamente satisfecho y agradecido con Dios con tantas bendiciones y promesas hechas una feliz realidad, el Padre Cruz Revolorio tomó un respiro durante el día, y al anochecer se cantó “Gloria” y acto seguido se celebró la Vigilia Pascual.

La quema de pólvora y el repique de campanas inundó el ambiente de la apacible ciudad de Guatemala, en sus zonas 10 y 14 el Domingo de Resurrección. Las marchas festivas que interpretaron no obstante en menor número los integrantes de aquel conjunto del Ejército Nacional, fueron el marco perfecto para el inicio de la solemne procesión de Jesús Resucitado, luciendo un hermoso y nuevo sudario, cuyo encuentro con la Santísima Virgen que dejó a mitad del trayecto de ser de Soledad, para ser de la Alegría, completó la algarabía de los habitantes del devoto y fervoroso barrio.
Los cohetillos festejaron el retorno de la procesión, y en medio de cánticos festivos, las andas se detuvieron a las diez de la mañana en punto, para dar paso a continuación a la celebración de la Santa Misa, concelebrada por el Padre Salvador Cruz Revolorio, y por el Párroco, ahora revestidos ya de color blanco. Con el cirio pascual ardiendo en el altar mayor, transcurrió la celebración eucarística, al final de la cual el último de los Sacerdotes mencionados tuvo palabras muy expresivas de agradecimiento a nuestro
personaje.

El aplauso fue atronador por parte de todos los presentes. Finalizada la actividad, un grupo de vendedoras del Mercado Cantonal, o más conocido como el “Mercado de la Villa” se aproximaron al protagonista de todas estas aventuras cuaresmales, y aprovecharon en presencia del Párroco a dar un anuncio igualmente a la feligresía… Los inquilinos y locatarios, se suman a este esfuerzo, y si Dios así lo permite, para el AÑO PRÓXIMO, es decir, 1969, se donará la elaboración de nuevos estandartes para los cortejos procesionales
de Semana Santa.
Visiblemente emocionado, el joven Sacerdote pensó para sus adentros con amor en su corazón, – Y DIOS PROVEYÓ – y les agradeció aquel gesto, impartiéndoles la bendición, pero Mateo le replicó: “PADRECITO, LOS AGRADECIDOS CON USTED SOMOS NOSOTROS… USTED A PARTIR DE AHORA YA NO SERÁ EL PADRE SALVADOR CRUZ REVOLORIO, USTED
GRACIAS A LA BENDICIÓN DE DIOS DONDE QUIERA QUE VAYA Y EJERZA SU SACERDOCIO, SERÁ – EL PADRE CUARESMA –Que así sea…
NOTA DEL AUTOR: La historia en seis capítulos que ustedes acaban de leer, está basada en hechos y personajes ficticios, aunque ciertos apuntes fueron inspirados con base en datos históricos de los cortejos procesionales de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en la zona 10, que amablemente fueron proporcionados por el señor Raúl Calancho, integrante de la Comisión de Religiosidad Popular de la misma, a quien agradezco su valioso apoyo.
Mi agradecimiento especial al Diario La Hora, por su amable colaboración en permitir por 10º año consecutivo la publicación y difusión de estos relatos cuaresmales, y a sus personeros: Pedro Pablo Marroquín y Grecia Ortíz.
A mi amigo particular Sergio Vásquez por el material gráfico que ilustró cada parte de la misma. Y no obstante la figura del Padre Salvador Cruz Revolorio es ficticia, bien vale la pena destacar el constante trabajo en pro de nuestras manifestaciones de religiosidad popular de Cuaresma y Semana Santa en Guatemala, de los siguientes religiosos cuya figura y en su campo particular, puede ocupar con mucha justicia el papel de nuestro querido y admirado PADRE CUARESMA, y la importancia de la misma para mantener nuestra fe y hermosas tradiciones: YA FALLECIDOS: Monseñor Joaquín Santamaría y Vigil, Fray Miguel Angel Murcia Muñoz, Presbítero Julio González Celis. Y CON NOSOTROS ACTIVOS, Y CON SANGRE DE COLOR MORADO RECORRIENDO SUS VENAS: Monseñor Tulio
Omar Pérez Rivera, Monseñor Marco Aurelio González Iriarte, y los Presbíteros: José Luis Colmenares, Manuel de Jesús Chilín, Alejandro Dardón, Fernando Divassi, Manuel Abac, Robertson Rodríguez, Gustavo Paredes, Carlos Castellanos González, Alfonso Molina Lara, Luis René Sandoval, Julio Alejandro Barrios, Orlando Aguilar y Gabriel Ola, y muchos otros religiosos a quienes saludamos, agradecemos y felicitamos a través de estos apuntes.
Volveremos si Dios lo permite, con una nueva historia en torno a la época más linda del año, cuando las calles se visten con el color de la fe, en el mes de febrero de 2026.
Juan Fernando Girón Solares
Cuaresma de 2025
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