Vamos a colocar en un solo canasto todo el mundo microscópico y llamarlo microbios o microorganismos (bacterias, arqueas, amebas). Seres unicelulares, capaces de formar vida que no por estar tan alejados de nuestra vista, no son complejos y por ser complejos, es que pueden producir daño a todos los seres más evolucionados como son plantas, animales y nosotros, ya que esa complejidad de que están investidos, les permite realizar actos fisicoquímicos, que pueden dañar a las células y tejidos ajenos que atacan, cosa que hacen para sobrevivir, reproducirse o alimentarse y no se pueden reproducir espontáneamente, sin un medio como todo ser vivo. No se me olvidaron los Virus, es que sencillamente se duda de su pertenencia a los seres vivos.
Aún sin haber visto jamás un microbio, cuando se leen los mitos e historias de nuestras sociedades nativas narradas en el Popol Vuh, el libro de Chilam Balam o el Memorial de Sololá, hablando de formación y creación, de inmediato resalta en ese pensamiento creador formativo, el esfuerzo de los dioses por seguir un proceso por el cual de lo más simple (la luz y la energía) organizan su creación hasta llegar a la más compleja: el hombre.
Entre los microorganismos uno que llama y resalta la atención es el virus. Algunos estudiosos, aún se preguntan si realmente son seres vivos y consideran que no dejan de ser más que moléculas químicas complejas, que a la larga, vinieron a hacer la causa de un daño demográfico de magnitud considerable a través de las epidemias que asolaron el primer siglo del encuentro entre hispanos y americanos.
Hablando de las bacterias, la ameba, su composición (una sola célula) y su reproducción (velocidad y división) son una característica propia y lo increíble resulta que esa celulita ya viene provista de funciones vitales muy similares a las nuestras: movimiento, digestión, asimilación, reproducción, respuesta al ambiente. Funciones que en nuestro caso, demandan de millones de células agrupadas, en órganos y tejidos para que se produzcan.
Como los microorganismos pululan por todas partes: en el aire, en la tierra y dentro de los organismos, rápido llegaron a estar en constante contacto con los seres vivos más organizados, con los que en determinado momento y luego de siglos y milenios de convivir, forjaron alianzas para optimizar funciones incluso no hacerse daño entre ellos. De esa cuenta en nuestra piel, tubo digestivo y aparato respiratorio y genital, conviven normalmente y sin hacer daño, millones de estos microorganismos de forma pacífica e increíblemente no solamente compitiendo, sino también compartiendo y algo más: especializándose en crear materia prima (voluntaria o involuntariamente) que las beneficie y que nos beneficie y a veces ayudando a luchar contra intrusos microorganismos, de potencial daño para esa convivencia.
En todo ese proceso de relación beneficiosa o maligna entre nuestras células y los microorganismos, la comunicación entre células de un organismo superior y el microorganismo (la célula única bacteriana) es esencial y esa comunicación se apoya en una molécula fundamental: la proteína. Hay y contamos los humanos y animales superiores, con miles de proteínas que se mueven y se produce cada una con fines precisos. Algunas para construir células, tejidos; otras para formar hormonas, neurotransmisores, anticuerpos, enzimas, a fin de que células y tejidos se construyan y otras para que funcionen como otras moléculas o sirvan para construir estas y todo ello, para que se puedan producir las principales funciones vitales. Así que las proteínas tienen su oficio dentro de los organismos uni y multicelulares, al igual que en una sociedad cada ciudadano la tiene dentro del grupo. Los anticuerpos vienen a ser un tipo de esas proteínas, que nos defienden contra los microorganismos que tratan de dañarnos.
Todos los seres vivos, estamos construidos de proteínas y funcionamos fundamentalmente para transformar y utilizar y capturar energía, a fin de mantenernos con vida. Más organización significa más energía, para mantenerla. Más organización, más funcionalidad, más necesidad de ordenar y si no se produce esta como debe ser, se cae en el desorden (¿enfermedad?) tendencia a romper orden implica falta de energía suficiente y adecuado uso de esta.
Dentro de la biosfera, luego de millones de años, las funciones vitales y la bioenergía, en un momento dado a enriquecido no solo el cuerpo del hombre sino su pensamiento. El hombre advierte, detecta y usa ese universo que es la vida, para satisfacer entre varias necesidades dos de primordial importancia: la alimentación (agroindustria) y la salud (medicina herbolaria animal). Pero aún nos falta perfeccionar, entender y comprender y cambiar de actitud ante el fenómeno de la vida. A manera de ejemplo: una hermosa vaca de 500 kg produce aproximadamente en un día 500 g de proteína; 500 kilos de bacterias (el peso de una vaca) de 5 a 50 toneladas y algo más: la producción de la vaca contamina el ambiente más que el de la bacteria.
La bacterioindustria alimentaria es un futuro ya en realización. Nuestros grupos y sociedades nativas, aprendieron a base de observación que culminó con experiencia, a cultivar en sus “milpas” maíz con frijol, logrando con ello beneficiarse sin saberlo (aunque sí percibiéndolo) de una dieta “nutritivamente” más balanceada y por consiguiente predisponiéndolos a mejor salud y mejor equipo inmunológico para el combate a la enfermedad. Pero desde el punto de vista biológico, a la vez mantenían con tal técnica, una mejor condición nutritiva del suelo de cultivo (sin saberlo pero notándolo) ya que ahora se sabe que las leguminosas como el frijol, atrapan el nitrógeno del aire gracias a las bacterias que viven en simbiosis dentro de sus raíces y en la actualidad, la agroindustria trata de introducir los genes responsables de la fabricación de enzimas fijadoras de nitrógeno atmosférico, en el maíz. Obvio que desde aquellas épocas prehispánicas, con esa forma de cultivos mixtos, las poblaciones evitaban el deterioro de los suelos, producción insuficiente y llegar a hambres y enfermedades.
Por consiguiente ver con prejuicio a los microorganismos, no es del todo correcto, como se ha demostrado desde el siglo pasado. Por ejemplo, ya se sabe que las bacterias, son capaces de transformar desechos malignos que se pueden usar como carburante (el caso del alcohol); igual funcionan algunas algas y los hongos.
No podemos entonces ignorar, que cualquier tipo de vida trae dentro de sus mecanismos intrínsecos, la combinación de muchas herramientas biotecnológicas, que entre más ascendemos en la escala animal, más se utilizaban como mecanismos protectores, aun ignorándose su presencia y forma de actuar y fundamentando aplicaciones tecnológicas en función de resultados. En alimentación por ejemplo, uno de los principales pilares de la salud, los humanos principiaron a trabajar sus bancos de semillas desde el paleolítico, que en nuestro lenguaje actual podríamos hablar de bancos de genes y luego de muchos ensayos, generaron lo que ahora se conoce como diversidad genética, apuntando a una mayor producción en masa tanto cuantitativa como cualitativa y siendo desde lo social esta estrategia biológica, una estrategia global que sienta pilares para obtener mayor bienestar humano. Pero hay algo más en esto: el hombre desde esas épocas hace casi cuatro mil años, pasó a convertirse en parte activa de la evolución y en transformador de seres vivos ya fuera directamente actuando con sus técnicas en domesticar animales y vegetales específicos o indirectamente facilitando o inhibiendo el funcionamiento de microorganismos y esto sin saberlo y comprenderlo.
Creo que ningún movimiento o transformación de modo y estilo de vida de aquellos linajes, grupos y sociedades humanas paleolíticas fundamenta más los condicionantes y determinantes de la salud, que pasar de cazadores recolectores a agricultores y sedentarismo; el pasar de vivir dentro y como parte de la naturaleza, a pasar a transformarla también. Si bien cabe aceptar la premisa de que los organismos vivos están adaptados para vivir en sus ambientes, en ninguna especie eso resulta tan evidente como en el hombre, pero eso a un costo: la muerte y la selección actuando ambas simultáneamente en la adaptación de funciones pero también en la eficientización de estas, luchando constantemente contra circunstancias impredecibles.
Si aceptamos la enseñanza darwiana que solo una fracción de los organismos sobrevive hasta la madurez y se reproducen, dado que la mayoría muere antes de dejar descendencia; eso no se puede aplicar para el caso del hombre Paleolítico que ya altera conductas ajenas y propias. Para el caso de la reproducción, por ejemplo, se da el hecho de que la mujer pasa de unirse de edades mayores de 30 años y de dar lactancia por tres a cuatro años, a alterar con el sedentarismo muchos de esos patrones demográficos, lo que altera el patrón de la manada y de esa forma, la oportunidad se abre para todos eliminándose o al menos dándose ya una interacción humana más directa, sobre su vivir y entender la vida y de cambiar el medio para ello. En tales situaciones, algunas ventajas hereditarias dejan o van perdiendo peso, empezando a perseverar variantes estructurales y funcionales producto de un patrón cultural impuesto sobre uno natural. El fenómeno del natural aumento de unas variantes hereditarias producto y funcionando hasta esa fase recolectora cazadora, se enfrenta a un rival cuando aparece la agricultura: el hombre y sus necesidades naturales y culturales.
Ese cambio comportamental y conductual de miles de siglos, también se acompañó de cambio genético que sufre no solo el hombre sino la vida en general (la de microorganismos también) para adaptarse a nuestra creación cultural. El fenómeno es y fue un encuentro especialmente con plantas y animales de utilidad. De tal forma que el papel activo del hombre se enfoca a proveer y satisfacer su bienestar y lo que ello significa: de explotar el medio a fin de satisfacer lo físico como el mental y emocional de él: aprende a reaccionar y actuar para anticipar resultados finales. Por supuesto que en la actualidad eso de selección natural es entendido en términos genéticos y estadísticos, pero en aquellos momentos del Paleolítico y de la consolidación de la agricultura, su aplicación a plantas y animales se dirigirá más a utilidad productiva y aún en la actualidad. Así desde hace milenios, le hemos dado un fin a algo que desconocemos si es que lo tiene o no.
Pero en el mundo físico y en el biológico, aparentemente todo tiene sus fines y sus límites. La selección natural es en cierta medida un proceso determinado por el ambiente sea natural o creado por el hombre por lo que algo favorecido acá, allá no puede funcionar y viceversa beneficiar o dañar. De tal manera que una ventaja puede terminar en desventaja y por ambiente, insisto, debemos entender lo físico, químico, vital, climático y social que nos rodea y que incide sobre grupos e individuos humanos o no. Lo que comemos, cómo nos relacionamos, el clima, lo que nos rodea, nuestros patrones de conducta y comportamiento y lo que nos hacen hombres y naturaleza; la intensidad y duración de todo eso, es un fenómeno muy complejo, pero que al final incide en el proceso de bienestar y malestar de personas y grupos. Hay algo determinista en esto: o se responde o se extingue o sufre consecuencias. Podría entenderse que todo lo que produce consecuencias no deseables, es causa de sentirse mal y enfermar; pero eso no parece ser cierto del todo. De ahí que acá se aúna otra condición a la selección y es: la mutación y aunque la mayoría de estas son susceptibles de ser demonizadas, indeseables, errores; solo las que logran ser ventajosas y sobre las que la selección natural logra actuar, son las que nos mantienen con vida y en marcha a individuos y grupos.
Visto todo lo anterior en el hombre ¿qué podemos decir de los microorganismos especialmente bacterias y hongos? Un aspecto interesante de algunos sino la mayoría de microorganismos microscópicos, es que pueden adaptarse más rápidamente a situaciones nuevas que el Humano. Así como nuestra célula viven, se reproducen y mueren, los microorganismos igualmente lo hacen y se transfieren genes entre sí y se reproducen más rápidamente y eso permite que su organización y funcionamiento evolucionen más rápido. Y qué decir de otro aspecto de la vida, de la diversidad. Nuestras células contienen entre 20 a 25 X 103 tres genes. El mundo microbiano dentro de nosotros y a nuestro alrededor como 500 veces más. Nosotros compartimos genes a través de nuestra sexualidad reproductiva al igual que las bacterias, pero estas lo hacen de otra manera más libre y con más frecuencia y comparten más nichos distintos, pues colonizan constantemente.
En resumen, cuando se analiza toda la vida es y resulta más que evidente que es un universo en que lo que sucede y se produce depende de todos. No hay malo ni bueno, hay necesidad de compartir y cooperar.