Foto La Hora / envato - Por Daniel_Dash

Esto lo sabemos desde hace cientos de generaciones y las actuales viven muchas de ellas con una preocupación a veces incluso patológica sobre dieta, su cuerpo y la salud, pero en realidad el centro de la preocupación es el aspecto externo dictado por una moda o una costumbre que define un prototipo y eso tampoco es nuevo.

Lo cierto en todo esto es que, a diario y por diversos mecanismos, los medios de comunicación nos bombardean con imágenes de cuerpos que la misma publicidad ha definido como espléndidos y en medio de ello y lleno de esa publicidad, van implícitos consejos médicos, de nutriólogos e incluso de las estrellas sobre lo que conviene y lo que no conviene a nuestro organismo y aportando a ello soluciones. De tal forma que nuestros deseos se transforman en acción al traspasar las puertas de los supermercados y ofrecernos alimentos de todo tipo, forma, compostura, para satisfacción sean buenos o malos, y nos topamos con toda una serie de alfabetos enteros sobre macro y micronutrientes y minerales etc., etc., ofertando incluso contra cualquier tipo de enfermedad una solución alimentaria o nutricional y una prolongación de la vida que dentro de poco rayará en la eternidad. Y entonces no es raro enfrentarse uno con individuos de la tercera edad, presumiendo desde un vestir juvenil hasta un actuar tal y unas panzas… nada juveniles.

Pero insistimos, la preocupación por el cuerpo en sus diversos aspectos no es algo nuevo; lo que es nuevo son razones y formas. Si usted se toma un tiempo para fijarse en esculturas y pinturas de hasta hace unos tres siglos, se topará con cánones de belleza y estética diferentes, muy diferentes a los actuales. Por ejemplo, el arte griego ofrece cuerpos que muestran la importancia que se daba al ejercicio físico entre ellos, que lo practicaban en la palestra, lugar para el deporte, pero también uno de los centros de la vida social. Ojo, pareciera que eso del gimnasio no es cosa nueva, lo es la razón social de ser.

Pero los antiguos no eran tan unilaterales y lineales como lo somos nosotros. En efecto, en la medicina antigua, alimentación y ejercicio se combinaban en una palabra: dietética, y esta a su vez junto con la farmacología y la cirugía formaban lo que se conoce como el componente de la medicina antigua.

Entonces, en primer lugar, resulta fundamental entender qué es eso de dietética. La medicina egipcia y griega las ven como un instrumento para dos fines: No sólo como un medio para curar a los enfermos, sino también para conservar la salud de las personas sanas, para mantenerlas bien. Eso explica que si uno explora documentos antiguos, estos hablan de los dos fines que tiene la dietética. Así nos podemos topar con el de Acrón de Agrigento (hacia el siglo V a.C.), y que lleva de título “Sobre la alimentación de los sanos”. Pero a la par de ese tratado pueden verse otros sobre lo que conviene a los enfermos. Por tanto, tiene en buena medida un carácter preventivo.

Pero hay que estar claros. El término «dieta» o «régimen», lo que definían no solo era una ingesta de algo para algo: lo que en realidad definía era un estilo de vida completo, en el que la alimentación ocupa sin duda el lugar central, pero va acompañada también del ejercicio, los baños, la forma de dormir, la actividad sexual, las purgas y en general todo lo que tiene que ver con el entorno del individuo. Y en la obra de Occidente de la antigüedad, hay una obra que resume todo ello y es precisamente el tratado hipocrático “Sobre la dieta” que se conoce desde casi cuatro siglos antes de Cristo y que además de servir de instrumento para un buen vivir, es probablemente una recopilación de todos los siglos anteriores de experiencia en dieta y buen vivir. Entonces este cuerpo de conocimiento hipocrático ya consideraba la nutrición como una parte vital de la salud, la enfermedad, el rendimiento y la curación. Y desde ese entonces se creía que el poder en cada parte del cuerpo depende de la sangre que fluye hacia esa parte. La sangre se consideraba que se forma a partir de los nutrientes absorbidos de los alimentos consumidos. Esta teoría de la nutrición y la fisiología humana no solo era propiedad de la antigua Europa, también en la legendaria China hay conceptos semejantes como se puede derivar del texto de medicina china, Huangdi Neijing considerado desde siempre como el Clásico de Medicina del Emperador Amarillo de medicina China.

Y hay algo aún más intrigante: los conceptos universales de la dieta dentro de las culturas es el mismo. Ambos regímenes médicos Occidental y Oriental, son ricos en hacernos ver que, la dieta debe consistir principalmente en cereales, legumbres, frutas, miel, pescado y leche. Alimentos como la carne, el vino y los dulces deben consumirse con moderación. Nuevos conceptos sobre alimentos y su composición y propiedades, consideración sobre su preparación, se ha venido desarrollando desde entonces, pero el principio de la dieta ha permanecido en sus fundamentos desde la antigüedad.

En el pensamiento dietético de la antigüedad de un antes como de un ahora, se insiste en la necesidad fundamental de «conocer y discernir la naturaleza del hombre en general: conocer sus constituyentes fundamentales y discernir los elementos que predominan» para poder prescribir una dieta que conserve la salud o la restablezca. Pero también entra en consideración el hábitat y el trabajo y es solo luego de tener ello con claridad, que es cometido del médico, conocer las cualidades naturales (dynámeis) de los alimentos y de las bebidas, ya sean solas o combinadas con otras, naturales o adquiridas, así como su intensidad, para ponerlas al servicio del tratamiento curativo o preventivo.

La salud perfecta es el resultado de la mezcla adecuada de estas sustancias (alimentos y sus componentes) y de los humores (fundamento del funcionamiento humano de la medicina griega antigua). Todo lo que hace el hombre, cada ejercicio que practica, cada alimento que ingiere o bebida que toma, influye en su cuerpo y en los elementos que lo componen, pero también lo hacen las condiciones externas: el lugar donde vive, el clima y los cambios de las estaciones. El propósito de la medicina dietética es determinar qué condiciones suponen un mayor riesgo para el organismo y diseñar un régimen preventivo, basado no sólo en la alimentación sino también, de forma compensada, en el ejercicio, puesto que tienen efectos complementarios: los ejercicios físicos gastan la energía disponible, mientras que los alimentos reponen las pérdidas.

Un criterio importante a la hora de establecer las prescripciones dietéticas es el de la personalización, porque en cada individuo hay un equilibrio particular de los humores y, como señala Hipócrates, sólo conociéndolo bien se podrá determinar cuál es el régimen que más le conviene a alguien.

¿Qué añadieron las últimas centurias a tan sabias formas de entender y actuar? Conocimientos. Especialmente la teoría moderna de la nutrición ha dado un paso adelante a partir de una serie de descubrimientos de propiedades de macro, micronutrientes, vitaminas y minerales entre 1910 y 1950, la ciencia nutricional evolucionó junto con los métodos modernos de producción de alimentos y el conocimiento sobre cómo actúan los macro, micronutrientes y minerales y para qué sirven.

Lastimosamente, ese conocimiento no ha sido utilizado como debiera; prueba que el saber se divorcia del querer. En efecto, eso lo vemos con claridad en la actualidad en que la interacción, nutrición y el estilo de vida sirven de sinergismo en la producción de la obesidad, las enfermedades cardíacas, la diabetes y el síndrome metabólico. Ahora, los alimentos no se consideran sólo una fuente de energía para la supervivencia, sino que son una experiencia de placer y gratificación instantáneos, pero también de enriquecimientos inmoderados de beneficios caprichosos y ya no cabe duda de que la industria alimentaria moderna ha aprendido las debilidades de nuestra biología fundamental. Por ejemplo, el cuerpo humano tiene un gusto natural por los alimentos dulces y grasos. Esta debilidad ha sido aprovechada por la producción masiva de bebidas azucaradas y alimentos excesivamente procesados. Nuestros impulsos por razones culturales o ambientales a esa búsqueda compulsiva a la gratificación instantánea, han fomentado cambios en nuestra composición mental, corporal, emocional y al aparecimiento y aumento de patologías sino nuevas más agudas y agresivas y por supuesto ello acompañado de un estilo de vida que rompe con los cánones de un buen mantenimiento corporal.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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