Los humanos parecemos patos me decía un amigo el otro día: como pájaro…elevándonos en el aire, o como peces sumergiéndonos en el agua pero en realidad todo el tiempo rozando la superficie entre ambos y en eso ponemos carne y espíritu y en muchas ocasiones nos encontramos con que uno de los dos predomina, aunque nunca aisladamente. De esos encuentros constantes cuerpo-alma surge nuestra experiencia, cuyo verdadero comienzo y continuidad se relaciona con lo que detecta mano, ojo, oído y alma (o espíritu como quiera llamarla). Es ese vivir corporal-alma, lo que un verdadero médico debe observar e indagar en el enfermo; en el fenómeno de todo suceso patológico, metiendo mano a la relación, entre el padecimiento y el vivir y practicar propio del enfermo.
Entonces el acto médico es algo que trasciende el sentir del paciente y del médico; es una búsqueda e interpretación que enfocándose únicamente en la observación científico-natural y técnica, le falta algo esencial en su definición: que en un mundo donde todo se relaciona con todo, concede un modo especialmente diferente a una de sus partes.
Todo médico conoce que el ser humano tiene un destino y forma de ser, distinto de aquel que implica únicamente alcanzar la salud y de las enseñanzas que de ello tenemos. Como médicos, a diario observamos los estragos orgánicos y mentales de la enfermedades y no necesariamente en sus causas y consecuencias; sabemos y reflexionamos demasiado poco acerca de ello, de tal manera que nuestro actuar y entender al paciente y su males, se torna de distinta vaguedad y percepción, y si nuestro entender y nuestro actuar fuese más allá de la patología y terapéutica medicamentosa podríamos ver con más claridad a la persona y su mal. De ser así, el espíritu de la medicina sin duda se enriquecería, es decir: si hiciéramos consciente la unión del cuerpo y el espíritu, y lo que la enfermedad provoca o depende de esa relación. Esto sólo se puede hacer posible, si se une e interpreta el terreno anímico y el corporal; si el médico le dedica tiempo al conocimiento de la persona-enfermo y no solo a la enfermedad. Según mi opinión, por regla general, las circunstancias laborales actuales del profesional de la salud son muy limitadas y no es posible ayudar a la medicina a que se vuelva una práctica completa; impedimentos que van desde recursos hasta el tiempo insuficiente de relación médico-paciente (quince minutos a lo sumo). Y eso impide asumir un trabajo pausado, esforzado y cuidadoso hacia la persona. Quince minutos a lo sumo de relación médico-persona, es un engaño.
¿Por qué es importante la atención médico-persona? Actualmente no cabe ninguna duda ya, de que lo psíquico pertenece a la carne, a lo perecedero y a lo que es factible de descomposición y viceversa. Del alma, al médico moderno, no es la parte inmortal lo que le interesa, ni tampoco la ve como algo más valioso que el cuerpo y que está fuera de su alcance, sino que simplemente la considera una parte del cuerpo que funciona de la mano con éste. En tal sentido, hay que evitar un malentendido, a saber: el pensar que cuando practicamos psicología médica o psicoterapia, hacemos algo que se aproxima más al cuidado espiritual del alma o religioso, que la medicina corporal. No es esa la intención, lo que sucede es que el alma es capaz de manipular estructuras y funcionamientos corporales y al revés también.
De esta manera, ni el médico ni la población deben entender, que es procedimiento de la práctica médica, ofrecerle al enfermo el alimento espiritual, en una sucesión equivocada y esperar así una mejoría psíquica y corporal. ¡No! el accionar médico debe partir totalmente de sí mismo y seguir estrictamente leyes naturales o psicológicas, para entender el proceso salud-enfermedad en el individuo y en la sociedad y olvidarse de que la obra de la gracia debe ocurrir separadamente y sin la colaboración humana, lo que no debe confundirse con un hecho demostrado como lo es que, la transformación espiritual, ya se encuentra implícita en los primeros pasos del tratamiento médico (sea éste corporal o anímico). El verdadero trabajo médico está en indicar esos pasos anímicos que debe dar el paciente o la sociedad, necesarios para la resurrección de la carne, objeto central del tratamiento médico.
¿Qué es lo básico de la comprensión del médico hacia la persona? Para todas las escuelas médicas actuales, somos en lo que hacemos pensamos, decimos en cada momento, una relación causal entre el cuerpo y el alma; pero, la causalidad puede ejercerse desde el alma al cuerpo o desde el cuerpo al alma. Causalidad que implica detección, procesamiento, análisis y respuesta realizada por el individuo, ante una situación dada y que provoca acción de parte de los sujetos. El modo en que el alma se involucra e influye sobre el cuerpo, lo podemos ver con un ejemplo: El movimiento de un músculo a partir de la excitación voluntaria ante algo visto, el llamado movimiento voluntario, si se corta el nervio, el músculo queda paralizado y el alma entra en desesperación.
Pero en realidad, la concepción de la relación causal cuerpo-alma es tan incomprensible, como la alma (voluntad)–cuerpo. Una gran cantidad de fenómenos patológicos, se relacionan con alma o espíritu, con causalidad de esta: la parálisis de un músculo, un trastorno en los órganos sensoriales, del tubo digestivo, enfermedades degenerativas entre otros; y enfermedades del espíritu, trastornan sistemas, órganos y funciones. Pero hay algunas elementos anímicos que sin ser patológicos, son evidentes de un estado anímico sobre el cuerpo: el sonrojarnos al tener vergüenza, la taquicardia al ser invadidos por el miedo, el vómito cuando sentimos asco, etc.
Hoy sabemos que nuestros sentimientos (involuntario) influyen sobre la función corporal de los órganos internos (vegetativos) del mismo modo en que lo hace la voluntad sobre los músculos esqueléticos. A pesar de la insuficiente explicación científica disponible, tenemos que admitir que el alma influye sobre el cuerpo. Si se presta más atención a la vida del individuo sano o enfermo, se puede establecer con mejor certeza, si el proceso comenzó en el plano corporal o en el anímico; se puede sospechar “quien empezó” y trabajar sobre ello.
Muchos dirán que todo suceso de manifestación conductual o al menos buena parte, son resultado del subconsciente: movimientos, bienestares, malestares. La verdad es que, sí no se presta adecuada atención, no se puede establecer con certeza si el proceso comenzó en el plano corporal o en el anímico. No se sabe “quien empezó” y si eso sucede, los tratamientos suelen resultar incompletos, insatisfactorios. Pero hay algo que no se puede olvidar y dejar entre el tintero: Los grandes teóricos psiquiatras, nos han enseñado que el inconsciente no carece de sentido, de pensamiento, de sentimiento, de voluntad; muchas veces, hasta posee estas valiosas cualidades en grado mayor que el alma consciente. Incluso, ya hay muchos que nos dicen que tenemos buenas razones, para afirmar que todas las células del cuerpo están animadas. Esta es el nuevo aditivo en que tenemos que pensar las relaciones psicofísicas y el proceso individual y colectivo de la salud-enfermedad; una nueva forma de entender las vivencias que a veces nos brindarán felicidad, otras veces sufrimiento o colaboración, y a veces enemistad y violencia; tanto cuando estamos enfermos como sanos. De tal manera que eso nos aclara el hecho de esa gran dualidad tratada por filósofos, novelistas y profetas, de ese vivir ocasional a veces de combates entre el cuerpo y el alma y otras de paz. De forma que podemos decir que el conflicto anímico, no es otra cosa que la enfermedad del cuerpo como tal y viceversa.
De manera que no tiene sentido atender una enfermedad, como si se tratara de producto de dos cosas que se encuentran una al lado de la otra: cuerpo alma. El asunto puede aparentar ser muy filosófico, sin embargo es necesario analizar este tema buscando entender dos personalidades y dos fenómenos: el médico y el enfermo; el cuerpo y el alma. El cuerpo representa al alma; el alma representa al cuerpo. Eso se da tanto en sanos como en enfermos, como realizaciones inconclusas, porque las funciones corporales son representaciones de pensamientos, pensamientos que han sido trasformados y que culminan en acciones; y los procesos anímicos son representaciones de acciones de igual forma transformados. Quiere decir que ni el alma es capaz de llevar a cabo pensamientos finales ni el cuerpo lo es de llevar a cabo acciones corporales completas. En resumen; la relación cuerpo-alma se ha vuelto muy vívida, y puede ejemplificarse como el vínculo que existe entre el jinete y el caballo.
Lo más importante de ese interjuego cuerpo y alma es decir que se representan mutuamente en la vida cotidiana de todo ser humano. Cuando nos entra la haraganería o estamos cansados de hacer algo, nos abandonamos a nuestros pensamientos o en otros términos, en lugar de hacer algo, pensamos o sustituimos las acciones por tertulias. Pero si tenemos pensamientos y estos o no nos interesan o son desagradables, huimos de ellos a través de acciones. Ambas cosas parecieran ser negativas, pero pueden tener un valor positivo. Es lo que ocurre cuando un dolor anímico nos estimula a realizar una obra, algo muy común en el artista. O cuando huimos del tumulto de intereses hacia la introspección, lo que exigen las religiones.
Ejemplo de lo dicho en los párrafos anteriores los tenemos en múltiples actos y en diferentes momentos de vida. Nos podemos encontrar con un niño hambriento y sentir compasión pero no hacemos nada; el del investigador, que formula teorías en lugar de realizar experimentos y observaciones, o el del periodista que opina moralmente acerca del mundo pero no se dedica a la política, o el del juez que castiga en lugar de pensar en una ley más justa, o el que agrede en lugar de negociar, o el médico que trabaja incesantemente en el diagnóstico sin atender causas que producen la enfermedad o causas que se derivan de estas o viceversa. En cada caso, el error y la omisión, puede estar en una u otra dirección de la función de sustitución; pero de lo que no cabe duda es de la posibilidad misma de sustituir una cosa por la otra. Así, con esta sustitución recíproca, hemos reconocido algo importante en muchas situaciones y es que tal conocimiento puede brindarnos un arma crítica en relación con nuestro propio comportamiento y el de nuestros semejantes. Sin embargo, también puede volvernos más indulgentes cuando comprendemos que el resultado cuerpo-alma se trata de una legitimidad de los seres vivos en general.