Cualquiera como yo, que en su vida profesional haya estado involucrado y preocupado por el mejoramiento y la sostenibilidad de la salud de la población, sabe que no es fácil ser optimista en este tema y menos en este momento, en que la corrupción campea por todo el sistema de salud: llámese MSPAS, IGSS o iniciativa privada.
El problema no es solo la situación de salud de la población y el sistema de atención ¡De ninguna manera! El problema es también cómo estamos la población, reaccionando colectivamente al estado en el que se encuentran esos dos mundos y de igual forma cómo reacciona el gremio de profesionales de la salud. Entonces el trabajo de un nuevo gobierno no es solo “Mirar hacia arriba”.
Recuerde por un momento las películas de ciencia ficción de “salvar la tierra”. En ellas hay siempre algo y alguien lo suficientemente grande, que está amenazando a la tierra, como para causar una extinción masiva. Siempre surge la misma pregunta: ¿qué hacemos? Un gobierno, una cultura, pide rápidamente a sus hombres más fieros, musculosos e intrépidos, se apoderen de armas mortíferas y alcancen a las fuerzas del mal. En pocas palabras: una historia absurda en que la masa de la humanidad, nada que ver. Y no solo del cielo nos vienen los problemas y los temas cinematográficos: Tsunami de kilómetros de altura, terremotos que abren abismos y tragan ciudades y vidas nunca antes vistos y nubes de vientos y fuego que se expanden a velocidades inimaginadas en todas direcciones hasta envolver todo el planeta. En resumen, constantes amenazas que constantemente quieren borrar la vida de la faz de la Tierra. Y en medio de ese mundo de fantasía, sin embargo, no nos conmueve en la realidad, la muerte de un desnutrido, o la de un anciano abandonado en las calles y eso a pesar de que estamos seguros que a diario miles de miles mueren, gracias a la irresponsabilidad de gobiernos y de nosotros mismos. Y pregúntele en cambio a ese aficionado al cine al salir de una de esas funciones tétricas, si está seguro que eso sucederá y le dirá compungido que sí y muy seguro.
Los mejores profesionales de la salud, los científicos del mundo, han estudiado, hecho los cálculos y afirmado -todos están de acuerdo-: las enfermedades la producen en casi su totalidad, la mala conducta humana. También han dicho que, si el público no es parte activa de la solución, la ciencia y la técnica actuales, no pueden dar la solución a la enfermedad.
Ante la aseveración actual de, nadie hace nada por la salud, estoy seguro que usted y el público dirá defendiéndose: ¡Acaso soy un activista político! También estoy seguro que nuestras poblaciones, no luchan porque las causas o determinantes de la salud, se corrijan o contribuya a ello, ya que una buena parte de la sociedad no cree ser culpable en nada. Hay otros que cuestionan la ciencia y otros atacan a los propios científicos y también los hay que culpan a gobiernos, y quienes defienden su indiferencia –esta es una triste verdad- más interesados en la vida privada de cantantes y celebridades que, en el dolor y sufrimiento del prójimo, evitable y deseable.
¡Bueno! nuestra condición de salud nacional, es una película real, pero: ¿no estamos exagerando un poco? Yo creo que lo que hoy está sucediendo en la salud de la población, por desgracia, no es cuestión de película es prácticamente un documental. Desafortunadamente, la realidad supera a la imaginación. Nuestro peligro venido de los espacios siderales se llama “crisis climática, crisis vital, crisis infecciosa, crisis mental, crisis de violencia” y la reacción de la gente es prácticamente idéntica a la de las películas: nos duele, pero no nos conmueve y por eso no actuamos. Sabemos que la desnutrición, la violencia la diabetes, conmociona al país, incluso a mi familia, pero…no a mí. Sabemos que sus efectos son lo suficientemente grandes y causan impedimento o extinción de alguno de los miembros de nuestra familia, pero… usualmente, nadie hace nada o lo mínimo.
Se supone que las películas de terror de tipo cataclismo mundial son sátira. Sin embargo, la mayoría de ellas dejan una gran lección: La falta aterradora de respuesta de la sociedad, ante y en el momento del colapso.
Es innegable que en un gobierno, su Sistema Nacional de Salud (SNS), hace lo posible para tratar de inclinar la balanza del proceso salud-enfermedad hacia la salud, pero -y en esto debe fijar parte de su esfuerzo y política un nuevo gobierno- si no despierta a la gente para hacerla participar como actor principal en eliminar los determinantes sociales y ambientales y la corrupción de la enfermedad, las decenas de artículos, de entrevistas y videos sobre el tema, no tendrán impacto más que restringido. La evidencia es abrumadora. La ciencia incontrovertible. Sin embargo, no es suficiente para un cambio. No estamos tratando la crisis salubrista como población, seguimos subvencionando la industria de la corrupción, el mal uso del ambiente y la inequidad social. Seguimos votando por las personas que no se toman en serio el medio ambiente y la problemática social. Seguimos dando más importancia a las cosas triviales o inmediatas.
¿Quizás la salud es un problema demasiado grande para la especie humana? ¿Quizás es demasiado complejo? Los virus tienen un período de incubación de unas pocas semanas. Realmente solo nos dimos cuenta de esto después de pasar por las primeras oleadas de muertes por COVID. Hoy, gracias a la pandemia, hemos aprendido a pensar un poco más que salud es tarea de todos y es inmediato. Pero problemas como la salud mental, los nutricionales, la violencia, la drogadicción, enfermedades crónicas, son mucho más complejas y demandan de la atención de todos y más tiempo y acción. Desgraciadamente en nuestro hacer diario lo que nos interesa es lo que tenemos en TikTok que demanda solo de 30 segundos de nuestra atención. El cambio ambiental, las inequidades sociales tiene un período de incubación de varias décadas y se incuban por generaciones y su efecto es progresivo. Tal vez por eso no nos hemos dado cuenta todavía y vemos con indiferencia las enfermedades si no nos atacan ya, a diferencia de las pandemias que dominan todo el presente, cuando se presentan y ponen en alarma todos los periódicos y los medios y redes sociales. La crisis de otras enfermedades como las mentales, nutricionales, no son de naturaleza aguda, y si lo son, es luego de mucho tiempo; ni mejoran con simples acciones y no habrá una cura milagrosa que la resuelva. Por consiguiente: hasta que no la tratemos como una crisis real la crisis de nuestra salud, empeorará cada vez más.
En estos momentos de tanta incertidumbre, no queda más que agarrarnos del viejo dicho: la esperanza muere al final, y esperar que el nuevo gobierno que esta por empezar, sea diferente. Tal vez este año electoral difícil que hemos atravesado, despierte algo en todos nosotros y finalmente empecemos a darle importancia a lo que más importa: la salud y el bienestar humano. Eso significa algo importante para solucionar e inclinar la balanza hacia la salud: un modelo de democracia diferente al actual. Pero tenemos que estar conscientes que, a la fecha, lo que hemos tenido, no es modelos democráticos que velen por la mayoría más necesitada, más bien hemos tenido dictaduras económicas, que impiden el razonamiento sensato en salud y llena los bolsillos de algunos de manera ilícita. Entonces, si seguimos la costumbre: esperar como cobardes e impotentes, que surja el héroe del momento y haga la revolución por nosotros, no solo no ganaremos batalla alguna, sino que la guerra está perdida. Eso solo pasa en las películas no en las documentales.
Al estar por finalizar esta reflexión y comentarla con un amigo, este me dijo: Alfonso no importa lo que hagas o lo que digas, no somos una sociedad a la que ambiente, el vecino, nuestra forma de ser nos mueva, es decir, te quiero decir, que no dependemos directamente del tipo de política que tenemos; hemos colonizado todos los nichos sociales que podemos pues somos migrantes natos y por eso a la gente no le importa eso de participar político. La gente común no tiene visión de sí misma y mucho menos de la salud.
Entonces en estos momentos, un real reto para cualquier gobierno y gobernante, consiste en dejar de ser benefactor y dirigir a su pueblo a uso y disfrute de derechos, a través de responsabilidad y obligaciones que el uno y el otro debe, tener dentro del cambio.